Desde Dentro, de Martin Amis (Anagrama)
Probablemente es el autor más escandaloso y brillante de su generación. Insolente, divertido, desde luego irregular, Amis es un autor provocativo y de una enorme inteligencia literaria. Su nuevo libro se lee como una novela vagamente autobiográfica o una memoria abrazada al placer de la ficción. Veinte años después de Experiencia, el libro escrito a la muerte de su padre, Amis recrea episodios de su vida y se detiene en preguntas y reflexiones en torno al amor, la muerte, la literatura. Atraviesan la narración sus novias, sus hijos, su padre, su hermana muerta, y sobre todo tres figuras: Saul Bellow, su maestro; Christopher Hitchens, su gran amigo, y Philip Larkin, su padre putativo. Por cierto, hay más: opiniones literarias, el 11-S, Irak, sueños y meditaciones. Un libro formidable y que reserva páginas conmovedoras dedicadas a sus grandes amigos.
Mentes Maravillosas, de Ian Stewart (Crítica)
Durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas del Eje diseñaron un sofisticado sistema para transmitir mensajes cifrados. El código Enigma era muy complejo y los alemanes lo consideraban indescifrable. Pero el matemático Alan Turing, parte del equipo de criptoanalistas británicos, descubrió la debilidad del algoritmo y diseñó una “bomba” que permitía descifrar los mensajes de Enigma. Tras la guerra Turing se dedicó al diseño de las primeras computadoras; además, era un atleta excepcional (corría el maratón en 2 horas 46 minutos) y era gay. En 1952 fue acusado de conducta obscena y recibió un trato deshonroso. Turing es uno de los 25 grandes matemáticos que recoge este libro, que traza un recorrido por la vida y las ideas de las mentes que dieron forma a las matemáticas, desde la Antigüedad al siglo XX .
Piña, de Gonzalo Maier (Literatura Random House)
Como artista contemporáneo, Horacio Piña era un experto en formularios: rellenaba postulaciones, describía proyectos, adjuntaba documentos para fondos y becas. En la práctica ser artista era más un trabajo burocrático, y de una acentuada precariedad, que una vocación romántica. Piña vivía entre Berlín y Chile, y en una de sus visitas al país se enteró de la muerte de una reputada y resistida crítica local, la crítica que había sido capaz de leer el arte ininteligible de los años 80 y cuyos juicios lapidarios el mismo Piña había sufrido. De pronto, la crítica comenzó a visitarlo en calidad de fantasma. En una de sus visitas, mientras Piña estaba en un baño, ella le dice: “Estás más muerto que yo”. Con ironía e ingenio Gonzalo Maier escribe una novela breve que explora en las verdades, las imposturas y los fantasmas de la escena del arte.
La Memoria del Bosque, de Sara Bertrand y Elizabeth Builes (Cataplum)
Una madre y su hija suben a su camioneta. Llevan sus plantas, su bicicleta, el gato. La madre comienza a contar una historia, protagonizada por una princesa en un estanque. “No”, dice la niña. “Las princesas viven en castillos o torres abandonadas, cuidadas por dragones”. Pero esta princesa, dice la madre, vivía en un estanque hace siglos, y desde allí miraba el mundo. A veces, la princesa recordaba un camino, árboles, hombres, y un grito: ¡Dragón! De pronto un gato se acercó al estanque y la invitó a salir, pero la princesa tenía miedo de dejar las aguas. Mientras la madre cuenta la historia, la niña la interrumpe, hace preguntas. La madre la escucha y con su narración va generando un espacio de encuentro, de imaginación y también de memoria, mientras ambas llegan a habitar su nueva casa.