Rosabetty Muñoz: “Hay una sensación de vacío más patente”
La voz de la casa se llama la más reciente publicación de la destacada poeta chilota, un poemario escrito en tiempo del confinamiento. En charla con Culto, habla sobre la pandemia, la escritura y también sus sensaciones sobre la vida actual.
Cuando Rosabetty Muñoz Serón (61) recuerda los duros días de la pandemia, comenta con cierto optimismo que el encierro en su hogar en Ancud, fue un tiempo para ejercitar la escritura. “El encierro ha sido una oportunidad, volcarse hacia adentro entendido como internación en pliegues de la realidad: se vuelve a los interiores de las casas, pero también a la profundidad de quiénes somos, se vuelve hacia el tiempo de la infancia, también”, recuerda Muñoz en charla con Culto.
Siendo una de las poetas referentes en nuestro país, fue contactada poco después de iniciada la pandemia por la Revista Anales, de la Universidad de Chile, para que pudiera escribir al respecto. “Se trataba de un número dedicado a la pandemia y me entregué a la escritura desde mi experiencia vital, acostumbrada a los largos inviernos chilotes donde estar dentro de las casas es inevitable”, recuerda. Ahí, dio vida a un poemario breve llamado Ejercicios para vivir el confinamiento, que simulando un manual de instrucciones, recorre un encierro en clave poética.
El número de Anales fue publicado en julio de 2020, pero no fue la única plataforma de publicación. Muy en el estilo de las plaquettes, un formato rústico y habitual en la poesía, se hizo una edición limitada del poemario hecha de manera casera. “En ese mes hicimos una edición artesanal, cosida a mano con dibujos de mis nietos que circuló entre parientes y amigos”, recuerda.
Circulando de verso en verso, del aire al aire, el poemario llegó a las manos de José Tomás Labarthe de ediciones Universidad Católica del Maule (UCM), quien decidió hacer una versión digital del texto para que estuviese disponible de manera gratuita en la red. La promesa era que estaría libre “mientras durara el año de la peste”. Y así fue, ya que estuvo todo el 2021 en el mundo digital.
Pero todavía le quedaba otra vía de circulación a los Ejercicios. En noviembre de 2021 se imprimió un número de ejemplares de tal forma que fueron entregados a cada uno de las y los estudiantes que entraron a la Universidad Católica del Maule este año 2022. “Un camino muy bello para estos poemas”, rememora Rosabetty.
Hoy, bajo el título de La voz de la casa, esos versos pandémicos ya se encuentran en formato libro bajo Ediciones UCM. Viene a suceder a Santo Oficio (Ediciones UDP); y a la antología Misión Circular (Lumen), ambos de 2020; y a Técnicas para cegar a los peces (Ediciones UV), por el que obtuvo el prestigioso Premio Municipal de Literatura de Santiago, en 2021. Por Santo Oficio, recibió recientemente el Premio Atenea 2021, en la U. de Concepción. Además, fue una de las candidatas firmes para ganar el Premio Nacional de Literatura en 2020, que finalmente recayó en Elicura Chihuailaf.
¿Cómo fue para usted la experiencia de estar escribiendo sobre confinamiento y encierro mientras lo vivía?
Consideré el encierro como una oportunidad para remirar nuestra vida, cómo queríamos vivir; detenernos a reflexionar en un tiempo vertiginoso, quise tomar esos meses como una detención necesaria para salir de un ritmo feroz. Me sentí convocada a apreciar mi entorno, a buscar en la memoria personal y colectiva aquello que hacíamos en el pasado cuando no había tanto aparato tecnológico, cuando la experiencia era más apegada a lo concreto. Tengo que decir que fue amable vivir el confinamiento en este espacio natural con mucho verde, el mar.
¿Consideraba la escritura como una especie de terapia?
Creo que la escritura es una forma de rastrear en las profundas aguas de quienes somos, esa búsqueda nos alivia y acongoja. A muchos de los estudiantes de talleres les ha servido para descubrirse y enfrentar ciertas sombras de sus vidas; la palabra es un bálsamo a veces.
Al leerlo, da la impresión que quiso darle un aire como a manual de instrucciones. Por ej: “Recuperar una fotografía, sentarse en el flojero” o “Volver a casa por el camino que no es”, “Tomarás una bolsa de plástico en la playa”.
Sí, la mayoría son actividades que hacíamos en mi casa cuando niños, con mis hermanos mientras afuera parecía que el mundo se iba a terminar por los temporales; varias de estas experiencias las repetí con mis propios hijos en su infancia y tuve la oportunidad de mostrar a mis nietos otras maneras de habitar la casa en esta pandemia. Es literal que mis nietos aprendieron a hacer pan o que mis hermanos y yo hacíamos flores enceradas para llevar al cementerio. Me parece que estos ejercicios están llenos de humanidad, de afanes que propician el encuentro y goce con elementos simples, al alcance de todos y, entre tanta instrucción perentoria de sanidad, son un descanso y un abrirse a experiencias amables, distintas, esperanzadoras.
“No tengo más opción que ser optimista”
Además de los Ejercicios, el libro incluye una parte final, Palabras al cierre, escrita en prosa, donde Muñoz –en breves dos textos, Aves del paraíso y La mano y el habla– entra en una faceta reflexiva. Ahí escribe con cierta añoranza por tiempos en los que el consumo no era prioridad: “Recuperar la austeridad de nuestros mayores, único modo de contrarrestar el exceso de consumo que no sólo daña irremediablemente el medio ambiente, sino que nos banaliza y envilece”.
¿Cree usted que el mundo moderno post pandemia ha exacerbado el exceso de consumo?
Es difícil decir si hemos vuelto más ávidos de consumo. Aumentaron los costos por la inflación y eso actúa como disuasivo, sin embargo, por lo que he visto en los estudiantes, diría que hay una sensación de vacío más patente; una insatisfacción que necesita ser entendida como señal de que lo que falta no está en los objetos de deseo que nos han impuesto.
¿Descubrió algo de sí misma durante el confinamiento?
Llevo tantos años intentando comprender el mundo que me tocó vivir, que este tiempo fue un regalo de silencio, horas y horas para leer, conversar. Tal vez reafirmé la convicción de que podemos mejorar nuestra realidad, que la esperanza es más que un deseo y hay que alimentarla. Descubrí que podía comunicarme a través de las redes con alguna soltura, siempre había sido reacia y ahora se convirtió en una necesidad para trabajar y mantener el vínculo con la gente que quiero.
Sobre lo anterior, ¿es optimista o pesimista sobre el futuro del medio ambiente?
Soy profesora, madre y abuela, no tengo más opción que ser optimista. Eso no significa que no vea con pesar la tozudez de tantos que no comprenden cómo es de vital reaccionar frente al deterioro medioambiental. En nuestra ciudad el tema de la basura se ha convertido en catástrofe: hay toneladas de basura en las calles (no es una exageración) el agua escasea y desaparecen especies con una rapidez que abruma, pero creo en los niños, las generaciones que se están formando y que se suman a un mundo que incluye miradas diversas, que explora en otros modos de vivir.
Usted también realiza talleres literarios a jóvenes, habla de eso en La mano y el habla, uno de los textos finales. ¿Pudo realizarlos durante el confinamiento?
Sí, hice incluso más talleres porque las plataformas virtuales me permitieron estar en lugares distintos, lejanos, sin embargo, diría que jamás reemplazarán el contacto físico, la conversación con los cuerpos presentes, el abrazo de recibimiento y despedida.
Durante la pandemia se debió recurrir a lo digital. ¿Cómo usted se enfrentó a eso?
Tuve que aprender como una niña sus primeras letras. No era usuaria de estos aparatos, el computador siempre fue una máquina de escribir algo más sofisticada para mí. Debieron ayudarme mis hijos. Pienso que es un paréntesis, porque siempre prefiero la experiencia directa, presencial.
Estuvo hace poco recitando los poemas de La voz de la casa junto a Horacio Durán. ¿Cuál es su relación con la música?
Tengo la experiencia de haber trabajado con artistas de distintas disciplinas, ha sido una forma de dialogar sobre nuestras preocupaciones comunes con lenguajes variados. La música y la poesía se encuentran en el ritmo, las pausas, las cadencias. Con Horacio Durán hemos hecho presentaciones en el sur mezclando temas originales suyos y poesía mía. Ahora renovamos este material pensando en La Voz de la Casa como un contenido actual que nos une por la cercanía de todos a este tema y eso enriquece la comunicación. Horacio eligió también algunos temas de Violeta Parra en cuanto ella es un pozo infinito de sabiduría, agua que nos sirve en estos días.
¿Considera que hay una hermandad entre la poesía y la música?
Sí, claro, nacieron hermanas y continúan unidas.
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