Muhammad Ali: esa poesía voraz que originó el hip hop

Muhammad Ali Sonny Liston Neil Leifer

A 80 años del nacimiento de uno de los deportistas más importantes del siglo XX, que deslumbró no solo al mundo del boxeo con su juego de piernas y reflejos, sino que también ejerció su influencia como importante figura social en temas como la lucha por los derechos de los afroamericanos, hoy en Culto repasamos una arista casi tan efectiva contra sus oponentes como su golpe de derecha: su capacidad oratoria.


En 1956, un joven Cassius Clay, de solo 14 años, ganaba su primer título de importancia en su carrera amateur: el Golden Gloves Championship para novatos en el peso semipesado. Se dice que sus primeros acercamientos con el pugilismo se dieron luego de que, a los 12 años, sufriera el robo de su bicicleta a manos de un asaltante mayor que él, tras lo cual, corrió para denunciar el hecho a Joe Martin, un policía de su natal Louisville, quien luego de escuchar los deseos del furibundo jovencito, que prometía golpear al culpable, le aconsejó que quizás pudiera intentar primero aprender el arte de golpear y no ser golpeado. O sea, el boxeo.

Y no solo siguió su consejo, sino que, al poco tiempo, despuntaría una de las estrellas más importantes en la historia de esa disciplina a nivel global. En su carrera profesional, donde cosechó 56 victorias en 61 combates, Muhammad Alí (nombre que adoptó luego de su conversión al islam), no solo demostraría ser dueño de una gran derecha y un portentoso movimiento de pies, muy alejado de la técnica tradicional, sino que también hizo gala con sus poemas y amenazas en conferencias de prensa y sesiones de entrenamiento que, si bien en ocasiones provocaban risas entre los oyentes, resultaban bastante efectivas: descolocaban a sus contrincantes y vaticinaban el resultado de sus contiendas.

Un beat con guantes de boxeo

En marzo de 1963, en un café frecuentado por artistas, poetas músicos y pintores, llamado The Bitter End, en la ciudad de Nueva York, un tembloroso pero imponente joven esperaba para hacer su debut y leer sus propios escritos. Cuando llegó su turno, Cassius Marcellus Clay se levantó de entre los asistentes, tomó su lugar frente al micrófono y comenzó a recitar su poema Oda al Campeón.

Según consigna el periodista español Enrique Meneses en un artículo publicado por aquellos años en el medio ABC, el boxeador dijo en su declamación: “En la Edad de Oro de Augusto Roma era gloriosa y excitante; pero Clay está abriendo un nuevo período dorado para el combate moderno. Dempsey era veloz, Joe Louis era hábil, Corbett un caballero y Sullivan el orgullo de Boston”.

Luego, cerró con una frase que, desde ya, sellaría todo lo que se vendría en su futura carrera: “La Edad de Oro del boxeo comienza con Cassius Marcellus Clay”.

Aquel año, participaría en tres combates: los ganaría todos. Si bien sus versos no eran precisamente dignos de Walt Whitman, y entre el público de la época eran escuchados con cierta sorna, con los años se le ha reconocido a Ali su brillante capacidad de discurso como un factor medular de su personalidad y de su leyenda.

El oráculo

Tal fue su reconocimiento como orador, que, a fines de 1963, mismo año de su debut en el The Bitter End, se estrenó el disco I am the Greatest con lo mejor de su repertorio.

“Esta es la leyenda de Cassius Clay, el más hermoso boxeador del mundo hoy en día, el suele hablar mucho y alardear aún más, sobre su increíblemente rápido golpe”, señala en una de sus más conocidas grabaciones homónimas al disco.

Los medios de la época veían en estos gestos un aura de vanidad, sin embargo, su fuerza vocal conseguía descolocar a algunos de sus oponentes. De hecho, su poema I am te Greatest vaticinó su victoria contra el expresidiario Sonny “El oso” Liston, en su primer encuentro en 1964, el que estuvo marcado en su previa, por los constantes agravios de Ali hacia su contrincante, costándole incluso una multa por conducta inapropiada.

Sin embargo, Cassius no solo se limitaría a las palabras, ya que, como una forma de provocación, colocaría una trampa para osos en su patio mientras estaba entrenando para la pelea.

En una de sus entrevistas previa a la gran noche, el futuro campeón prometió a los medios de la época que durante el combate “flotaría como una mariposa, y picaría como una abeja”, dando paso a una de sus más célebres frases.

Es más, en I Am The Greatest, Cassius, con todo ímpetu, vaticinaría: “Clay sale a enfrentar a Liston y Liston comienza la retirada, si Liston retrocede un poco más terminará sentado en la grada. Clay tira de zurda, Clay tira de diestra, miren al joven Cassius dominar la pelea”.

Llegado el gran día, por medio de sus ligeros movimientos de pies y fuerte pegada, Cassius Clay se llevaría la victoria en el sexto asalto, luego de que un lastimado Liston decidiera no continuar debido a molestias en su hombro izquierdo.

Tras el triunfo, un por entonces desconocido Cassius Clay le quitaría los títulos de The Ring, WBA y WBC de los pesos pesados a “El gran oso”. Tiempo después, el ahora campeón cambiaría oficialmente su nombre por el de Muhammad Ali tras su conversión al islam, comenzando así su leyenda, la que lo llevaría a obtener el campeonato mundial en Peso Pesado en los años 1964-1974-1978, convirtiéndose así en el primer boxeador en la historia en alcanzar en tres oportunidades el título.

Desde entonces no solo ocupó sus habilidades físicas para derrotar a sus rivales, sino también lo hizo mediante su retórica. Por ejemplo, muy recordado es lo acontecido durante su enfrentamiento con Ernie Terrel en 1967, quien cometió el grave error de seguir llamando a Muhammad Ali por el nombre de Cassius.

“Creo que Terrell se va a enfadar con el sonido de la campana. Anda por ahí diciendo que es un peleador de campeonato, pero cuando me enfrente, caerá 20 libras menos. Él piensa que es el verdadero campeón de los pesos pesados, pero cuando me conozca, solo será un vagabundo”, le espetaría Ali a Terrel en la previa de aquella pelea.

Y nuevamente volvió a cumplir; durante el combate, Muhammad Ali golpeo intensamente a Terrel durante 15 asaltos, lo que derivó en victoria por decisión unánime para el primero.

Durante la pelea, entre fuertes combinaciones que aterrizaban en el cuerpo de Terrel, se podía escuchar a un enfurecido Ali preguntando: “¿Cuál es mi nombre?”.

Para los especialistas en su carrera, la capacidad del deportista para hablar y tejer discursos ha sido considerada como el embrión de lo que después explotaría bajo las formas del hip hop. Vale decir, una retórica veloz, aguda, con una rival en la mira, sin matices, una mezcla entre orgullo personal y desprecio por el otro. Para muchos, es el mismo estilo con el que muchos raperos empezaron a improvisar en las calles a partir de los años 70 precisamente en Nueva York.

En dos palabras

Si bien durante sus 61 combates son incontables las ocasiones en las que provocó a sus rivales por medio de sus declamaciones y poemas, hubo entre ellas una frase tan breve, fugaz y letal como el mejor uppercut.

Y Muhammad Ali la conectó directo a la mandíbula, durante una charla en la Universidad de Harvard en 1975.

Al final de su discurso en el que instó a un gran grupo de jóvenes a que aprovecharan las oportunidades de las cuales él había carecido, la masa comenzó a gritarle de manera ensordecedora “queremos un poema, campeón”.

Tras bajar su mentón en señal de afirmación, Ali esperó a que se hiciera silencio en el auditorio. Se dice que, hasta ese día, el poema más corto en inglés según el libro de citas del escritor John Barlett, contenía tres palabras. Alí pronunció solo dos: “Me, we” (Yo, nosotros).

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