La Casa de Papel: ¿cuál es el real legado del (decreciente) fenómeno español de Netflix?

La ficción se alzó como un éxito mundial hace solo cuatro años, pero ya tiene fecha de caducidad: el próximo viernes la historia de El Profesor y los asaltantes con máscaras de Dalí se despide con sus cinco capítulos finales. ¿Qué deja una de las mayores producciones del streaming? ¿Acertó o le faltó puntería con los episodios creados directamente para la plataforma?


El juego del calamar es, y probablemente seguirá siendo por algún tiempo, el título más exitoso de Netflix. Pero durante más de tres años el mayor fenómeno internacional de la plataforma fue La casa de papel, celebrada por su cruce de thriller, melodrama y guiños a las injusticias sociales. Sobre todo entre fines de 2017 y 2018, el mundo de la ficción seriada miró con asombro el poder de convocatoria del grupo de asaltantes liderados por El Profesor.

Se diría que a rey muerto, rey puesto. Sin embargo, la ficción española no alcanzó a terminar su recorrido cuando la brutal serie de Corea del Sur desplazó a cualquier producción original del servicio. Desbancado de su sitio, el thriller creado por Álex Pina lanza sus cinco últimos capítulos el próximo viernes y, a menos que venga un spin-off, precuela u otra clase de derivado, será el adiós de una historia que en su momento batió toca marca de popularidad para un contenido no inglés, hasta vivir un recorrido final en que ha tenido que lidiar con las luces y sombras de la fórmula que le dio fama global.

A la espera de su conclusión, aquí un repaso por lo que deja La casa de papel.

El streaming más allá de EE.UU.

La casa de papel y la alemana Dark arribaron a Netflix a fines de 2017 con semanas de diferencia. Una, sin mayor promoción de parte de la plataforma, escaló entre lo más visto del mundo gracias a un desatado fenómeno de boca a boca. La segunda, cerebral y llena de interrogantes, semejó un éxito más silencioso y progresivo que se consolidó con el lanzamiento de su segunda temporada, en 2019, y terminó en alto con su final, a mediados de 2020. Ambas, en distinto grado, impulsaron la apuesta internacional de la compañía y sellaron una de sus mayores fortalezas.

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Una imagen de la primera mitad del quinto ciclo. Foto: Tamara Arranz/Netflix © 2020

Actualmente, en cada región Netflix cuenta con distintos jefes de contenido, pero la directriz es clara: crear historias en América Latina, Asia, Europa y África, y mantener el idioma del lugar en el que se graba. Y, en muchos casos, concretar esa expansión de la mano de la inauguración de centros de producción de la plataforma.

Este año ha sido particularmente notable para la firma en ese aspecto, con el estreno de la francesa Lupin, la mexicana ¿Quién mató a Sara? (obra del chileno José Ignacio Valenzuela) y la surcoreana El juego del calamar, lo más popular del servicio de streaming desde su creación. En el ámbito más local, Netflix confirmó su primera serie chilena, 42 días en la oscuridad, y viene de anunciar una nueva versión en formato película de Ardiente paciencia, de Antonio Skármeta. En Perú, en tanto, inaugurará su presencia con una serie sobre el futbolista Paolo Guerrero. Tanto La casa de papel como Dark tienen mucho que decir respecto a la determinación detrás de esa estrategia de apetito global.

El riesgo de reabrir una serie concluida

Años atrás títulos como Los archivos secretos X y Gilmore girls retornaron a la pantalla reabriendo historias que estaban concluidas. En pleno 2021, Dexter volvió con una nueva tanda de episodios elaborados bajo la misión de redimir su vapuleado final, mientras que en Netflix el próximo año se verá más sobre la trama política de la danesa Borgen, que se despidió en 2013 y llegó en 2020 al streaming.

La casa de papel era una serie terminada una vez que arribó al servicio digital hace cuatro años, tras un modesto paso por Antena 3. El ataque de El Profesor y su grupo a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre había culminado con éxito, de modo que cualquier continuación implicaba encontrar una razón lo suficientemente grande como para reunir a los protagonistas. Como solución frente a ese callejón (casi) sin salida, el creador repartió a los personajes por el mundo y los juntó una vez que las autoridades españolas capturan a Río (Miguel Herrán), la excusa para que los asaltantes ahora vayan en contra del Banco de España.

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Y, con ello, de nuevo la presencia de los rehenes, los trajes rojos, el apoyo irrestricto de los habitantes del orbe, y las tensiones al interior de la Banda. Quizás el mayor cambio en esta fase 2.0 ha sido la mayor brutalidad de ciertas secuencias y la pérdida total de temor del guión a matar a algunos de los personajes más queridos. Sin elementos más frescos o jugados, la fórmula ha tendido a agotarse entre los ciclos tres y cinco. Como para que tomen apunte las series que imaginan un regreso inesperado.

Una camada de actores lanzada al mundo

El elenco de La casa de papel se constituyó como una mixtura de figuras con recorrido y otras más inexpertas. Fuera de España, casi ninguno era conocido, pero con el arrastre de sus dos primeras partes todos escalaron a la estatura de estrellas mundiales nacidas al alero de Netflix. La santa trinidad de la seria fue el Bella Ciao, las máscaras de Dalí y los rostros de El Profesor, Tokio, Río, Denver y Nairobi.

Si bien en la era del streaming la meta número uno ya no es siempre desembarcar en Hollywood, en algunos casos el reparto original ha llegado a Norteamérica. Álvaro Morte, el hombre detrás de El Profesor, es uno de los actores de La rueda del tiempo, la reciente serie de fantasía que Amazon Prime Video celebró como su mayor éxito del año. Jaime Lorente (Denver) por ahora se queda en España, pero para protagonizar El Cid, una de las producciones hispanas más caras de la historia de ese país. Úrsula Corberó (Tokio) irrumpió como villana en la película G.I. Joe: Snake Eyes, mientras que Enrique Arce (Arturito) ha estado dos veces en Chile, para actuar en Inés del alma mía y la segunda parte de la saga de acción Sayén. Pocas veces una ficción no originada en el mundo angloparlante marcó el despegue de tantos talentos en simultáneo.

¿Un éxito de una vez?

Tras la enorme convocatoria de La casa de papel en el streaming, primero se produjo la confirmación de la tercera temporada y, un par de meses después, un anuncio rimbombante en torno a su creador: Álex Pina, conocido en España por su trabajo en Vis a vis, Los Serrano y Los hombres de Paco, firmaba un acuerdo de exclusividad con Netflix. Se unía así a figuras del calibre de Shonda Rhimes (Grey’s anatomy) y Ryan Murphy (American horror story) en la realización de producciones para la plataforma.

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De esa colaboración nació White lines, una ficción sobre una joven británica que viaja a Ibiza tras la muerte de su hermano DJ y se encuentra con una enmarañada red de mentiras y dinero. Funcionó a medias, pero sobre todo no funcionó con el público. Fue cancelada a los tres meses de su estreno. En marzo de este año debutó su siguiente creación de la mano del servicio, Sky Rojo, una historia con más elementos en común con La casa de papel: desproporcionada, frenética, abordó la experiencia a contrarreloj de tres mujeres que huyen de un proxeneta. Terminará con una tercera y última temporada, según informó la compañía. ¿Tiene grietas la asociación de Netflix con realizadores cotizados? Es una pregunta que queda en el aire una vez que La casa de papel se despide y su cerebro no encuentra un hit a la altura.

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