La cámara se enciende a la hora acordada y él saluda sonriente. La luz de la mañana ilumina el estudio de John Katzenbach, uno de los autores de thrillers más exitosos del mundo, que aparece vestido con un polerón otoñal. “Estoy en casa, en Massachusetts, muy cerca del lugar de la acción de mi nueva novela”, cuenta. En ella, un adolescente y su novia navegan por internet: exploran en los sitios más sombríos de la Dark Web. De este modo llegan a un sitio peligroso: un chat secreto de admiradores de Jack el Destripador, que se reúnen virtualmente a compartir sus crímenes. Cuando advierten la intromisión de los chicos, Los Muchachos de Jack -como se hacen llamar- prometen encontrarlos.
El chico se llama Connor Mitchell y con Niki, su novia, invadieron la privacidad de los seguidores de Jack, el chat secreto donde Alpha, Bravo, Charlie, Delta y Easy comparten su fascinación por el asesinato. Todos ellos integran El club de los psicópatas, la nueva novela de John Katzenbach.
Formado como periodista, Katzenbach (1950) dejó su trayectoria en la crónica de crímenes y judicial en Miami para dedicarse a la ficción narrativa. Desde hace unos años, es parte de la vanguardia de “los grandes novelistas de asesinos en serie”, como le dijo su amigo Thomas Harris, el creador de Hannibal Lecter. Ciertamente, también es uno de los autores más vendidos en el mundo, especialmente a partir de El psicoanalista, novela que facturó más de dos millones de copias.
“Ahora, si bien en general es bueno estar a la ‘vanguardia’ de casi cualquier cosa (la palabra tiene un innegable y pegadizo tono progresista-positivo), esta subsección particular del mundo de la escritura es problemática debido a la ventana que se abre a la imaginación de escritores y asesinos. Compartimos rasgos desafortunados: podemos ser impulsivos y, a menudo, de corazón frío. Podemos actuar con un salvajismo repentino o un designio de alma negra. No consideramos toda esta carnicería con consternación. Después de todo, ¿quién tiene más sangre en las manos, o, para ser más precisos, goteando de las yemas de los dedos que usamos para tocar un teclado, que los escritores con un profundo afecto por el lado oscuro de la naturaleza humana?”, escribió.
Katzenbach sabe que el crimen y que ciertos asesinos legendarios brillan con una luz perturbadora y magnética en el imaginario de los lectores. En este libro, la figura que convoca a los psicópatas es un asesino serial de la Londres del siglo XIX.
-Me fascina la influencia del crimen en la percepción del público que podemos observar desde Jack el Destripador. Pero lo que le da energía al libro es esta idea que la gente tiene acerca de internet: creen que están protegidos cuando en realidad no lo están -cuenta.
Así como Scotland Yard fue incapaz de descubrir la identidad de Jack el Destripador, Los Muchachos de Jack confiaban en su habilidad para burlar a la policía. “Se consideraban los asesinos más modernos”, anota Katzenbach. “Asesinos para el nuevo milenio. Cultivados en informática. Expertos en redes sociales. Adeptos a la ciencia. Ejecutores de crímenes antiguos con la precisión del siglo XXI”.
Hijo de una psicoanalista y del exprocurador general de Estados Unidos Nicholas Katzenbach, el autor dedica tiempo y espacio al perfil de cada uno de los asesinos: ciudadanos respetables, buenos vecinos, padres de familia, exhiben sus tendencias criminales solo en el chat con los psicópatas. Entre ellos hay un amable conductor de Uber en Miami, admirador de Travis Bickle, el taxista de Taxi Driver, que torturó e hizo desaparecer a tres personas; un empleado de cafetería, lector de American Psycho, que mató a un matrimonio y su hija adolescente; un profesor universitario, encargado de estudios extranjeros, que solía dejar víctimas en sus viajes por África o Centroamérica, y un adicto a los videojuegos que quiere limpiar San Francisco de indigentes.
Rápidamente, gracias a los algoritmos de la red, descubren la identidad de Connor, el chico que se burló de ellos en su chat, oculto bajo un avatar. Connor vive con sus abuelos en las proximidades de Boston, y suele explorar la web oscura porque está obsesionado con la idea de matar: quiere vengar la muerte de sus padres a manos de un conductor ebrio cuando era pequeño. Con agilidad y oficio en los códigos del género, Katzenbach narra la historia desde distintos puntos de vista, y armado de numerosas referencias literarias y cinematográficas.
A través del Zoom, Katzenbach responde a La Tercera. Tiene una agenda ajustada, con maratónicas sesiones de entrevistas para medios del continente, pero derrocha cordialidad y a menudo comienza sus respuestas con un “Good question”. Conoce bien la responsabilidad de ser un autor bestseller: en su visita a la Feria del Libro de Buenos Aires en 2017, firmó libros hasta que llegó el último lector de la fila, a las dos de la madrugada.
“En Estados Unidos y Europa, y me parece que también en América Latina, existe una tendencia a engrandecer a ciertos criminales o hablar de ello de alguna manera, incluso hacer bromas, y podemos mencionar a Billy the Kid, Ted Bundy, Charles Manson, John Dillinger, Bonnie & Clyde, y es algo que quería explorar en este libro”, cuenta.
¿La idea de un club de asesinos o psicópatas que se encuentra en la red tiene alguna referencia o es producto de su imaginación?
No encontré ejemplos de esto en los estudios que hice. Quería crear algo especial y me parece que este grupo lo es. Pero podemos recordar que en los años 30, en Alemania, un grupo de sicópatas se unió para crear el Partido Nazi; en Estados Unidos tenemos los supremacistas blancos, y hay muchos otros ejemplos de grupos de criminales, solo que esto es especial.
El asesino serial parece una figura muy asociada a Estados Unidos. ¿A qué lo atribuye?
Sí, somos número uno del mundo. Creo que este tipo de asesinos de alguna manera se deriva de las libertades individuales de que gozamos y que damos por sentadas. Me parece que eso les da la oportunidad de ejercer su libertad o de funcionar como psicópatas. En los países con más libertades se da esa posibilidad, mientras que en los países con menos libertades el psicópata llega a ser el presidente. En El club de los psicópatas a los asesinos no les da miedo que los atrapen, y por eso cuando actúan a partir de la venganza y hacen cosas que no deberían, quedan al descubierto.
¿Cómo resulta para usted tratar, libro a libro, con personajes sicológicamente alterados y que encuentran placer en causar daño a otros?
Tal vez eso podrían responderlo mi esposa y mis hijos (ríe). Creo que todos los escritores, especialmente los novelistas, solemos establecer una línea divisoria, una línea clara entre nosotros y nuestros personajes. Sin embargo, habiendo dicho esto, debo decir que yo me meto en la mente de cada uno de mis personajes, y es esto lo que me permite darles vida a cada uno de ellos. No sé, quizá la respuesta la tendría después de unos 20 o 30 años de terapia, como personaje de El psicoanalista.
¿Cómo logra compenetrarse en esas personalidades? ¿Hace investigación?
Es una pregunta difícil (sonríe). Desde joven, cuando era periodista, tuve la oportunidad de hablar con sicópatas y asesinos, y aprendí bastante de ellos. Hago mi trabajo como persona lega, investigo y trato de entenderlos. Pero al final los personajes surgen de mi imaginación, y es como si yo pusiera un espejo frente a mí para reflejar el lado oscuro de mi alma.
Los thrillers suelen considerarse narrativa de evasión, pero El club de los psicópatas aborda problemas reales, como los peligros que involucra internet. ¿Le interesa abordar ese tipo de preocupaciones?
Quería plantear no solamente los peligros que podemos encontrar en internet, sino también la diferencia o la dicotomía entre lo que uno puede hacer en el anonimato y la realidad. Creo que al explorar esas zonas encontraremos las verdaderas lecciones.
¿Comparte la idea de que las novelas de thriller son literatura de evasión?
Si hablamos de que la gente se interesa en una historia y se meta en ella lejos de su vida, sí, es cierto, de eso se trata: lograr la atención entre el lector y lo que uno escribe en una página. Y eso tiene un valor.
Su padre fue procurador general de Estados Unidos y un gran defensor de los derechos civiles, entre otras causas sociales. ¿De qué modo se relaciona con la herencia de su padre? ¿Participa en polìtica?
No tengo un rol político. Como todos en Estados Unidos, tengo opiniones. Pero lo que aprendí de mi padre es que es difícil lograr algo que resultaría bueno para muchísimas personas. La gente parece renuente a aceptar lo bueno y es más proclive a aceptar el mal.
Usted fue crítico de Donald Trump. ¿Cómo se encuentra hoy EE.UU. tras su salida?
Donald ¿qué? (ríe). Yo pienso que con Joe Biden estamos mejor. Vamos en el camino correcto, aunque muchos no quiere seguir ese camino. Actualmente estamos más divididos que lo que jamás habíamos estado desde 1860. Me tocó vivir Vietnam y la lucha por los derechos civiles, y nunca había visto tanta división en mi país. Sin embargo confío en que la mayoría optará por lo correcto que es tener un país incluyente.
Leí que se han encontrado libros suyos en manos de algunos asesinos capturados por la policía. ¿Qué piensa de ello?
Es verdad. Y me obliga a veces a cuestionarme lo que estoy haciendo. Sin embargo, como dirían muchos autores, lo que quiero es vender libros, a quien los compre. También a Donald Trump, si quiere comprar alguno (ríe).