Aurora Venturini: relatos de un bicho raro

Aurora Venturini

Cuentos secretos, se llama la última publicación de la fallecida escritora argentina en nuestro país, bajo etiqueta Tusquets. En sus páginas, toca algunas de las características que han caracterizado su obra, como una escritura densa, el particular uso de la sintaxis y los ambientes familiares.


Originalmente vio la luz en 2015, semanas después de la muerte de su autora, el 24 de noviembre de ese año, bajo la etiqueta Literatura Random House. Pero Cuentos secretos, el celebrado volumen de relatos de la escritora argentina Aurora Venturini, tiene una nueva vida. Hace poco tiempo llegó a las librerías chilenas a través de una edición de Tusquets.

Al estilo de una edición de cuentos reunidos, este libro agrupa los relatos en capítulos. Así, pasan Espécimen, Náuseas, Los tigres de Borges y Ulises. Aunque parte de los cuentos de Venturini -así como los de John Cheever- son algo así como novelas condensadas.

De esta dimensión podemos etiquetar a Espécimen, una pequeña novela-en-cuentos donde narra la vivencia de un personaje repugnante, con el rostro parecido a una lechuza. “Espécimen es cosa puesta en la vida por error de la naturaleza; fatal y malhadado fracaso; como el de los dinosaurios”.

Aurora Venturini

Pero también hay relatos “sueltos”. En el cuento Los tigres de Borges, Venturini hace un homenaje al autor de El Aleph, de quien recibió el Premio Iniciación, en 1948. “El ser borgiano inquiere en el difícil abecedario de la piel de los tigres, manifestado en los dibujos caprichosos de los cueros recubiertos de finísimos pelajes, a su vez, bella e impenetrable caligrafía jeroglífica de los textos antiguos, obra de escribas que ya son de piedra”, señala la autora.

En este pasaje observamos un rasgo distintivo de Venturini. Una escritura propia. Compleja, espesa, y que no se parece a nada.

A lo largo de los relatos que conforman este volumen, Venturini indaga en ambientes familiares de su natal La Plata. Sorprende colocando un narrador infantil, como en El patio, donde ve el mundo a través de los ojos de una niña; o Jovita, la osa, donde una chica algo incomprendida termina hablando con los animales y yéndose con unos gitanos.

O en Jerom a Babalú. Año 2978, donde se introduce en una narrativa futurista. En voz de dos personajes aborda la historia de penurias de la raza afroamericana. Pero también hace flashbacks al pasado, como en el brevísimo cuento El regalo, donde narra la penuria de un sufrido galeote en un barco de la antigüedad.

Aurora Venturini

“Mis seres son todos monstruosos”

La trayectoria de Venturini tiene bastante de particular. Se hizo conocida a un nivel relevante en el mundo literario a sus 85 años, gracias a la novela Las Primas. Bajo el seudónimo de Beatriz Portinari, la presentó al Premio de Nueva Novela Página/12, el cual ganó. Corría 2007 y una historia nueva comenzaba, aunque curiosamente para entonces ya llevaba una treintena de libros publicados.

En una de sus habituales columnas de Página 12, la escritora Mariana Enriquez -quien fue prejurada en ese galardón- la califica como “un bicho raro en la escena literaria”. Porque “las literaturas que han hecho su camino por la periferia –por las ediciones de autor, las plaquetas, los premios municipales– no suelen emerger y mucho menos en la vejez del autor. Ella se sabe anómala desde siempre, y sólo por ser escritora. Cree que los escritores son, en alguna medida, todos monstruosos. Y que escribir es algo muy serio”.

Basada en Las primas, Enriquez también rescata lo que decíamos, una escritura muy particular. “El cuadro de Las primas, relato iniciático entre la tragedia y el absurdo, se completaba con un elenco de personajes deformes, la ciudad de La Plata en los años ‘40 y una sintaxis radicalizada, que en ocasiones evitaba, por párrafos enteros, los signos de puntuación. ‘Si pongo el signo se me va la idea. Estoy loca’, decía entonces Venturini, poco después de ganar el premio. Era, también, una novela autobiográfica. Alucinadamente autobiográfica”.

De hecho, la misma Enriquez realizó posteriormente el prólogo de ese libro y tocaba la particular manera de escribir de Venturini. “El encuentro con la narradora de Las primas fue impactante. La sintaxis radical que evitaba la puntuación porque la ‘cansaba’, la brutalidad en la exposición de las miserias de los personajes, la inusitada falta de piedad para describir a una familia”.

Sobre eso último, otra dimensión que la autora de Cuando hablábamos con los muertos pone en el tapete, es el ojo que pone en lo familiar, aunque la misma Venturini reconocía que no era precisamente su fuerte: “Yo no soy muy familiera, nunca fui, pero siempre acabo escribiendo sobre mi familia, o sobre familias -dijo a Página 12-. Mis seres son todos monstruosos. Mi familia era muy monstruosa. Es lo que conozco”.

También admitió su carácter difícil, porque su único interés serio era la escritura: “Yo no soy muy común. Soy una entidad rara que sólo quiere escribir. No soy sociable. La única vez que me reúno con alguien es el 24 de diciembre.”

Cuentos secretos

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