Un “Muchas grazias”, pasado por un fuerte acento ruso fue lo primero que soltó el rubicundo Egor Shkutko cuando saludó al respetable que llenó buena parte del Teatro Caupolicán la noche del sábado, en el esperado debut en Chile de los bielorrusos Molchat Doma, el fenómeno musical del último año. La audiencia bramó, con los celulares en alto y las ganas de bailar más a tope, antes que el beat martillado e implacale de Zvezdy, el segundo tema de la noche, marcara la explosión.
Mientras el juego de luces potenciaba la sensación de discoteca, el compuesto Shkutko comenzó a agitar los hombros siguiendo el pulso disparado desde la caja de ritmos, aunque aferrado al atril del micrófono; por momentos parecer flamear con la música. En las plateas y la cancha, la audiencia ya siente como si el show se hubiese realizado en su ubicación original antes de su traslado a San Diego por el éxito de ventas; la discoteca Blondie, clásica de la noche santiaguina, en que nunca ha dejado de sonar el catálogo post punk, dark y ochentero, inspirador de la propuesta del trío.
En escena, Molchat Doma suena afiatado. Salvo la ventana de enero y febrero, el grupo ha girado desde noviembre de 2021, en su tour mundial cuyo tramo sudamericano se abrió en Bogotá; por ello se ven en forma y su sonido de directo permite comprender con claridad a cada instrumento. El guitarrista/teclista Roman Komogortsev, impertérrito, maneja los tiempos desde la caja de ritmo, mientras lanza sus riffs filosos bañados en chorus y delay, además de manejar los teclados new wave revival en algunos temas. De su lado, el bajista Pavel Kozlov mantiene el pulso con precisión y se permite algún desmadre más rockero que sus compañeros.
Pero buena parte del show, descansa en la performance de Shkutko. Aunque luce contenido y su fuerte no es la afinación, acompaña las letras con una interpretación cargada de dramatismo y sentido teatral, potenciado por el juego de luces que lo hacen lucir como un espectro que canta algo encorvado; algo así como el juego operático de Morrissey con el encanto de Dave Gahan. Apenas pronuncia un seco “spasiba” (gracias), al terminar alguna canción. Pero el público lo sigue con fervor y no pocos chamullan algunas de las letras. Cuando pasa Ya Ne Kommunist, algunos entonan el pegajoso estribillo mientras las luces rojas, a tono, crean un marco de apocalipsis soviético.
Con apenas tres discos en un lustro, Molchat Doma se ha labrado una fanaticada fiel. Un público veinteañero y millenial que conocía su repertorio -básicamente el mismo que han tocado en el tramo latino de su gira mundial- y además llegó al recinto de calle San Diego luciendo la ropa negra de rigor, cadenas, bototos, collares de tachas y todo el artilugio dark y new wave propio de la estética oscura que la banda ha cultivado en sus discos. Pero asimismo sigue con total fervor los temas más bailables sostenidos en los teclados que tocan con precisión Komogortsev y Kozlov. Mientras, Shkutko alterna entre el dramatismo y el sosiego.
Probablemente, se trate de una juventud que conecta con el texto desesperanzado y oscuro de las letras del grupo pese a la distancia lingüistica; “Mira por la ventana oscura, su reflejo, miras lejos donde las casas están en silencio”, canta Shkutko en la canción del primer álbum que da nombre al grupo y es bailada por la multitud, casi a la mitad del show. Y la energía no decayó. Más con algunos momentos especiales; antes de tocar Tantsevat’, Komogortsev hizo un guiño a las preferencias de la banda con una pasada al riff de A forest, el clásico de The Cure. Su música tiene la fibra oscura de la era más new wave y dark del combo de Robert Smith, que mantiene su popularidad intacta en la muchachada que de inmediato brama con un grito otoñal desde las entrañas de la capital.
Hacia el final el set decantó hacia los temas bailables y reconocidos como Discoteque y Na Dne -con su aire a lo Depeche Mode-, que adelantaron la fiesta postshow y tras la pausa, vino el bis con el momento más esperado; allí sonó Sudno, el megahit que desató la popularidad de la banda y que en el Caupolicán se escuchó en todo su potencial, mientras Shkutko bailaba en su estilo, algo así como un Ian Curtis de las estepas de europa del este.
Pero el show de 20 canciones mostró que Molchat Doma es una banda que se ha tomado las cosas en serio, más allá de su reconocimiento como fenómeno surgido al alero de internet; cuentan una estética definida, un sonido claro y bien defendido en vivo, además de un repertorio ya asentado que además se potencia con los hits conocidos por una generación de jóvenes que los ha marcado como referente ¿será un show fundacional?¿se formarán bandas a partir de este evento? muy prematuro saberlo. Al menos, la oscuridad les viene muy bien.