Más allá de la sensación compartida respecto al muy buen concierto ofrecido por Metallica la noche del miércoles 27 de abril en su regreso al país, la gran imagen de la jornada estuvo lejos del escenario. En las redes sociales se volvió viral una fotografía que mostraba a parte del público siguiendo el show encaramado a un camión, a causa del lleno en el lugar y las dificultades para verlo desde cualquier punto del Club Hípico, el lugar que, de emergencia, recibió el evento tras la negativa del Estadio Nacional
No fue lo único. Numerosos testimonios dieron cuenta de las dificultades para ingresar al recinto, resumidas en una larga espera y un ingreso caótico que pudo volverse riesgoso para los presentes, muchos de los cuales asistieron incluso con niños a ver el concierto. Al salir, el panorama fue similar. Y en el interior, no sólo había espectadores arriba de un camión, sino que también de rejas, baños químicos y basureros.
“Al ingresar, era tanto el desorden que ni siquiera nos miraron la entrada: podría haber entrado cualquiera. Todo fue muy desastroso”, detalla a Culto, Enrique Lagos, ingeniero civil presente en el lugar. “Estuvimos en la fila de acceso cerca de tres horas. No tenían buena señalización”, agrega por su lado Juan Pablo Andrews, periodista y guitarrista de la banda Rey Antílope.
Todo ello derivó en que, al día siguiente, el Sernac anunció un oficio hacia la productora DG Medios, responsable del evento, por distintas fallas en la organización. La Seremi de Salud Metropolitana también informó que iniciará un sumario sanitario dirigido a la compañía, ya que tras una fiscalización el día del evento se detectaron falencias sanitarias y de seguridad.
Pero no es el único espectáculo masivo que ha contado con dificultades, en el contexto de la reapertura de la cartelera en vivo, que desde abril permite aforos completos. En los últimos días, también se registraron situaciones complejas en el Festival Ritual, realizado el 23 de abril en el Estadio Santa Laura, habitual recinto de fútbol, donde hubo largas y demorosas filas para comprar y canjear tickets para alimentos, lo que derivó en que muchos debieron esperar incluso horas. Además, existieron dificultades relacionadas a las demoras en los accesos y hasta con la carpeta con que se protegió el césped del tradicional campo deportivo.
Asimismo ocurrió con la reciente edición de Lollapalooza Chile en marzo, la que tras una ácida polémica entre la organización del evento y el Municipio de Santiago, debió trasladarse de emergencia desde su habitual lugar en el Parque O’Higgins, donde realizó por casi una década, hasta el Parque Bicentenario de Cerrillos (donde también está agendado el debut de Primavera Sound Santiago en noviembre); un lugar donde anteriormente se han hecho eventos musicales (la tercera Cumbre del Rock Chileno en 2012 y el Santiago Gets Louder en 2015 son otros casos), pero que en la coyuntura del festival evidenció serios problemas de aglomeraciones en los accesos y las salidas, que fueron especialmente caóticas, incluso con algunos de los asistentes encaramándose a las rejas para conseguir salir del lugar.
Falta de recintos y factores coyunturales
A causa de los problemas mencionados, la atención del debate público se ha vuelto sobre la organización de los shows en los últimos tiempos. Pero desde la industria, apuntan a varios factores para explicar lo ocurrido, como la acuciante falta de salas de conciertos que sean alternativa al Estadio Nacional o al Movistar Arena, a los que señalan como los más apropiados para eventos que reúne a grandes masas de personas
“Las externalidades negativas que han tenido los eventos de alta convocatoria como Lollapalooza y Metallica son consecuencia de una mala política pública, de una obsecuencia de la autoridad de no viabilizar la realización de los eventos donde en los últimos años se han realizado de manera adecuada, como el Estadio Nacional”, detalla Jorge Ramírez gerente general de la Asociación Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento y Cultura, AGEPEC. “Los grandes espectáculos, como lo que proponía Metallica y otros grandes, evidentemente eran ahí, porque no tiene sustituto; es un lugar icónico porque tiene una ubicación privilegiada, con sector de estacionamientos”.
La referencia al coloso de Ñuñoa no es solo por su historial en los megaconciertos en Chile, como los de Rod Stewart, Amnistía Internacional, o el regreso de Los Prisioneros. La industria, dice Ramírez ha invertido en el recinto, justamente para mejorar la experiencia. “El sector del entretenimiento ha invertido miles de millones de pesos en los últimos treinta años; fue este sector el que propició los espacios para que entraran las grúas y pudieran montar, fue este sector el que llevó al Estadio Nacional a comprar una carpeta que permitiera que se jugase al fútbol los fines de semana y a los dos días se pudiera hacer un espectáculo; ese lugar de todos los chilenos, donde Metallica quería tocar, fue unilateralmente negado por la autoridad a la cultura en Chile. Desde que se aperturaron los eventos, a la fecha se han realizado más de cuarenta y todos se han hecho de buena manera”.
Asimismo, desde la industria detallan que hay ciertos factores coyunturales que han generado una tensión extra. Así sucede con el requisito del Pase de Movilidad a los espectadores, lo que, aseguran, explica en parte la tensión que ocurre en los accesos. “El ingreso está más lento porque se pide Pase de Movilidad, en el Monumental donde jugó Colo Colo (NdR: el mismo día del show de Metallica) pasó lo mismo con la diferencia de la cantidad de gente. Hoy eso pasa en todos los lugares donde se exige”, explica a Culto la jefa de Relaciones Públicas y Eventos del Club Hípico, Gloria Covarrubias.
Desde su vereda, el productor independiente Jorge Toro, a cargo de gestionar conciertos como el de La Renga, agendado para julio en Movistar Arena, remarca que en los casos de Metallica y Lollapalooza hay algunos elementos en común. “Son conciertos que se movieron desde recintos que ya estaban confirmados y donde ya había una logística completamente armada, hacia recintos donde se tuvo que implementar un nuevo dispositivo en corto tiempo, eso explica por qué pueden provocarse algunos incidentes que sean más visibles respecto a lo que ocurre en un evento común”.
Asimismo, Toro apunta a la falta de recintos adecuados para este tipo de espectáculos en la capital, es un factor decisivo. “Aquí no hay una inversión en infraestructura para albergar espectáculos de gran alcance. Chile no tiene condiciones estructurales para eso, el único recinto que está preparado casi en un 100% es el Movistar Arena. Si te fijas, la descongestión ahí una vez que termina un concierto es súper rápida porque la ubicación así lo permite. Pero en otros lugares eso no existe y se generan problemas de atochamiento en adelante”.
Por su lado, Ramírez señala que en ese aspecto hay un problema mayor. “El estado tiene una deuda muy grande con el entretenimiento y sus afines en materia de recintos, no cabe la menor duda. Ha construido estadios en todo el país para jugar fútbol, pero todavía no construye uno de mediana capacidad donde se realicen eventos, y estamos en invierno, cuando hay clima inadecuado. El Arena es el único lugar bajo techo que hay y si eso no existe y no hay nada disponible, no hay nada que hacer”.
Desde la industria también mencionan al transporte como un factor a considerar en la relación entre el estado y los eventos masivos. “En distintas épocas ha existido intención de los generadores de espectáculos de tocar estos temas para tratar de coordinar con la autoridad que la ciudad sea más amigable para el traslado del público que no va en auto al evento -explica Jorge Toro-. Generalmente solo en Lollapalooza se logra que haya mayor frecuencia de buses a cierta hora y que el Metro funcione hasta más tarde, pero la ciudad en sí no es muy amable en el transporte público a cierta hora y eso no lo va a cambiar un concierto; la ciudad tiene que estar preparada para que la gente que va a un show o a un partido de fútbol se pueda mover en transporte público sin necesidad de colapsar las calles”.
Asimismo, el productor agrega otro detalle vinculado a la coyuntura; el ánimo de la gente de asistir a eventos masivos tras dos años en que no ocurrieron a causa de la pandemia. “Hay un estado emocional distinto al de antes. Se necesita diversión más que nunca y hay un caudal fuerte de esa energía que se traslada a los conciertos. No es algo malo, pero uno como organizador tiene que estar atento a señales a las que quizás antes no había que considerar tanto. El mundo cambió, le pusimos pausa al cassette, pero ya no está andando en la misma canción y si no lo entendemos, es un problema”.
Hay otras voces que también trasladan la responsabilidad hacia las productoras a la hora de mejorar la experiencia de asistir a recitales. Sobre todo en detalles específicos, más allá de la falta de lugares. Por ejemplo, en Lollapalooza había ausencia de zonas de sombra en parte importante del Parque de Cerrillos. En Metallica tampoco hubo especial llamado de atención con los espectadores que se subían arriba de baños o rejas: los guardias declaraban no contar con suficiente personal para todo ello.
El editor de Culto Claudio Vergara así lo graficó en una columna en este medio: “El renacer de la música en vivo ha destapado la ausencia de lugares idóneos y una gran deuda por parte de las productoras en torno a lo que sucede más allá del escenario. Comprar una entrada (nada baratas, por lo demás) debería garantizar una experiencia integral que no sólo se reduzca a lo que vemos bajo los focos”. Además, comparó el hoy asistir a un espectáculo en Chile con caminar sobre una cuerda floja: por un lado, grandes artistas, mientras que por el otro “malos accesos, sitios faltos de estacionamientos, baños en pésimas condiciones, largas filas para conseguir alimentos, espacios sin sombra en días veraniegos, vías de salida estrechas que rasguñan el peligro y falta de locomoción colectiva cuando todo ha concluido”.
Los aspectos a mejorar
Consultados por aquellos aspectos que se debieran mejorar en la experiencia de conciertos, los productores se explayan. “El alma mater en la problemática, es la falta de recintos adecuados -detalla Jorge Toro-. Además hay distintas situaciones en que todo tienen que poner de su parte; los promotores tienen que estar atentos a las señales, siempre intentar mejorar la experiencia de servicio, no es fácil porque trabajas con masas de gente en un estado de excitación particular. Hay otro componente que tiene que ver con el público; nosotros podemos intentar darle lo más posible a la gente, pero el primer autocuidado parte de las personas”.
Desde su costado, Ramírez señala ante la misma pregunta: “Tenemos que avanzar en una serie de temas; una formalización del sector que tenía antes de la pandemia unos 160 mil trabajadores según el último estudio del Observatorio Digital de la música, de esos hay un más de 50% que no están formalizados. En segundo término tenemos que interactuar mejor con el ministerio de Cultura, que no representa adecuadamente los intereses de este sector; tiene un vínculo con archivos, museos, pero no con los trabajadores. Sin los trabajadores del sector, no hay espectáculos. Un tercer tema, y lo hemos planteado, mejorar la relación de nuestra actividad con los protocolos para que se realicen los eventos, incluyendo nuestras relaciones con el ministerio de Salud. Todavía, en esta fase de la pandemia, hay aspectos del protocolo que quedaron de mala manera e incluso hay aspectos del mismo que son más regresivos que los que dejó la administración anterior; hoy en materias de alimentos y bebidas, refrigerios y servicios estamos más restringidos. Esto habla de la urgencia de interactuar con la autoridad”.
Al respecto, la resolución exenta 494 que estableció el nuevo plan Seguimos cuidándonos Paso a Paso, señala que en la fase de bajo impacto sanitario, allí donde se consumen alimentos, las mesas deben estar separadas por un metro, mientras que en gimnasios y otros recintos, las máquinas deben seguir la misma indicación. Al respecto, la resolución 644 de julio de 2021 detallaba que en la fase de Apertura, tanto en gimnasios y análogos, la distancia entre personas y máquinas debía ser de dos metros.
De momento, Ramírez señala que desde su gremio se han activado gestiones con la institucionalidad cultural a fin de avanzar en el vínculo entre la industria y el estado. “Recientemente le hemos pedido a la ministra de Cultura una conversación para mejorar la relación del sector con los espacios públicos, con los recintos del estado”. Un camino que apunta a construir lazos para saldar aquellos aspectos más conflictivos para una industria muy golpeada por la crisis sanitaria.