A inicios de 2020, Melissa Aldana sintió que su mundo se derrumbaba. La pandemia había forzado el cierre de teatros y clubes y provocaba sensibles pérdidas en la escena del jazz. A nivel personal, la saxofonista radicada en Nueva York vivía su propia crisis, la ruptura de una larga relación de pareja. Comenzó entonces un proceso de introspección y de búsqueda que la conectó con sus temores y sus demonios, con antiguos dolores y que eventualmente encendió sus luces creativas.
-Ha sido súper importante confrontar mis emociones, entender lo que estaba viviendo. Darme cuenta de que puedo cuidar de mí misma, que estoy bien sola y que está bien pasar momentos malos y levantarse y aprender de esa situación. Es algo súper importante para crecer -dice.
Durante ese año se reunía a tocar con Pablo Menares y Kurt Abadey, bajo y batería de su banda, y paralelamente se inició en el estudio del tarot. Leyó a Alejandro Jodorowsky, exploró en su pasado y volvió a componer. De ese modo comenzó a escribir 12 Stars, un tema alusivo a las 12 estrellas de la corona de la Emperatriz. “En numerología y en el tarot la Emperatriz es un símbolo de creación”, cuenta.
Un año después terminó la composición de 12 Stars. Para entonces, con la incorporación del guitarrista Lage Lund y el pianista Sullivan Fortner, ya había dado forma a un nuevo disco que tomó su nombre de ese tema. “Para mí representó el cierre de un ciclo, el 2020, los 12 años, 12 años en Nueva York, todas las historias que pasé. Entonces decidí llamarlo 12 Stars, que habla de la finalización de un periodo de mi vida”, cuenta.
Quinto disco de su trayectoria, 12 Stars es su debut en Blue Note, el sello que en 70 años ha diseñado un catálogo de excelencia, desde Thelonious Monk, John Coltrane, Lee Morgan, Herbie Hancock y Wayne Shorter a Gregory Porter y Norah Jones.
-Es un honor ser parte de ese linaje, también es una responsabilidad súper grande y motivadora. Y es muy inspirador tener la posibilidad de presentar algo que es súper honesto para mí.
Publicado en marzo, el disco ha recibido elogiosas críticas y tiene a Melissa Aldana en la portada de la edición de abril de la revista DownBeat. Y mientras Jazziz destaca la “inteligencia, belleza y probidad expresiva” del álbum, The Times de Londres anotó: “Uno podría esperar un grito musical de dolor, pero esta es una colección sofisticada, misteriosa y silenciosamente poderosa, definida por el estilo sutil y gentil de Aldana”.
A inicios de marzo, Melissa Aldana tuvo la oportunidad de hacer otro debut: se presentó con su quinteto en The Village Vanguard, uno de los clubes de jazz más prestigiosos de Nueva York. Ciertamente, para ella fue un momento especial tocar en el escenario donde Sonny Rollins, Bill Evans, Coltrane o Wynton Marsalis grabaron memorables discos en vivo. “La responsabilidad que significa tocar allí es súper heavy. Pero una vez que tocamos fue muy emocionante. Fue una experiencia profunda y muy especial, y sentir la energía de todo lo que ha pasado ahí”, dice. Según la emisora WBGO, “hizo un debut radiante en el escenario más icónico del jazz”.
Melissa Aldana habla por Zoom desde su habitación de hotel ubicado a minutos de la Universidad de Michigan, donde es artista en residencia. Por estos días emprende una gira de presentación de 12 Stars que la llevará a Holanda, Francia, Alemania, Suiza, España e Inglaterra.
Integrado por ocho cortes, el disco tiene un tono reflexivo que se mueve entre el lirismo, la calidez y una jovial fuerza expresiva. Su disco anterior, Visions, que le significó una nominación al Grammy, se inspiraba en el arte de Frida Kahlo. Ahora sus nuevos temas se concentran tal vez más en su propia intimidad: entre ellos destacan Falling, que abre el conjunto y habla de su ruptura con singular energía; Emilia, dedicado a una hija con la que suele soñar; The Bluest Eye, inspirado en la novela homónima de Toni Morrison; Los Ojos de Chile, basado en su impresión del estallido social en nuestro país, y 12 Stars, que cierra el álbum.
“Fue un proceso de un año”, cuenta sobre la producción. “Yo empecé a estudiar el tarot y a escribir música inspirada en cada uno de los Arcanos Mayores. Fue un proceso de estudio, de escribir, de tocar con los músicos de mi banda e ir de a poco armando el disco”.
¿Qué relación tenía con el tarot?
En mi familia siempre hubo interés en el tarot, es algo que ha fascinado a mi mamá. Tengo una tía abuela que lee las cartas y tías que son médiums. Entonces siempre estaba esta cosa esotérica en mi familia.
Entiendo que uno de los autores que estuvo leyendo fue Jodorowsky.
Sí, el tipo de tarot que hace él es súper interesante: lo que significa el tarot en relación al proceso personal, más que como adivinación del futuro, sino el linaje y la historia personal. Y me sirvió mucho para ver lo que yo estaba pasando y para entender por qué estaba viviendo todas esas cosas.
¿Cómo conecta la crisis con la creación? ¿Fue un impulso creativo?
Sí, o sea, obviamente también he tenido altibajos y no ha sido un proceso fácil, pero tampoco creo que escaparse de eso sea bueno. Para mí ha sido muy importante confrontarlo, enfrentar los miedos y los demonios o las sombras que tengo de mi niñez. Jodorowsky habla mucho del tarot terapéutico, la historia con la mamá, la historia con el papá, de dónde vienes. Y a pesar de que al principio no quería confrontar estas situaciones, fue un aprendizaje muy importante.
¿Cómo logró desde una situación de crisis componer música que transmite sutileza, calidez, luminosidad?
Nunca he parado de tocar y para mí es una manera de conectarme. Escribo música en relación a lo que estoy sintiendo. Y por eso también es importante contar la historia de la música del disco, porque una de las cosas que han sido súper importantes de la pandemia es la importancia de las conexiones humanas, de las relaciones con la gente. Y una manera para mí de conectarme con los demás es a través de los problemas y de las cosas que nos pasan a todos, en realidad. Escribir música y contar la historia es una manera de conectar con la gente y con mi proceso personal.
Falling es una muestra de ello: un tema que habla de pérdida, pero no en forma sombría, sino con cierto ánimo alentador.
Yo creo que está todo conectado con quién uno es. Y al momento de tocar el proceso personal y el proceso musical son muy parecidos. O sea, ser vulnerable, permitirse abrirse y simplemente tocar. Y eso es un espacio que da miedo. Es lo mismo que en la esfera personal. Siempre he puesto todo lo que siento en la música, quizás ahora mucho más conscientemente. Y a pesar de que ese era el inicio del tema, el momento vulnerable, lo grabé en un momento diferente de mi vida, cuando las cosas empiezan a levantar. Siempre he creído que sentirse incómodo y estar bien con eso es lo mejor que te puede pasar para poder aprender.
En el disco hay un tema que nació de un sueño, Emilia, que incluye la voz de una niña pequeña. ¿Cómo fue su composición?
Hubo una parte de la pandemia en que estaba teniendo sueños muy locos y me costaba dormir. He tenido sueños antes donde llamo a mi hija Emilia, y eso siempre me ha dado vueltas. Pero esta vez me desperté escuchando la melodía que le cantaba y eso se transformó en el tema. Y luego Lage, que produjo el disco, agregó la voz de su hija al final del tema.
También incorpora un tema inspirado en la novela Ojos azules, de Toni Morrison. ¿Qué relación tiene con ella?
La novela habla de esta niña que es afroamericana y que crece con la idea de que tener los ojos azules o el pelo rubio es signo de grandeza o de alguien mejor. Y yo me acuerdo que en Chile también crecí mucho con esa idea. Siendo de clase media en mi barrio de Independencia, yendo a un colegio no tan pituco, fue algo que me quedó marcado, porque todas las niñas querían tener los ojos azules o ser rubias. Y nuestras mamás nos compraban lentes de contacto y caminábamos por el colegio con nuestros ojos azules. Y aunque era un juego para nosotras, me quedó muy marcado. Y lo recordé cuando estaba leyendo el libro y me llevó a preguntarme qué es lo que nos hace bonitas en nuestra sociedad
¿En Estados Unidos ha enfrentado algún sesgo?
No, realmente. O sea, más que nada el sexismo por ser mujer, pero siento que no he tenido tantas experiencias malas. He sentido mucho respeto de mis pares y del medio; obviamente he tenido situaciones de ser discriminada por ser mujer, pero no es algo que se ha quedado conmigo. En cambio, esto de usar ojos azules y tener esta idea como de ser inferior por ser de Independencia, no sé, es una cuestión que he conversado mucho con Pablo (Menares), como sentirse inconscientemente inferior. Me acuerdo que íbamos como mi papá a la casa de un amigo en La Dehesa y tenía esa sensación como de inferioridad por una cuestión de plata. Fue algo que siempre me molestó mucho y ahora que estoy pasando por este periodo de crecimiento personal y leyendo libros, son cosas que resuenan conmigo.
Hay otro tema vinculado con nuestros país, Los Ojos de Chile.
Sí, lo escribí en 2020, un poco después del estallido social. Yo siempre he tenido una relación interesante con Chile, creo que tiene que ver con mi historia familiar. Pero también había como un rechazo, no sé por qué, tal vez tiene que ver con el colegio al que fui, no me trataron muy bien, no tuve buena relación con mis compañeros y compañeras y no sentí que tenía unas raíces muy fuertes. Pero cuando ocurrió el estallido social y comencé a ver a amigos, gente conocida, a mi familia protestando para lograr un cambio, me llenó mucho y me hizo sentirme parte de algo más grande, de que soy chilena. Entonces quise escribir un tema para la gente que estuvo protestando y que perdió su vista por las bombas lacrimógenas o los balines que recibieron de los carabineros.
A veces se mira el jazz como un género abstracto, poco conectado con las experiencias reales de las personas o más bien distante de los procesos de cambio social. Pero desde Billie Holiday a Charles Mingus hay notables ejemplos de músicos de jazz que sin renunciar a la excelencia artística buscaron concientizar sobre problemas sociales. ¿Esto es algo que le hace sentido?
Sí, absolutamente. O sea, yo creo que como artistas tenemos que reflejar los tiempos que estamos viviendo como sociedad y nuestra historia personal. Para mí es importante haber escrito un tema en relación a eso, porque es algo importante que está pasando en mi país, algo de lo cual me siento orgullosa, de las cosas buenas y no tanto, solamente de ver la energía de la gente que quiere hacer un cambio para las generaciones futuras. No lo hago como una obligación, sino que de verdad es una conexión profunda y una reflexión de los tiempos que en estamos viviendo.
¿Este nuevo ciclo la encuentra en un momento de madurez artística?
Yo siempre estoy estudiando, siempre estoy pensando cómo puedo mejorar. Entonces el proceso es constante, es algo de todos los días y lo que llega al disco ahora es producto del trabajo que he hecho estos últimos dos años.
A los 24 años, hace casi 10, ganó el concurso de saxofón Thelonious Monk, y hoy es considerada una de las saxofonistas tenor más virtuosas. ¿Cómo resuelve la relación entre talento y trabajo?
Yo estudio todos los días, porque tengo la experiencia de que si estudio todos los días puedo avanzar y avanzar en términos mucho más profundos. El tipo de práctica que yo hago no es solamente cómo mantener la virtuosidad, sino que tiene que ver con la investigación constante, tratar de entender qué es esto, qué es lo otro y cómo puedo mejorar. Si quiero profundizar y crecer con la experiencia, el estudio es fundamental. Tener más conocimiento es lo que me da la libertad para desarrollar mi creatividad.