Gabriela Wiener: “Lo contradictorio es lo que me parece más novelesco”
La escritora peruana acaba de publicar en nuestro país Huaco retrato, su primera novela, donde mezcla tres historias en una sola narración. Un antepasado que robó piezas precolombinas, un padre fallecido del que descubre un secreto y una relación poliamorosa que naufraga. Sobre la base de estos elementos, reflexiona sobre los cuerpos, la inmigración y lo racial.
Tres libros entrelazados en uno, eso es lo que llama la atención al leer Huaco retrato, editado recientemente en Chile por Literatura Random House. “Tres libros truncos”, acota su autora, la periodista y escritora peruana Gabriela Wiener, quien reconoce que esa mixtura fue exactamente su intención. En una juguera pone la historia de su tatarabuelo, el explorador austriaco nacionalizado francés Charles Wiener, quien expolió desde el Perú nada menos que 4.000 figuras incásicas para llevarlas a Europa; la historia de su fallecido padre, de quien descubre tenía una familia paralela; y su propia vivencia en el poliamor, con un esposo y una novia.
Wiener, autora de libros reconocidos como Sexografías (2008), Nueve lunas (2009) o Dicen de mí (2017), ha sido más conocida como cronista junto a otras plumas notables como las de Leila Guerriero o Martín Caparrós. Pero en esta oportunidad da un paso hacia otro espacio que hasta entonces no había explorado. Esas tres historias las armó como una novela, por lo que hace su debut en la ficción. De hecho, aunque en la novela habla de “yo”, en la charla vía Meet prefiere referirse a ese personaje protagónico como “ella”, dejando en claro el artificio.
“Ha sido súper interesante para mí -señala Wiener a Culto desde Madrid, donde reside-. Sobre todo porque tenía una especie de complejo de que no podía inventarme nada, estaba muy encerrada en el método del cronista y si bien la crónica fue ese lugar donde solté la pluma y he hecho la mejor literatura que podría haber hecho en esos años, sí es verdad es que me había negado a otras posibilidades y este libro lo destapa”.
La idea para Huaco retrato, cuenta Wiener, es algo que le venía rondado desde hace un tiempo. “Se me ocurrió hacer un libro sobre mi tatarabuelo hace una década, pero ahí no hubiera podido escribirlo porque tenía que estar empapado de reflexiones que me vienen ahora: el activismo antirracista, teorías del pensamiento feminizadas y anticoloniales, que son las que nutren ideológicamente al libro”.
“Es un libro muy político -añade Wiener-. Cuenta una historia que pasa por temas íntimos pero que intentan hacer una representación mayor, colectiva, sobre las realidades coloniales y cómo impactan en nuestra vida y nuestro presente”.
De alguna manera, en el libro da cuenta de ciertas contradicciones: chola descendiente de un europeo blanco, un padre al que quiso pero que tuvo otra familia, poliamorosa pero que no sigue las reglas del poliamor. ¿Pensó la escritura como una forma para poner en cauce esas contradicciones?
Sí, totalmente. Lo contradictorio es lo que me parece más novelesco que uno puede encontrar. En mi caso, creo que ni siquiera en mis columnas evito la contradicción, y sí la abrazo completamente en la novela. En la narrativa es algo de lo que podemos sacar muchísima potencia, visiones más agudas de lo que nos rodea. No todo son respuestas, mi libro está lleno de preguntas y aprovecho eso para ver cómo puede habitar en un cuerpo tanto el colono como el colonizado, tanto la patriarca como la víctima. Me interesaba hablar eso exponiendo bastante a la protagonista que es un trasunto mío y poniéndola contra la pared.
El cuerpo ocupa un lugar central en este libro. Menciona una crisis en la relación poliamorosa y la protagonista entra a un taller llamado “Descolonizando mi deseo”. ¿Fue efectivamente el cuerpo una instancia de reflexión?
Siempre he escrito desde el cuerpo, creo que mi literatura es una escritura muy física. Tengo un libro que se llama Sexografías que son historias del cuerpo, autobiografías sexuales; tengo un libro sobre mi maternidad, los 9 meses de embarazo y cómo hay una metamorfosis. He hecho recorridos que siempre han pasado por el cuerpo, por el deseo, ya que no podemos contar sin situarnos. En el caso de Huaco retrato hay una forma de encarnar la historia. Como decía Gloria Anzaldúa, no hay otra manera de contarnos sino desde este lugar que sufre, que huele, que duele, que apesta, que es el cuerpo. Para muchas escritoras que no tenemos una habitación propia, que con una mano estamos haciendo columnas, con la otra friendo el pollo y con las dos criando y cuidando, no tenemos la posibilidad de tener vista al mar para escribir una gran novela. Así que lo hacemos desde este cuerpo que tiene cargas y una gran historia que contar.
¿Qué le pasa ahora con la figura de Charles Wiener, cuando sabe que expolió 4.000 piezas precolombinas?
El libro es básicamente la crónica, el retrato, la respuesta desde la imaginación crítica a la conciencia de tener presuntamente un antepasado así. El libro recoge esta lucha que tengo con su legado. Fue leer su libro, encontrarme con su lenguaje racista, encontrarme en un museo en París con su colección saqueada. Fue ir uniendo los pedazos de este personaje que también es muy contradictorio, tampoco lo podemos ver solamente como un verdugo. Era un inmigrante judío, una persona que va intentando obtener todas las medallas posibles para no ser segregado. Hay una conexión entre la protagonista y él, una relación de amor-odio, y es un personaje que ha condicionado su presente. No sabe qué le indigna más: que haya dejado un bastardo, el primer Wiener peruano, o que se haya robado a un niño para demostrar la eficacia de su proyecto civilizador blanco, o que se haya llevado todos esos tesoros. Son muchas cosas que a Charles Wiener lo hacen un personaje interesante con el que me interesaba lidiar. No en términos absolutos, sino viendo los matices.
Usted es inmigrante en España, ¿cómo ve la situación de los latinoamericanos allá?
Es curioso, pero los movimientos migratorios que se dan hacia Chile o Argentina son parecidos a lo que se dan en España. Son cuerpos cholos de migrantes peruanas, ecuatorianas, bolivianas, que van a hacer trabajos de cuidados a los países blancos, a las familias de burguesía y clase media. Se dan las mismas situaciones de desigualdad, de servidumbre, de no reconocimiento legal de los derechos laborales. Hay que ir a lo profundo para no repetir la historia, hay que recuperar la memoria, y eso está en los cuerpos cholos, marrones, que han estado siempre en la parte de abajo de la jerarquía racial.
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