Abanicos, poliamor y celos: la agitada historia de Locomía llega a un nuevo documental
Un nuevo documental, a estrenarse por Movistar Plus, detalla la trama de egos, traiciones y mucha ropa extravagante, que marcó la historia de Locomía, el fenómeno pop español que, en plena era de la apertura, acometió con fuerza, pero que luego cayó de forma abrupta. Una historia que incluso tuvo un capítulo en Viña del Mar, a ritmo de rumba, samba, mambo.
“Rumba, samba, mambo”, era lo único memorable en la letra de la canción homónima que marcó la popularidad en Chile de Locomía, el afamado cuarteto de chicos españoles de buena presencia, sexualidad ambigua, trajes de vistosas hombreras y cuidadas coreografías que incluían sus célebres movimientos de abanicos.
En el verano de 1992, en el cenit de su éxito, el grupo se presentó en el Festival de Viña del Mar, con un éxito rotundo, hasta con Felipe Camiroaga y Lucero cantando en la preferencial el “oooh, oa oa”, de Rumba, samba, mambo. Una canción simple, que marcaba la fórmula del grupo, entre extravagancia y pista de baile, pero que de súbito llegó a su fin poco más de un año después en una trama de egos, ambición y sexo.
Una nueva docuserie rescata la historia de la banda; Locomía, el mayor culebrón jamás bailado, se llama el filme dirigido por Jorge Laplace, y que se estrenará vía Movistar Plus a partir del próximo 22 de junio. Se trata de un relato que tiene a las dos principales contrapartes; Xavier Font el fundador e ideólogo del grupo, y José Luis Gil, el productor musical que los encumbró al éxito, y cuyo enfrentamiento con Font derivó en el fin de la exitosa carrera. “Si Locomía estuviese hoy en día, tendría tantos Grammys como Daddy Yankee”, se escucha en el trailer.
Abanicos en Ibiza
El impulso de Locomía, vino desde Xavier Font, un joven gay interesado en la moda y en las nuevas tendencias. Influido por los new romantics, como Duran Duran, Depeche Mode, Spandau Ballet, entre otros, comenzó a diseñar y confeccionar chaquetas, abrigos, entre otras prendas que destacaban por su propuesta excéntrica. No tanto para vender, sino para lucirla él mismo. Así llegaron las hombreras anchas, enormes como dos alas, y los zapatos terminados en punta que lucía en los clubes de moda.
Allí nacieron los abanicos. Font los diseñó mientras vivía en Cataluña tras ver bailar a unos gays estadounidenses en un local. “Llevaban unos abanicos pequeños y aprecié un movimiento que me cautivó. Llegué a mi casa y empecé a construir. Como soy un exagerado me inventé los abanicos XXL. Conseguí el movimiento con nueve varillas que cogí del material de uno de mis hermanos, que trabajaba en aeromodelismo. Hice unos agujeros y utilicé las sábanas de mi madre”, cuenta a El País.
En 1984, Xavier Font emigró a Ibiza. Allí comenzó una relación con el holandés Gard Passchier y con el español Manuel Arjona, al mismo tiempo; ambos jóvenes, altos, apuestos. Poco después se les unió el hermano de Xavier, Luis, y se instalaron todos en la misma casa. Allí pasaban los días diseñando su propio vestuario, con el que salían cada noche a las discotecas de moda de la isla. “Font tenía en aquella época un gran poder de seducción, tanto laboral como personal”, explicó Arjona en charla con el mismo medio español.
Por sus vestuarios extravagantes y los abanicos llamaron la atención de los dueños de la discoteca Ku. Pronto los contrataron para hacer un show en el lugar; se subían a las plataformas como una suerte de go-go dancers, bailaban y se exhibían para el público. Allí nació Locomía, mezclado con el ambiente hedonista de la isla, que a mediados de los 80′, era uno de los símbolos de la era de apertura impulsada por el PSOE, que tenía su correlato en Almodóvar y la movida madrileña.
Mientras, Locomía, comenzaba a crecer. Font inventó y registró el nombre, los abanicos y los trajes. Así poco a poco comenzó a generar una estructura a su alrededor, más con una boutique de moda que abrió en la isla. “Tenía un harén y me inventé el poliamor en el 84. Nunca tenía bastante. Hoy es triste decirlo, pero estando en una relación con Manolo y con Gard me iba con otro chico nuevo a casa. Lo mío era muy fuerte. Yo era el precursor de todo el movimiento y tenía un montón de empleados sin sueldo. Eso sí, no les faltaba de nada”, recuerda a El País.
Pero llegó un momento en que todo se complicó. La casa en que vivía Font y los chicos fue consumida por un voraz incendio -él insiste en que fue intencional- y Arjona estaba sumido en las drogas. Allí fue cuando el destino les tendió una mano. Una noche, el afamado productor discográfico José Luis Gil (quien trabajó con Jose Luis Perales, Miguel Bosé, entre otros) vio a este grupo de chicos y les propuso una jugada ¿les gustaría cantar? ¿se animan a grabar unas canciones para discotecas?
“Después de cuatro años en Ibiza codeándose con los más modernos de Europa, Locomía no era más que una comuna de animadores dirigida por un líder [Xavier Font] de dudosa moralidad al que quemaron la casa y los expulsaron del Ku. La propuesta que les hice para formar un grupo musical les salvó de la separación”, cuenta Gil, en charla con El Pais.
Ascenso fugaz y caída estrepitosa
De la mano de Gil, la banda comenzó a trabajar duro. “La gente nos ha considerado cuatro chicos guapos y altos. Pero hay mucho trabajo detrás. Cuando llegó Gil estuvimos dos años dando clases de baile y de canto, nos profesionalizamos. No parábamos de trabajar”, explica Arjona en charla con El País. Pero a poco andar, se generó la primera tensión, la salida de Luis Font, descontento con las exgencias de Gil. En su reemplazo entró el bailarín Juan Antonio Fuentes. Antes salió Gard Passchier, quien fue reemplazado por Carlos Armas. Así, el grupo estaba listo.
Con sus trajes extravagantes, abanicos y una actitud ambigua sobre su sexualidad -por indicación de Gil-, el grupo grabó en Madrid su primer LP, Taiyo (1989), el que incluyó temas como Locomía, Rumba, samba, mambo y Gorbachov, en referencia al líder soviético. En tres meses vendió 60.000 copias y se convirtió en un éxito. Así la banda se volvió un fenómeno y Gil decidió apuntar al mercado hispano, en la senda de los nombres españoles que se habían hecho un nombre al otro lado del Atlántico.
De cara al asalto al mercado latino, la banda lanzó en 1991 su segundo disco, Loco Vox, que mantuvo el tranco exitoso de su predecesor. Mientras, en la banda había movimiento, Xavier Font decide salirse de la primera línea para ocuparse de lleno al manejo comercial de Locomía, con oficina en Miami; lo reemplaza Francesc Picas. Al poco tiempo, esgrimiendo razones personales, Fuentes deja la agrupación, y es sustituido por Santos Blanco. La primera actuación de esta nueva formación, ocurrió en el verano de 1992 con ocasión del Festival de Viña, por entonces, todavía una vitrina para Latinoamérica, y a la que los españoles llegaban como estrellas.
El éxito permitió gestionar un ambicioso contrato que le aseguraba a Locomía su ingreso al mercado de Estados Unidos, para ello Gil le entregó el manejo de todo a Font, aprovechando que se encontraba instalado en Miami. Pero ahí la historia gira hacia una dirección inesperada: Font convence a los cuatro muchachos que rompan con Gil y se queden con él -y por supuesto con el contrato-. “Gil nos estaba robando. Además, yo estaba jodido porque Gil me había quitado a mis chicos y quería joderle”, justificó Font.
Por su lado, Gil no duda. “Font fue traidor. Traidor”, asegura el productor en el trailer del documental. “Como el niño que cuando no puede jugar con el juguete cuando él quiere, lo rompe, hace ¡pum! pues ya no juega nadie”. Allí comenzó una guerra; como Gil debía un disco de Locomía a la discográfica, decidó él mismo reclutar a tres chicos y acaso como una venganza, trajo de vuelta a Luis, el hermano de Xavier. Durante un tiempo, el Locomía de Gil y el Locomía de Font se disputaron actuaciones, contratos, y todo lo que se puede pelear en el mundo de la música. El documental, se mete en el corazón esta tensión.
Font, pese a sus líos legales que lo llevaron hasta arriesgar prisión por tráfico de drogas, tiene planes de seguir. “Tengo firmado un reality en Miami para buscar a los cuatro locomías ideales -asegura-. Pero lo que de verdad quiero es ir a Eurovisión y, sobre todo, algo que me deben: un Grammy. No voy a parar hasta conseguirlo”.
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