Benedict Cumberbatch: los trucos de la estrella del momento
Tras encarnar en distintas producciones a Stephen Hawking, Alan Turing y Julian Assange, además de dar vida al Sherlock Holmes más icónico de los últimos años, el actor británico encontró su mejor papel cinematográfico indagando en una zona poco explorada durante su carrera: en la crueldad y ambigüedad que habita el cowboy que interpreta en El poder del perro. ¿Cuál es su método? ¿Cómo se desdobla entre las superproducciones de Hollywood y los proyectos más personales?
Christopher Tietjens libra una lucha para mantener su integridad. Miembro de la aristocracia británica, es un trabajador de gobierno que intenta enaltecer las nociones de deber y honor en un momento histórico del que se siente cada más vez ajeno, la Inglaterra de los años previos a la Gran Guerra.
Cuando corresponda, acudirá al llamado y dejará su empleo para estar en las trincheras; sin embargo, antes su código moral quedará en entredicho, una vez que se enamora de una joven sufragista y se tambalea su amargo matrimonio con una socialité egocéntrica e infiel.
En ese personaje rodeado de contradicciones más grandes que la vida, en quien se centra la miniserie de HBO y BBC Parade’s end (2012), la directora neozelandesa Jane Campion observó una batería de cualidades que la atrajeron. “Me impresionó mucho el nivel de sensibilidad que tenía”, explicó la cineasta de La lección de piano (1993), encantada con el desempeño del actor detrás del rol, Benedict Cumberbatch (Londres, 1976).
El estrellato del intérprete se explica por otro papel televisivo (Sherlock, que debutó en 2010 y lanzó sus capítulos más recientes en 2017), y en el mismo medio se ha puesto en la piel de Stephen Hawking, Vincent van Gogh y Ricardo III. Pero fue la riqueza del personaje de Tietjens lo que a la larga permitió que asumiera su rol más celebrado en la pantalla grande.
Para su regreso al cine después de más de una década, Campion pensó en el actor de El código enigma (2014) como la mejor carta para interpretar a Phil Burbank, el implacable cowboy que protagoniza El poder del perro, su adaptación de la novela de 1967 de Thomas Savage, ya disponible en Netflix y seria aspirante a la próxima edición de los Premios Oscar. Refugiado en la hacienda que posee en Montana en 1925, es un hombre que impone sus estrictos términos ya sea arriba de sus caballos, en su trato hacia sus empleados o en su cortante relación con las comunidades indígenas de los alrededores.
Sus rasgos se endurecen incluso más en el momento en que su apacible hermano, George (Jesse Plemons), se casa y llega a vivir al mismo lugar con Rose (Kirsten Dunst), una viuda que tiene un hijo adolescente (Kodi Smit-McPhee) cuyos modos despiertan su irritación. Debajo de ese hombre que tiene evidentes actitudes machistas y homófobas hay una historia previa que la directora se esmera en estudiar de manera incisiva pero sin abandonar la ambigüedad, en la lógica de su cine introspectivo y agudo. Y que le interesaba profundizar de la mano del actor británico.
“Muchos hombres pueden hacer las cosas más bruscas, pero ¿ellos pueden ir hacia el otro lado? Tenía que asegurarme de que tuviéramos a alguien que pudiera ir al otro lugar”, planteó la directora en torno a la elección de Cumberbatch, un intérprete con un rango amplio que también estaba dispuesto a asomarse a las fronteras de lo que suele estar dispuesto o no un actor.
A petición de Campion, ejercitó la actuación de método, la técnica a la que han recurrido nombres como Al Pacino, Daniel Day-Lewis o recientemente Lady Gaga (La casa Gucci) y Jeremy Strong (Succession). Esta implica mantenerse en el papel en todo momento, por lo que la cineasta al comienzo del rodaje en Nueva Zelanda lo presentó por su nombre ante el equipo, pero él posteriormente ni siquiera en las pausas se dirigía a sus compañeros de elenco o a técnicos como Benedict Cumberbatch. Y si alguien no lo llamaba Phil, no se daba por aludido.
Con Kirsten Dunst fue más radical: durante todas las filmaciones simplemente no le habló, con el fin de preservar fuera de escenas que en la historia permanentemente trata con desprecio a Rose. “No quería ser realmente malo con Kirsten, pero necesitaba mantenerme en el personaje”, indicó el actor a NME, defendiendo su aproximación al trabajo.
Siempre en la piel de Phil Burbank, dejó de asearse regularmente (“quería que la gente en la habitación supiera a qué olía”, dijo) y aprendió carpintería y a enrolar sus propios cigarros con una sola mano, al igual que se describe en el libro de Savage. En gran parte de las escenas de la película, el intérprete fumaba sin añadirles filtros a los cigarrillos, lo que le provocó tres intoxicaciones por nicotina. Además, la historia de la cinta demandaba algunas escenas de desnudos en un río, las que Cumberbatch rara vez ha tenido que realizar en otras producciones.
Con esa pila de anécdotas, su inmersión en el papel puede parecer que bordeó en los extremos, y que todo pudo haber sido un despropósito. Pero es todo lo contrario. El resultado paga cada decisión arriesgada y al límite: el filme de Campion no se entiende sin la presencia de Cumberbatch, a ratos exasperante, a ratos colosal, a ratos vulnerable.
Podría ser el rol que le dé el Oscar que no pudo conseguir en su primer intento, por su versión de Alan Turing en El código enigma (2014), según apuntan los pronósticos. Sin minimizar su entrega en El poder del perro, el actor reveló que esta vez lo más difícil fue tocar banjo como alguien que ha dominado el instrumento durante toda su vida, porque ese es uno de los pocos pasamientos que tiene su personaje. Eso, ha comentado, fue lo más “doloroso”.
Experiencias esenciales
Al salir del colegio, en los 90, un Benedict Cumberbatch de 19 años se tomó un periodo sabático. Abandonó su natal Inglaterra para dirigirse a la India, a un pueblo en la ladera a poca distancia de Darjeeling.
La idea principal de su viaje consistía en dictar un curso de inglés a monjes tibetanos –lo que efectivamente completó– pero durante su estadía, sin planificarlo, él y un grupo de amigos terminaron perdidos, sin comida y con escasas reservas de agua en una excursión en el Himalaya.
Más dramático fue cuando, en medio del rodaje de la miniserie To the ends of the Earth en 2005, fue víctima de un secuestro en Sudáfrica. Ambas experiencias, ha dicho, “me han hecho querer vivir una vida menos ordinaria”.
Su salto a la fama fue posterior, por lo que la manera en que ha construido su carrera también podría estar marcada por ese cambio de óptica en su existencia. Una trayectoria en que ha mezclado una versión teatral de Hamlet, una película para televisión sobre el Brexit (Brexit: The uncivil war, 2019) y filmes sobre personajes reales que han arrojado saldos dispares (El quinto poder, sobre Julian Assange; Una guerra brillante, en la que se puso en la piel de Thomas Edison), con su labor en algunas de las mayores franquicias de Hollywood.
Primero fue El Hobbit, luego Star Trek y finalmente Marvel, donde lleva cinco cintas encarnando a Dr. Strange, el hechicero del universo en que conviven Thor con los Guardianes de la Galaxia y Hulk. Tras debutar en 2016 con un largometraje en solitario y después compartir escenas con los Avengers, su última incursión es la película más vista en los cines en el mundo en este momento, Spider-Man: Sin camino a casa, donde se alía con el arácnido interpretado por Tom Holland.
Más honesto que la mayor parte de sus pares, Cumberbatch explicó recientemente qué le otorgan esas superproducciones basadas en cómics: “Es un papel bien pagado que me da cierta flexibilidad para tomar decisiones artísticas más audaces”.
Uno de esos filmes recientes y alejados de los blockbusters es The electrical life of Louis Wain (disponible para arriendo en plataformas digitales), en la que vuelve a acercarse a un personaje de la vida real: el inventor que luego se haría célebre como autor de psicodélicos cuadros sobre gatos. Otra es El Mauritano, estrenada a comienzos de año, donde asumió un rol algo más secundario, un coronel que quiere la máxima pena para un ciudadano mauritano recluido en Guantánamo tras el ataque a las Torres Gemelas.
En el corto plazo viene una película de Marvel bajo la dirección de Sam Raimi (Doctor Strange in the multiverse of madness, en mayo de 2022) y probablemente otro periodo de estadía en esa saga. Pero su futuro también está ligado a una definición que parece inclaudicable y que hace pensar que en paralelo seguirá prestando su voltaje actoral a proyectos más personales.
“No quería seguir apareciendo como un inglés elegante que habla rápido. Ese solía ser el principal impulsor. Pero ahora se trata mucho más de las personas con las que puedo trabajar”, dijo este año. Ya hizo una maravilla con Jane Campion, ahora que venga la siguiente.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.