Aunque sus inicios y esferas creativas fueron diferentes, los caminos de Inti-Illimani y Los Jaivas, bandas ineludibles en la historia de la música popular chilena, en algún momento se cruzaron en Europa en los días en que intentaban vivir de la actividad. Misma cosa con otras agrupaciones como Quilapayún o Illapu, marcadas por el rigor del exilio. “No era fácil encontrarse porque cuando uno estaba tocando en un lado, los otros podían estar en sitios distintos -recuerda Jorge Coulon, de Inti-Illimani, sobre esos años de camaradería en el viejo mundo.
Pero aún así, había algunos espacios. “Hicimos tres temporadas en el Teatro de la Ville -recuerda el músico-. Uno tocaba dos semanas seguidas en un programa que era de 6 a 7 de la tarde, para la gente que salía de las oficinas. Entonces tocábamos los conciertos y después teníamos todo el resto del tiempo para nosotros. Era el momento en que nos encontrábamos con el resto; recuerdo muy bien un encuentro en la casona de Los Jaivas, con Isabel Parra, que fue bien loco porque se empezó a montar una euforia musical, fue un encuentro muy bonito, nos marcó”.
Por entonces era una niña, pero la baterista de Los Jaivas, Juanita Parra, todavía recuerda algo de esos encuentros musicales en la gran casona de Les Gycines que albergaba a todo el clan. “Me acuerdo de la Isabel que cantó harto con nosotros, así como los encuentros con Pato Castillo, gran músico chileno que tocó con Quilapayún y también participó mucho con los Jaivas. También con Illapu que vivían en Francia; con ellos recuerdo con más frecuencia ir a tomar once a la casa, compartir instancias más familiares”.
Hoy, ambas bandas, que suman más de medio siglo de trayectoria, discos, viajes y penurias, se reúnen en el escenario. A su concierto conjunto agendado para el próximo 6 de mayo, en el Teatro Caupolicán, le acaban de sumar una nueva fecha por éxito de ventas; así, ambos conjuntos también actuarán el día 4 del mismo mes, cuando ya esté en vigencia el fin a la restricción de aforos para los espectáculos culturales. “El concierto del día 6 tiene que hacerse con los aforos que había antes de esta resolución, entonces, entre otras cosas, se agrega un nuevo concierto porque va a ser con aforo libre”, explica Coulon.
Desde su vereda, Juanita pone en contexto la importancia del recinto de calle San Diego, donde ella misma tuvo la chance de tocar durante la gira del álbum Hijos de la Tierra (1995), una vez integrada al grupo. “Es un escenario muy importante, bien encantador, porque está la gente arriba, el público casi te rodea. Y cuando dos grupos como los nuestros se mantienen tanto tiempo musicalizando la historia de un país y estar ahora saliendo de un momento tan difícil mundialmente para la cultura, qué mejor que hacerlo de la mano de otros colegas músicos”.
Pero más allá del encuentro en el escenario y fuera de él, ambas bandas, desde sus diferentes trayectorias (los Inti vinculados a la Nueva Canción Chilena y los viñamarinos a la fusión latinoamericana con tintes de rock), han generado una admiración mutua que dicen, se ha afianzado con los años. Así lo piensa Juanita Parra. “(Inti-Illimani) son compañeros con los cuales uno ha ido construyendo la música de un país, ellos han sido más poderosos en sus palabras, muy comprometidos con su pueblo y eso se reconoce en sus canciones. Además son como una caja musical de instrumentos que se van mezclando, abrieron fronteras y dieron a conocer la música de nuestro país que tiene mucho valor para las nuevas generaciones”.
Por su lado, Jorge Coulon destaca la musicalidad de los viñamarinos y su propuesta de vida comunitaria como aquellos elementos más admirables. “Los Jaivas es una institución legendaria en el más amplio sentido de la palabra, pero además es una revolución musical también; la propuesta que ellos lanzaron hace varias décadas tenía tal fuerza que fue como un Big bang. No es extraño que hayan sobrevivido todo este tiempo por la potencia enorme de su propuesta”.
Y aunque se le pregunta por aquellos años en que a los de Todos Juntos se les acusaba de ser apolíticos y de no manifestar suficiente compromiso político, Coulon remarca que para él eso no era un problema. “En absoluto, yo creo que hay que separar planos también; el primer compromiso de Los Jaivas y el nuestro también, es con la música, con el arte. Que uno lo afronte desde distintos planos, de la militancia o la participación activa, si tú quieres, es otro cuento. Pero nadie puede arrogarse mayor o menor mérito artístico por ser más o menos comprometido. Yo creo que todos somos comprometidos con la humanidad. Los Jaivas han sido militantes del respeto a los pueblos originarios, al pueblo mapuche por ejemplo”.
Una idea que también remarca Juanita. “Tenemos un compromiso muy grande con las primeras naciones, un respeto por las trutrucas, el kultrún, las rítmicas ancestrales que son parte de nuestra música. Cada vez que hacemos sonar una trutruca es con esa fuerza”.
Ambos prefieren destacar el camino como agrupaciones que se han reinventado y han sobrevivido incluso a golpes tan fuertes como la muerte de integrantes y las tensiones que han marcado quiebres internos. “Los Jaivas siempre ha sido una experiencia tribal, en ese sentido de alguna manera los chilenos hemos participado y hemos sufrido las tragedias familiares que han tenido, las pérdidas, el padre de Juanita, el Gato Alquinta -señala Coulon-. Nosotros hemos tenido un recorrido desde otro origen, pero hay un transcurso, hay una esencia que se ha mantenido, que es ser parte, involuntariamente, de una identificación nacional. Eso nos envuelve a todos”.