El viaje de retorno de Tau, el primer moai que vuelve del continente a Rapa Nui tras 152 años
Extraído desde la isla por una misión liderada por la corbeta O’Higgins -con un joven Arturo Prat entre sus tripulantes-, en 1870 el moai Tau dejó la isla y quedó en manos del Museo Nacional de Historia Natural. Luego de una serie de acuerdos y gestiones entre las autoridades chilenas y organizaciones de la comunidad Rapa Nui, la pieza de más de una tonelada hoy fue oficialmente devuelta a su lugar de origen e iniciará su travesía de regreso el próximo lunes 28.
Debieron pasar 152 años para que el moai Tau, pieza patrimonial hasta ahora resguardada en el Museo Nacional de Historia Natural, iniciara su retorno oficial a Rapa Nui. Tras las gestiones realizadas desde 2018 por los habitantes de la isla, representados por la Comisión de Desarrollo de Isla de Pascua (Codeipa), el Consejo de Ancianos y la Comunidad Indígena Ma’u henua, la figura esculpida en roca basáltica se embarcará este 28 de febrero en un viaje de vuelta a su hogar.
La oficialización del traslado del moai se concretó con una ceremonia celebrada la mañana de este lunes 21 de febrero en el museo. En Rapa Nui, la pieza será recibida en el Museo Antropológico Padre Sebastián Englert. Su retorno se da en el marco del Programa de Repatriación Ka Haka Hoki Mai Te Mana Tupuna, que busca la devolución de elementos sagrados y funerarios a la isla. En enero de este año se gestionó el regreso de cerca de cien “Ivi Tupuna”, restos de los ancestros del pueblo rapanui.
Según explican desde el Ministerio de las Culturas, el traslado de la escultura requirió del esfuerzo de un equipo multidisciplinario compuesto por personal del Museo Nacional, del Centro Nacional de Conservación y Restauración y de Astilleros y Maestranzas de la Armada (Asmar). Para lograr el descenso del moai, ubicado en el segundo piso del museo, se requirió una estructura de dos torres metálicas y un riel de traslación.
La escultura monolítica del moai Tau pesa 715 kilos. Se encuentra emplazada sobre una plataforma de hormigón que le añade otros 230 kilos. Para su traslado fue necesaria la construcción de una nueva base un poco más ligera que la original, además de requerir el uso de un embalaje especial para su protección, el cual suma 194 kilos. Con todo, la pieza suma un peso total de 1.255 kilos, los que debieron ser movidos hasta el camión encargado de trasladar el objeto a su lugar de embarque.
La ministra de las Culturas, Artes y Patrimonio, Consuelo Valdés, se hizo presente en la ceremonia de hoy. “Hoy es un día inédito. Por primera vez retornará un moai a la isla desde el continente. Sin duda que esto se enmarca en un trabajo que como ministerio iniciamos hace años con el retorno de diversas colecciones y ancestros a su tierra natal. Es importante destacar que este proceso no es sólo un bien cultural, sino retornar un ancestro e instalar una nueva forma de relación del Estado con la comunidad Rapa Nui”, declaró.
Cabe destacar que para el pueblo Rapa Nui, los moais representan el espíritu de sus antepasados, los que se consideran la encarnación viva de una persona. Así, la comunidad guarda con los objetos funerarios y materiales ceremoniales una relación trascendental, siendo considerados tan vivos como los miembros actuales de sus comunidades.
Una travesía por el océano
Corría el año 1870 y el por entonces ministro de Marina, Francisco Echaurren, quien fuese conocido como el primer chileno en realizar la hazaña de dar la vuelta al mundo -al más puro estilo de las novelas de Julio Verne-, daba instrucción por medio de una misiva dirigida al comandante de la corbeta O’Higgins, José Anacleto Goñi, de traer a su regreso una estatua para enriquecer la colección del Museo Nacional, dirigido en aquellos años por Rudolfo Philippi.
“Usía encargará al comandante que traiga una o dos con el objetivo de colocarlas en el museo. Debo prevenir a US. a este respecto que esas estatuas pesan algunas toneladas y que su transporte a la costa para ser embarcadas sería muy difícil y hasta imposible si no se llevan de Valparaíso los elementos necesarios a esa operación. Usía dispondrá lo conveniente sobre el particular. Indico a US. que lleven a bordo para ese fin uno de los carros en que se transportan cañones”, escribiría Echaurren en 1870.
El encargo consistía en realizar una misión de instrucción hacia el océano Pacífico con destino a la Isla de Rapa Nui. El capitán a cargo de la tripulación, compuesta por los cadetes de la Escuela Naval y de la Escuela de Aprendices de Marineros, Ignacio Luis Gana, contaba entre sus tripulantes a un joven Arturo Prat de 22 años.
Tras zarpar, la corbeta O’Higgins arribó a la isla durante la madrugada del 23 de enero. Sin embargo, a su llegada, y poco antes de establecer contacto con la costa, los vigías de la embarcación divisaron un pequeño bote en cuyo borde flameaba una bandera francesa.
A medida que se aproximaban a la misteriosa barca, poco a poco los tripulantes de la corbeta O’Higgins pudieron distinguir la figura del exmilitar y marino francés Jean-Baptiste Dutrou-Bournier, quien se encontraba con un grupo de personas oriundas del lugar. El grupo, tras constatar la llegada de los visitantes, se ofreció raudamente a guiar el barco para anclar en las paradisíacas costas de Hanga Roa.
Por aquel entonces, la figura de Dotrou-Bornier era sinónimo de polémica. Siendo principalmente reconocido por su participación durante la Guerra de Crimea, tras lo cual se hizo marino mercante, fue posteriormente sentenciado a muerte por el delito de tráfico de armas en Perú, siendo liberado gracias a la intervención directa de la diplomacia francesa.
Tras su absolución, el exmilitar se instaló en Tahití, lugar en el que se dedicó al juego, donde adquirió una impagable deuda, resolviendo finalmente huir hasta la isla de Rapa Nui en 1868. Ya establecido, tomaría a la fuerza como esposa a Koreto Pua A Kurenga, nativa de la isla.
Dotrou-Bornier se encargó de denominarla reina, título mediante el que se adjudicó una milicia local que batalló contra los misioneros que por aquellos años se encontraban en la isla, con el fin de establecer un protectorado francés.
El principal negocio que estableció fue inaugurar el primer rancho de ovejas en Rapa Nui, el cual traería consigo grandes abusos contra los nativos de la zona, a quienes posteriormente se les relegó a un sector de aproximadamente mil hectáreas del que no se les permitía moverse, “por miedo” a que robaran animales.
Así, según consta en el diario de navegación del capitán de fragata Luis Lynch, Dotrou-Bornier fue quien ofreció a la tripulación del O’Higgins un par de moais. Sin embargo, dadas las dificultades técnicas que esto involucraba, además del peso con el que ya contaba la embarcación, resolvieron finalmente llevar solo un ejemplar.
“El comandante, el capitán Lynch y el capitán Gana han visitado a los misioneros y enseguida, guiados por el capitán francés y actualmente de la isla Mr. Dutrou-Bornier han inspeccionado dos ídolos vecinos a la orilla. Se dice que uno es enorme y se renuncia a traerlo. El más pequeño, en perfecto estado, es obsequiado por el capitán Bornier”, escribiría Lynch en 1870.
De esta forma, antes del mediodía de aquel 24 de enero, el moai ya se encontraba instalado en el desembarcadero sur de Hanga Roa, preparado para abordar.
“A las tres horas a bordo y traen al costado esta curiosidad. Se iza por un penol y atrinca a popa en lugar conveniente. Ha despertado gran curiosidad a bordo. Es una tosca figura de hombre labrada en un trozo de piedra volcánica de un metro y medio de alto por 50 centímetros de grueso y 80 de ancho. En el rostro está perfectamente conservado el dibujo original, teniendo los ojos figurados por las cuencas. Los brazos deformes penden por el costado cruzando sus manos sobre el vientre, pero con relieve muy escaso. Tiene la figura el aspecto de los antiguos ídolos hallados en las cavernas o ruinas de los monumentos trogloditas”, anotaría Lynch en 1870.
A su llegada al continente, tanto el pequeño moai, así como también otros bienes y artefactos traídos de la expedición, entre los que se encontraban figuras antropomorfas de madera y dos tablillas rongo-rongo, fueron entregados por el comandante Ignacio Luis Gana al director del Museo Nacional, Rudolfo Philippi, con el fin de completar la colección polinésica.
Así, el 16 de marzo de 1870, el moai y los demás objetos comenzaron a formar parte del museo, cuando éste se encontraba aún en el centro de Santiago, previo a la construcción de su actual sede en Quinta Normal.
Desde entonces, el moai se mantuvo inamovible en su lugar hasta 2010. Sin embargo, tras el terremoto del 27 de febrero, el ejemplar tuvo que ser sacado de la Sala Rapa Nui del museo, debido a daños en el edificio, tras lo que pudo ser visitado exclusivamente de manera virtual hasta su actual retorno a la isla de Rapa Nui.
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