Euphoria: por qué la serie con Zendaya se alzó como un drama esencial de la TV actual
La ficción de HBO sobre una joven adicta a las drogas y su entorno más cercano trascendió el género de historias juveniles –pese a serlo– y se convirtió en una respuesta frenética al dolor de crecer, a la pérdida y al amor no correspondido. Todo abordado mediante una apuesta visual y sonora estimulante y personajes queribles pese a su naturaleza errática.
El 2019 estaba llamado ser al año en que reinaría de manera excluyente Game of thrones gracias a la emisión de su ciclo final. Los pronósticos, sin embargo, no se cumplieron y el desenlace de la serie de fantasía incluso estuvo lejos de situarse dentro de lo mejor de la programación de HBO de esa temporada. Antes que el adiós de los Stark y los Lannister, hubo dos miniseries de alto vuelo (Watchmen, Chernobyl) y entre las producciones nuevas del canal brilló más que cualquiera Euphoria.
Protagonizada por la estrella juvenil Zendaya, la ficción ubicó como protagonista a una joven que vive en un equilibrio precario, acechada por las adicciones, el dolor de la pérdida de su padre cuando era niña y un entorno en el que jamás calza.
Podría haber sido material de un drama ramplón, pero en manos del guionista Sam Levinson la historia se adentra en territorios a los que los títulos juveniles rara vez se aproximan: lanzar apuntes atendibles sobre el dolor de crecer y la pérdida a través de la constricción de personajes reales, y envolver todo de una narración compuesta por recursos visuales y sonoros acordes con la era de sobre estimulación que marca el mundo actual.
Luego de más de dos años de ausencia –y el lanzamiento de dos capítulos especiales grabados en pandemia–, la serie regresa a la pantalla con la llegada de su segunda temporada este domingo a HBO y HBO Max. Una oportunidad para repasar por qué su debut dejó huella y alimenta expectativas de cara a su nueva tanda de episodios.
Zendaya, estrella global
En junio de 2019, a las puertas de estrenar la segunda parte de Spider-Man con Tom Holland, Zendaya le lanzó al mundo su mayor demostración respecto a cuán amplio podía ser su rango actoral. Rue Bennett, la joven de 17 años en rehabilitación por drogas que encarna en Euphoria, le puso el desafío de navegar por un diverso y complejo abanico de emociones, sin ninguna garantía de que fuera a salir airosa.
Pero incluso en los momentos más al límite (cuando reincide en su consumo, cuando amenaza con hacer estallar su núcleo familiar), la intérprete estuvo a la altura para convertir a su personaje en una figura palpable: errática y querible, contradictoria y fascinante. A su corta edad, el papel la llevó ganó el Emmy a Mejor actriz de drama –por sobre Olivia Colman y Jennifer Aniston– y sepultó definitivamente el mote de “chica Disney” que cultivó a raíz de sus inicios en las producciones televisivas de la compañía familiar.
Malcolm & Marie (2020), la película grabada en el primer año de pandemia en la que volvió a colaborar con Sam Levinson, fue una prueba inmediata de que está para grandes cosas y que títulos como la secuela de Dune –luego de darle una aparición más bien menor en la primera parte– sólo tienen que celebrar tenerla entre sus filas.
Un elenco coral
Cuando se anunció el proyecto de HBO, Euphoria sonaba como el vehículo para el lucimiento de Zendaya. La premisa se cumple con holgura. Pero la serie también es la vitrina de un puñado de nombres de bajo perfil o en ascenso que tras el estreno de la primera temporada subieron sus bonos. Alexa Demie y Sydney Sweeney le dan matices a dos estudiantes populares que viven diferentes sacudidas a lo largo de la historia, mientras que Jacob Elordi cumple como un iracundo joven que vive un tira y afloja con la protagonista. Lo propio hace Barbie Ferreira como una chica que vive un radical cambio tras mostrarse en cámara ante extraños en internet.
Todos contribuyen a dibujar el paisaje de dolor, seducción y vértigo de la ficción. Pero la mayor de todas las revelaciones es Hunter Schafer, la actriz trans que encarna a Jules, una recién llegada a la ciudad de la trama que provoca estragos tanto en el personaje de Zendaya como en otras figuras de la historia. Magnética y misteriosa, es hasta ahora el gran descubrimiento de la serie y parece cosa de tiempo para que tenga otros proyectos a la altura de sus virtudes.
La apuesta por las secuencias musicales
La serie confía a tal nivel en la conjunción de la música con la puesta en escena que el final de la primera temporada es protagonizado por All of us, una canción nueva que acompaña la última caída del personaje de Zendaya, hecha añicos tras la partida de Jules (Hunter Schafer).
La actriz aparece acompañada de un cuerpo de baile mientras suena un tema que interpreta ella junto al músico Labrinth, el autor de la banda sonora original de la serie, y el cierre deja con el corazón en la mano. La secuencia describió con contundencia la naturaleza arrojada y a ratos transgresora de la historia, donde muchas veces el estado emocional de los personajes es examinado mediante secuencias en que se amalgama música pop con predominio de los sintetizadores, con el despliegue de una cámara inquieta e incisiva. Puede haber momentos difíciles de ver, pero la producción conquista a punta de la experiencia que ofrece tanto a los ojos como a los oídos.
Dos especiales en una tecla diferente
A la espera de volver a encontrar un espacio en el calendario para grabar la segunda temporada, el creador de la serie, Sam Levinson, junto a Zendaya y Hunter Schafer terminaron ideando dos especiales de una hora que continúan las historias de Rue y Jules luego de que que tomaron caminos separados al final del primer ciclo.
Más austeros y con fuerte acento en el intercambio verbal y el viaje emocional de sus roles mientras sostienen conversaciones con un amigo y una terapeuta (se filmaron casi en totalidad en una una sola locación, adaptados a las condiciones del primer año de pandemia), ambos episodios dieron luces sobre la elasticidad del universo de Euphoria. Falta el estimulante despliegue habitual de la serie, pero fue una demostración de que la ficción también puede funcionar en una versión más recatada y desnuda de sus artefactos, quedando expuestos dos personajes con carne para seguir indagando en sus profundidades.
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