The Beatles y Mal Evans: Mi animal favorito
Transcribió las letras de Lennon y McCartney, y retuvo a la policía en la terraza de Apple records mientras brindaban un último concierto como muestra el documental Get Back. Ese tipo, que durante años estuvo atento a las órdenes y caprichos del cuarteto de Liverpool, fue tratado “como un paño de cocina”.
“Ex road manager de los Beatles sin trabajo”. Así describe a Mal Evans la crónica roja de Los Angeles Times del 5 de enero de 1976. De media docena de disparos percutados por la policía, cuatro le quitaron la vida instantáneamente en su departamento. Evans -40 años y un metro 90 de estatura- se había atrincherado alterado y drogado en una habitación. Según la versión uniformada, apuntó a los oficiales con un rifle. El arma resultó ser de aire comprimido.
“Si hubiera estado allí”, comentó tiempo después Paul McCartney, “habría podido decir: ‘Mal, no seas tonto’. De hecho, cualquiera de sus amigos podría haberle disuadido (...), porque no estaba loco”.
Sin embargo, Paul llevaba años sin mayor contacto con quien había sido testigo de su boda con Linda Eastman, y compañero de viajes y aventuras. “Un gran oso adorable como roadie”, según el bajista.
Acribillado paradojalmente por la policía de la que era sheriff honorario, debía entregar en una semana a una editorial el libro Living The Beatles’ legend, detallando sus años junto al grupo como asistente 24/7. Un tipo que podía sacar cuatro vasos de su chaqueta para que bebieran leche si se les antojaba, soportar una pateadura en Manila en defensa de la banda, y recibir un sueldo miserable que lo mantenía en la ruina por los músicos más famosos y acaudalados del mundo en los años 60.
“Recibía peticiones de los cuatro para hacer seis cosas diferentes a la vez”, diría, “y siempre había que confiar en el instinto y la experiencia para adjudicar las prioridades”.
A su funeral asistieron figuras claves en la carrera del conjunto que cambió el curso de la historia de la música contemporánea, como el productor George Martin y el ejecutivo de Apple Neil Aspinall. En cambio, ningún Beatle se hizo presente.
“Lo trataron como un paño de cocina”, sentenció su viuda.
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En 1962, Malcom Evans trabajaba como ingeniero de telecomunicaciones en la oficina de correos de Liverpool. A los 27 años, está casado con Lily y es padre del pequeño Gary. En el horario de almuerzo mata el tiempo mirando vitrinas. Un día sus pasos lo encaminan hacia Matthew street, una calle “pequeña y sucia con almacenes a los lados”, según sus recuerdos. Mientras descendía por las tortuosas escalinatas del club The Cavern, “la música más increíble que había escuchado salía de mis pies”.
Pagó un chelín, vio a The Beatles y fue amor a primera vista. “Me enamoré de ellos”.
A Mal le gusta Elvis y pide canciones del rey del rock a este cuarteto de jóvenes sudorosos que apenas llegan a la veintena, encaramados por horas en aquel subterráneo. La amistad surgió primero con George, quien propuso al dueño del local emplearlo como guardia. Un día el chofer de The Beatles faltó y Mal se ofreció en su lugar. Rápidamente asumió como conductor y roadie, a cargo de instrumentos y equipos.
No sabía nada del oficio y durante un tiempo fue un desastre. Montó mal la batería de Ringo la primera vez, y aseguraba flojamente los instrumentos en el vehículo. Un día, en plena carretera, una guitarra se cayó y un camión le pasó por encima.
The Beatles reían y celebraban su actitud resuelta y temeraria. En una ocasión, sin dejar de conducir a toda velocidad y como medida de seguridad ante una potencial desgracia, hizo añicos un parabrisas que se había trizado. En otra oportunidad, paseando por los canales de Amsterdam, los Fab Four divisaron a una persona con una llamativa capa. Intrigados por la prenda, le ordenaron que averiguara cómo conseguirla. Mal se zambulló en las turbias aguas. A las tres horas apareció en el hotel con la capa.
Empezó a llevar entre sus ropas toda clase de artilugios que también acumulaba en una bolsa. Los Beatles podían pedirle lo que fuera.
“‘Mal, ¿tienes un Elastoplast? Mal, ¿tienes un destornillador? Mal, ¿tienes una botella de esto? ¿Tienes eso?’ Y siempre tenía de todo”, rememoraba asombrado George Harrison. “Si no lo tenía, lo conseguía rápidamente”.
Mal hacía cosas como falsificar la firma de cada Beatle en fotos que se regalaban a las fans, o participar sucintamente a lo largo de los años en varias canciones. Entre distintos aportes, toca una sola nota de teclado Hammond hacia el final de You won’t see me; hizo sonar el despertador en A day in the life (y ejecuta, entre otras personas, el último acorde en Mi mayor); lleva el bombo y participa del coro en Yellow submarine; armónica en Being for the benefit of Mr. Kite; percusión en Magical Mystery Tour; palmas en Birthday; pandero en Dear Prudence, y sopla espasmódicamente una trompeta en Helter Skelter junto a John Lennon.
También aparece en tres películas de The Beatles. En Help! (1965) es el bañista despistado que sale de un hoyo en la nieve.
De una conversación trivial con Paul McCartney en un viaje a África, surgió el nombre Sgt. Pepper’s.
“Estábamos comiendo y tenían esos paquetitos marcados con ‘S’ y ‘P’”, recuerda Paul. “Mal dijo: ‘¿Qué significa eso? Oh, sal y pimienta’. Hicimos una broma sobre eso. Así que dije: ‘Sargento Pepper’, sólo para, variar, ‘Sargento Pepper, sal y pimienta’, un juego de palabras auditivo, no lo escuché mal sino que jugué con las palabras”.
Aunque durante el proceso de Sgt. Pepper’s lonely hearts club band, McCartney prometió regalías a Mal por sus aportes en los textos de canciones como Fixing a hole (“buenas noticias, ahora quizás una nueva casa”, escribió como apunte), nunca hubo tal cosa.
Siguió ganando 38 libras a la semana.
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“1962, un año maravilloso...”, escribió Mal en su diario, agradecido de la belleza de su esposa y de tener un hijo. Habituado a tomar nota de la cotidianidad, sus observaciones van desde lo pueril, hasta el efecto que provocaba en su ánimo estar al servicio de las mayores estrellas musicales del mundo.
21 de enero de 1963: “Los chicos fueron de compras. Paul y George compraron pantalones. George una camisa en Regent St. (...) Los Beatles han subido en mi estima. Todos son grandes tipos con sentido del humor y dan la sensación de ser un verdadero equipo”.
Al año siguiente, los Fab Four conquistan el primer puesto en Estados Unidos y el manager Brian Epstein organiza una fiesta en un hotel. Algunos profesionales de la prensa contrataron prostitutas para brindar un cuadro plástico al grupo. “Era un poco desconcertante”, escribió Mal, “tener a estas señoras actuando ante nuestros ojos entre ellas en una habitación, con Brian, George Martin y su esposa y los miembros de la prensa, más bien estirados, en la sala contigua. Supongo que la celebración se ajusta a los diferentes gustos de cada uno”.
El día que sacó vasos plásticos de su chaqueta para que The Beatles pudieran acompañar con leche unos sándwiches, John proclamó “Mal, eres mi animal favorito”.
Aunque en 1966 se convierte en padre por segunda vez (la niña es bautizada como Julie), al año siguiente se muda con Paul, que ha quedado sin ama de llaves. Todo marcha de maravilla excepto por Martha, la perra bobtail de McCartney -motivo de Martha my dear en el Álbum Blanco-, acostumbrada a ensuciar las camas.
Tras la publicación de Sgt. Pepper’s, Paul y Mal volaron a Los Ángeles para reunirse con Jane Asher, la actriz que por entonces era novia del bajista. Mal disfruta de las prerrogativas de un rockstar. “Salimos de Denver en el Lear Jet de Frank Sinatra, que nos prestó muy amablemente. Un trabajo precioso con tapicería de cuero negro oscuro y, para nuestro deleite, un bar bien surtido”.
Carretean con miembros de The Mamas and the Papas y Brian Wilson. A Mal no le causa gran impresión el líder de The Beach Boys, y lo acusa en su diario de arruinar el ambiente al tomarse en serio un guitarreo informal. “(...) echó por tierra la espontaneidad de todo el asunto”, describe.
Cuando comienzan las sesiones de Magical Mistery Tour, advierte por primera vez un ambiente enrarecido en el cuarteto. “Los primeros días se mostraban muy molestos hasta que se daban cuenta de que todo iba a ir bien y podían entrar en la rutina de la grabación…”.
Mal fue clave en la organización del viaje de Magical Mistery Tour, y en el famoso periplo espiritual a la India en 1968. “Es difícil creer que ya haya pasado una semana”, relató en las páginas de su diario. “Supongo que la paz mental y la serenidad que se consigue con la meditación hacen que el tiempo vuele”.
Ese mismo año acompaña a George Harrison para visitar a Bob Dylan en el Día de acción de gracias en Woodstock, Nueva York. “Alrededor de la mesa después del pavo, salsa de arándanos, etc. y también pastel de nuez. Bob, George, Rich, Happy, Levon... alrededor de las guitarras mientras muchos niños juegan”.
El 13 de enero de 1969, en plenas sesiones de Let it be, Mal Evans registra una de las anotaciones más amargas. Los crecientes problemas financieros y organizativos de Apple Records le pasan la cuenta. Por un breve periodo ostenta un cargo ejecutivo, pero luego es rebajado a sus funciones habituales, agenciar esto o aquello, como bien se observa en el reciente documental Get Back cuando George, de la nada, le pide que consiga un corbatín.
“(...) Pensaba que era diferente a los demás en mi relación con los Beatles y que me querían y me trataban tan bien, que me sentía como uno más de la familia. Parece que traigo y llevo. Me resulta difícil vivir con las 38 libras que me llevo a casa cada semana y me encantaría ser como sus otros amigos que se compran casas fantásticas y les hacen todas las reformas, y aún así van a pedir un aumento. (...) Queriéndolos como los quiero, nada es demasiado problema, porque quiero servirlos. ‘¿Te sientes un poco mejor ahora - EGO?’”
El 24 de abril confiesa a George Harrison que está “arruinado”.
Hacia el verano boreal, The Beatles comienza a grabar Abbey Road, su último álbum. Mal anota títulos tentativos. “Four in the Bar; All Good Children Go to Heaven; Turn Ups; Inclinations”.
Llega 1970 y Mal se da cuenta que la cercanía con Paul ha quedado atrás. Cuando le pregunta si tiene una sesión de grabación, el músico declina su asistencia. ‘Sí, pero no quiero que nadie me haga el té”, replica McCartney con desdén. “Tengo a la familia, la mujer y los niños allí”.
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Cuando Gary Evans llegaba a clases y el profesor preguntaba qué habían hecho el fin de semana, respondía con toda normalidad “fui a la casa de John Lennon”.
“Mi padre me recogía de la escuela en el Rolls-Royce psicodélico de Lennon, con un sombrero de vaquero, rodeado de niños”.
A Lily nunca la convenció que Mal dejara su trabajo en correos a cambio de ser el suche de The Beatles, pero disfrutó las fiestas de Ringo Starr plagadas de fuegos artificiales en sus mansiones de Weybridge y Ascot.
El matrimonio acabó en 1974, el mismo año que Mal dejó de pertenecer a Apple Records para trasladarse a Los Angeles en busca de trabajo en la industria musical. En el estudio Record Plant conoció a Fran Hughes y se mudaron juntos.
Se encontró con Keith Moon de The Who en Sunset Strip, y fue reclutado como productor para lo que sería Two sides of the Moon (1974), el debut solista del baterista. Tras sesionar con el héroe de la guitarra Dick Dale para el tema Teenage Idol, Mal fue despedido como productor por los pobres resultados artísticos y un evidente problema con la bebida.
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La mañana del 5 de enero de 1976, Neil Aspinall contactó a Lily para decirle que Mal estaba muerto.
Evans había telefoneado a John Hoernie, con quien redactaba sus memorias. Borracho y drogado, la conversación preocupó al colaborador. Partió rumbo al departamento de Mal donde lo encontró alterado y empuñando un rifle. Trató de quitárselo pero resultó imposible. Fran, la novia, llamó a la policía.
George Harrison envió 5.000 libras a la familia que quedaba sin pensión.
“Era muy difícil”, evoca Gary Evans. “Estábamos en las comidas escolares gratuitas. Es muy descarado cuando miras hacia atrás lo que aportó mi padre a esa banda, y acabamos así”.
Lily y Gary han vendido gradualmente el archivo de Mal que contenía, entre otros tesoros, la letra original de A day in the life y With a little help from my friends. Paul McCartney llegó hasta los tribunales reclamando la posesión de esta última. Alegó que las letras fueron recogidas por Mal Evans como parte de sus obligaciones.
Era un empleado de The Beatles.
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