Anne Rice por Mariana Enriquez: “Feliz, enamorada de la muerte”
En una columna para Página 12, y que aparece en el libro El otro lado, la trasandina perfiló a la fallecida autora estadounidense. La rescató como la fundadora de la imagen moderna de los vampiros y su incursión en el terreno del terror, lo pop y lo erótico.
Twitera consumada, la escritora y periodista trasandina Mariana Enriquez no quedó indiferente ante el fallecimiento de Anne Rice, el domingo pasado. Haciendo alusión a la obra cúlmine de la estadounidense, señaló: “Entrevista con el vampiro es apabullante, romántico, sensual, queer, sangre y terciopelo. Cuando lo leí pensé ‘esta mujer entiende lo que me gusta mejor que yo”.
Conocida es la fascinación que la autora de Este es el mar tiene con la cultura pop, la muerte, el erotismo y el mundo del terror. Todos universos que Rice fusionó de manera impecable, tanto es así que la oriunda de Nueva Orleans solía llegar a los lanzamientos de sus libros en un ataúd. Sí, con las manos cruzadas y con un vestido blanco. Toda una impecable y publicitaria puesta en escena.
En una columna que Enriquez escribió para Página 12 -y que en formato libro se encuentra en El otro lado (Ediciones UDP, 2020)- perfiló a Rice. En sus palabras, le atribuye la construcción del arquetipo del vampiro actual, y que han copiado tantos desde entonces. “Anne Rice es la responsable de la construcción del vampiro contemporáneo, de la redefinición del monstruo para nuestra era y para la cultura masiva actual”, señala la argentina.
“Ninguna de las sagas de vampiros que se hicieron famosas en los últimos veinte años existiría sin Anne Rice y sus Crónicas. Ni Vampire Diaries, la serie que va por su temporada 7 en MTV, escrita por Kevin Williamson (autor de las películas Scream) basada en los libros de L. J. Smith), ni True Blood de HBO, basada en la saga de Charlaine Harris (otra escritora sureña, ella de Mississippi). Ni, por supuesto, la exitosísima Crepúsculo, de Stephenie Meyer”, agrega.
Es que Rice fue más allá del modelo original creado por Bram Stoker, que centraba al vampiro como un chupasangre que vive en un castillo y con fuerza sobrehumana. Les dio características que los hizo más “reales”, a saber: “No tienen por qué dormir en ataúdes, aunque a algunos les gusta. No les temen ni rechazan las cruces ni el agua bendita, porque no son criaturas del Demonio. Las estacas clavadas en el corazón no los matan: sus cuerpos se regeneran -explica Enriquez-. Sólo los mata el fuego. Y el degüello. Se enamoran. Se deprimen. Matan, pero pueden dar sorbos pequeños y perdonar a la víctima. Son todos ridículamente hermosos. No tienen una orientación sexual definida porque el sexo, para ellos, es el intercambio de sangre”.
Pero no solo de vampiros vivió Rice, su curiosidad por lo erótico la llevó a escribir novelas sobre el sadomasoquismo, en la saga Sleeping Beauty. Esto para su autora, era una exploración necesaria. Cita Enriquez: “En los ‘80 las feministas decían que la pornografía era opresión”, dice Anne Rice. “Pero yo creía que la verdadera liberación era disfrutar de la pornografía, escribirla, apropiársela. Estas novelas eran mi manifiesto político. Y, además, empecé a escribir erotismo porque no podía encontrar algo en el género que me gustara leer.”
Rice tuvo una conversión al catolicismo duro, a mediados de los 2000, debido a un par de traumáticos episodios de vida que la hicieron reflexionar. “Sufrió una descompensación diabética que la llevó al coma y esta vez sí cerca de la verdadera muerte. Poco después, su esposo Stan fue diagnosticado con un tumor cerebral maligno. Y ella decidió que, en realidad, sus novelas de vampiros eran acerca de almas perdidas en busca de Dios”, comenta Enriquez. Pero tras 10 años en esa cuerda, Rice no pudo con su genio y volvió a escribir sobre vampiros y rescató a uno de sus clásicos personajes para volver: Lestat de Lioncourt, de Entrevista con el vampiro. Ahí publicó El príncipe Lestat, en 2014.
Para Enriquez, la jugada era más o menos clara: “Un puente entre aquella primera Entrevista con el vampiro de los ‘70 y los adolescentes que creen que el vampirisimo empezó en Crepúsculo: la convivencia de jóvenes y viejos. Es una novela violenta, pero no lúgubre; romántica pero sin los excesos de algunos de sus textos que van demasiado lejos con el homenaje anacrónico a Ann Radcliffe; diversa y políticamente correcta pero también honesta y a veces un poco gratamente ingenua –Anne Rice no es irónica, aunque no le falta humor–”.
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