Cómo se quitó el velo al secreto mejor guardado de Gabriel García Márquez
Lo que empezó como un rumor en 2014, cuando el escritor colombiano falleció, este lunes se transformó en una noticia expuesta al mundo: la existencia de Indira, una hija que tuvo hace cerca de 30 años con la periodista y cineasta mexicana Susana Cato. La revelación también incluyó un “pacto secreto”, pero entre el autor de la nota y Dasso Saldívar, biógrafo del Nobel de Literatura.
Desde este lunes la biografía oficial de Gabriel García Márquez suma un capítulo inédito. La descendencia conocida del escritor de Cien años de soledad la componían Rodrigo García (1959), cineasta, y Gonzalo García (1964), diseñador, ambos frutos de su matrimonio de toda la vida con Mercedes Barcha. Eso hasta ahora.
La muerte del patriarca, el 17 de abril de 2014, y de su viuda, seis años después, pavimentó que se terminara revelando el que es considerado el secreto mejor guardado del Premio Nobel de Literatura 1982. Ayer el periódico colombiano El Universal publicó que el autor también fue padre de una hija junto a la periodista y cineasta mexicana Susana Cata, a quien tuvo como alumna en el Taller de Guiones que encabezó en la Escuela de Cine San Antonio de los Baños (Cuba), y con quien luego compartió la escritura del largometraje Con el amor no se juega (1991) y del corto El espejo de dos lunas (1990).
Aunque García Márquez nunca reconoció públicamente a su retoña, una productora de cine llamada Indira Cato que hoy tendría “entre 30 o 32 años”, según calcula su amigo Guillermo Angulo, hay antecedentes que exponen que el novelista y cuentista compartió con su única hija mujer. Incluso, detalló su entrañable socio al medio de Colombia, “le dio una casa en una zona muy bonita y un coche. En México saben que ella es hija de Gabo, pero todos allá son respetuosos de la vida privada”.
Gustavo Tatis Guerra, autor de la noticia, alude a una fotografía en que el escritor saldría retratado con Indira en sus piernas. “La sonrisa de felicidad que tiene Gabo con su niña en las piernas ¡no la olvidaré mientras viva!”, le comentó sobre la postal Dasso Saldívar, el biógrafo de la pluma detrás de El amor en los tiempos del cólera.
Con la intención de que todo se pareciera lo menos posible a la revelación de un escándalo, el develamiento de este capítulo de la vida de García Márquez fue producto de un exhaustivo y cuidadoso trabajo entre el periodista y Saldívar, además de la colaboración de emisarios comunes y amigos íntimos del círculo privado del novelista (los que en un principio mostraron mucho recelo de entregar información al respecto).
El nacimiento del rumor, que comenzó a esparcirse tras el fallecimiento del aracateño en 2014 –cuyos restos fueron despedidos en una ceremonia en el Palacio de Bellas Artes, en Ciudad de México–, llevó a que el biógrafo se dedicara a unir cabos hasta tener certeza de la existencia de Indira Cato.
Hace tres años, dice Tatis Guerra en una columna publicada por El País, se estableció “un pacto secreto para rastrear el destino de aquella niña, probar la noticia y buscar la mejor manera de contarla. Dasso estuvo de acuerdo desde un principio en que yo debía contar esa noticia monumental. Fue un desafío abrumador”. Por la envergadura del caso que tenían enfrente, el objetivo no era simple: “Dasso sugirió que eso debía contarse con sutileza y respeto por los seres humanos y las dos familias”.
El curso de la investigación los llevó hasta el círculo más estrecho del escritor. Pero se encontraron con un impedimento. “Por veneración a Mercedes Barcha”, nadie hablaba de la relación que mantuvo con Susana Cata hace tres décadas. La noticia semejó un “cataclismo emocional para Mercedes y para la familia”. En ese momento el secreto dejó de ser personal y pasó a ser del clan completo, incluidos sus hijos Rodrigo y Gonzalo, quienes perdieron a su madre en agosto de 2020 y en marzo llevarán sus cenizas a Cartagena de Indias para que reposen junto a las de su papá.
Ambos, por cierto, estaban al tanto de que el mundo conocería la existencia de su hermana secreta a través de las páginas de El Universal, donde por esas casualidades del destino, casi como un trayecto circular que se cierra, el autor comenzó su carrera como reportero en 1948.
“Los García Márquez apenas supieron de ella (Indira) la acogieron con la calidez y el cariño de ser miembro de la estirpe”, asegura Tatis Guerra en el medio español.
Tanto en el artículo de El Universal como en el posterior publicado en El País se ha puesto el foco en la carrera profesional de la hija del Nobel. Llamada así presuntamente en honor a Indira Gandhi y sin nunca tomar su apellido paterno, la joven estudió Literatura Dramática y Teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y se dedica a la producción de cine.
Ha estado detrás de documentales como el premiado Llévate mis amores (2014), dirigido por Arturo González Villaseñor, y con guión de ambos, en que se indaga en un grupo de mujeres mexicanas que regalan comida a los migrantes que viajan a Estados Unidos. También fue directora del corto de ficción ¡Qué grande eres, magazo! (2019), sobre un ilusionista y mago local. Y hoy está abocada al proceso de un documental que sigue a un grupo de parteras de Chiapas (Las hijas del maíz).
Nunca ha querido reclamar el apellido de su progenitor. Pero, según Tatis Guerra, “tiene la mirada profunda, las cejas negrísimas de su padre, y la mirada insondable de quien atraviesa las cosas con solo mirarlas”.
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