“Adelante, tienes otros cinco segundos. Di algo escandaloso”, lanzó el presentador Bill Grundy al guitarrista Steve Jones, en plena transmisión de su programa Today. Es diciembre de 1976, los Sex Pistols acababan de sacar su primer sencillo, Anarchy in the UK, tras firmar por la multinacional EMI. Ya habían asistido a un par de programas de TV para promocionar su incendiario debut, pero esa noche -invitados de emergencia tras la baja de Queen-, serán tan escandalosos con las palabras como en el surco del vinilo.
Jones, al advertir que Grundy miraba a la cantante Siouxsie Sioux, quien estaba de pie tras los Pistols, le lanzó lo más escandaloso que se le cruzó por la cabeza en ese instante. “Sucio bastardo…sucio hijo de puta”. Y lo remató: “¡Qué cabrón de mierda!”. Los televidentes, los ejecutivos y hasta el mánager del grupo, Malcolm McLaren, quedaron atónitos. Era primera vez en la historia de la televisión británica que un tipo se atrevía a maldecir en vivo y en directo. Y con eso dejaba en claro que los desaliñados punks habían llegado para desafiar a la sociedad.
Para el cantante John Lydon, entonces llamado Johnny Rotten (algo así como “juanito podrido” por su mala higiene dental), el incidente se explica por el choque cultural con el mundo adulto y convencional de entonces. “La gente en Inglaterra era superdisciplinada según la típica educación británica, todo el mundo sabía cuál era su sitio, eso era precisamente lo que te enseñaban en el colegio: a estar en tu sitio -cuenta en sus memorias La ira es energía-. La entrevista no es simplemente parte de un espectáculo sino el retrato de cómo la gente joven se buscaba la vida en un mundo que negaba la realidad”.
Un cantante en una tienda
Y en eso estaban los Sex Pistols. Intentando ganarse la vida con un sencillo escandaloso que desafiaba a las convenciones, en plena era del rock amplificado al tamaño de los estadios mientras se sentía una dura crisis económica. El optimismo de los sesentas, los hippies y la ropa colorinche de Carnaby Street, se había esfumado ante los vaivenes de la situación internacional -en especial tras la crisis del petróleo-, y poco a poco el rock comenzaba a colar una oleada de jóvenes desadaptados con ganas de hacer mucho ruido.
La historia cuenta que fue en una tienda de Londres llamada SEX, donde se originaron los Sex Pistols. Era un local regentado por Malcolm McLaren y Vivienne Westwood, una diseñadora creativa que sabía aprovechar las posibilidades del vestuario. Ello le llevaba a intervenir prendas e incluso diseñar juegos de vestuario completos. “Era una persona ridícula, pero increíblemente creativa. Sacaba provecho de todas sus obsesiones. Para ella todo tenía un significado, a veces demasiado, y ella le atribuía demasiada importancia”, la recuerda John Lydon.
Precisamente, Lydon era uno de los jóvenes que llegaba a frecuentar la tienda junto a su amigo Simon John Ritchie, al que la historia conocerá más tarde como Sid Viciuos. “Más que una tienda era el punto de encuentro de todo tipo gente rara e interesante. Unos meses después trabajé allí un tiempo”, recuerda. No era el único, además de él, dos amigos aspirantes a músicos, Steve Jones y Paul Cook frecuentaban el lugar e hicieron amistad con McLaren, un charlatán con olfato para saber donde iban las tendencias, y que había intentado manejar a la banda New York Dolls durante un tiempo en que se había asentado en la Gran Manzana, donde pudo conocer la escena local.
“Malcolm había sido mánager de los New York Dolls cuando ya estaban acabados -recuerda Lydon-. Cuando aparecieron por Londres disfruté mucho porque me contaron lo que pensaban de Malcolm y ni que decir tiene que no era nada favorable. Si hay una persona que en realidad no había hecho nada en la vida, ése era Malcolm”.
Por entonces Jones y Cook habían formado parte de The Strand, una banda que no terminaba por despegar y habían hecho buenas migas con Glen Matlock, uno de los dependientes, a quien terminaron por invitar a tocar el bajo en un nuevo proyecto. Pero como ninguno de ellos cantaba bien, les hacía falta un vocalista. Según Lydon, fue Bernie Rhodes (amigo de McLaren y posterior mánager de The Clash) quien sugirió su nombre para integrarlo a la banda tras verlo en la tienda con su pelo teñido de verde y una polera de Pink Floyd, a la que le había rayado con saña la frase “I hate”, de su puño y letra.
Y así, juntando tipos que apenas se conocían, es que se formó Sex Pistols. “Nuestra primera reunión fue tan horrorosa que es un milagro que acabáramos tocando juntos -recuerda Lydon-. Nadie se lo cree, pero tuve que hacer gala de mis dotes diplomáticas. Por un lado, quería que pensaran que yo era asqueroso y repugnante, pero por otro también quería formar parte del grupo, así que mis intereses estaban en conflicto”.
Anarquía en el Reino Unido
A tropiezos, y con la desconfianza de Jones hacia el “nuevo” cantante, los Pistols comenzaron la dura labor de hacerse competentes como banda, echando mano a viejas canciones. Un poco echando por tierra el espíritu refundacional que siempre se le ha achacado al punk. “Para ser sincero, no se oía ni una sola nota afinada. Nos habíamos puesto a tocar temas que se podrían llamar mod, clásicos de los sesentas de los Who, los Small Faces y grupos por el estilo, los típicos éxitos pop de estrofa-estribillo”, cuenta Lydon.
Así debutaron en vivo el 6 de noviembre de 1975 en la escuela de arte Saint Martin’s College -el mismo que menciona Jarvis Cocker en la letra de Common People-, con un repertorio que incluyó aceleradas versiones para temas de The Who, Small Faces y The Monkees. “No hubo literalmente ni un aplauso y al final se montó una bronca monumental. Casi siempre se montaba, Dios sabrá por qué. La mayoría de las peleas eran por otras bandas”, recuerda John Lydon.
Pero poco a poco, el grupo comenzó a crear su propio material, con Lydon ocupándose de las letras. “En los ensayos alguien se ponía a tocar y a mí se me iba ocurriendo la letra. Hacíamos las cosas de una manera totalmente abierta y espontánea (eso, en ocasiones, soy consciente, puede ser un desastre). Pero nos funcionaba muy bien y toda la vida ha sido mi método de trabajo”.
Así fue como salió Anarchy in the UK. Una canción con pretensión de protesta que destila el hastío en una Gran Bretaña sumida en la crisis económica y social, tras el fin de una era de prosperidad de la postguerra. “En aquellos días, vivir en Reino Unido era como haberte quedado en la década de los cuarenta: penuria energética, cortes de electricidad, calles llenas de bolsas de basura -cuenta Lydon-. El país había contraído una gran deuda por la guerra y, a diferencia de Alemania, que se reconstruyó a base de ayudas, Inglaterra, como había ganado, nada de nada”.
En la letra, Lydon iba al grano y se ponía en la piel de alguien que a punta de voluntarismo quería darle una palada a esa Gran Bretaña más gris de lo habitual. “Soy un anticristo. Soy un anarquista, no sé lo que quiero, pero sé cómo conseguirlo”, canta en el primer verso.
Según el cantante, la idea de esas líneas era otra. “Con los versos de apertura «I am an antichrist / I am an anarchist» [soy un anticristo, / soy un anarquista] no es que intentara convertirme en el demonio ni nada parecido. Nunca se me pasó por la cabeza. En absoluto: surgía de algo que yo sentía muy profundamente. Pensaba que se me vería como una víctima del entorno, que les ayudaría a identificarse conmigo y que en respuesta me llegarían oleadas de amor y de alegría. ¡Se los juro! No creía que se me percibiera como un impertinente hijo de puta”.
¿Y la línea “I want to destroy the passerby”?, “me refería a ese tipo de personas indolentes que no aportan nada y se pasan el día quejándose. No hacen nada por sí mismos ni por los demás”, explica Lydon.
Pese a su actitud agresiva y sus shows escandalosos, la EMI fichó a la banda como una novedad. “Probablemente pensaron que formábamos parte de un movimiento más grande y que estaba bien ficharnos. No éramos la primera banda punk en firmar un contrato. Los Damned ya lo habían hecho antes, lo cual era muy raro”, recuerda Lydon. Y como primer sencillo para la compañía, optaron por la estruendosa protesta punk de Anarchy in the UK, el que salió a las tiendas el 26 de noviembre de 1976.
“Desde la descarga de apertura de acordes descendentes de Steve Jones hasta el fantástico sarcasmo vocal de Johnny Rotten, esta canción es una perfecta declaración, una pieza de política punk asombrosamente potente, un estilo de vida, un manifiesto que presagia una nueva era”, resumió John Robb en su Historia oral del punk.
El comienzo de la maldición
La canción no pasó del puesto 38 en las listas británicas. Pero las historias de excesos, la letra punzante y el incidente de las palabrotas la televisión con Bill Grundy pronto hicieron mella en la reputación del grupo. Intentaron hacer una gira de promoción de su single, pero fue un desastre; no lograban abrochar suficientes shows para cubrir sus gastos, y pasaban varios días con los equipos arriba de un bus, sin tocar. De aburridos, comenzaron a drogarse.
Pero cuando lograban un show, la situación no era mucho mejor. En Plymouth, cuenta Lydon, se desató una violenta pelea entre pandillas de skinheads y marineros, la que terminó en el escenario. Y en otro show, un grupo de cristianos se hizo presente con carteles que rezaban el muy apocalíptico “cuando el mundo se pudre”.
Pero de ahí en más, la fugaz carrera de la banda se fue a pique entre las peleas, las tensiones y los ataques de los tabloides, que cargaban contra ellos. El efecto se amplificó por el incidente en la TV. Según Jon Savage, este tuvo “un efecto totalmente desastroso en el grupo: desde entonces hasta su desaparición en enero de 1978, agregaron solo cuatro canciones nuevas a su repertorio y su enfoque de su público y su música siguieron siendo los mismos. Eran moscas en el ámbar de la notoriedad”.
Ante las peleas, los shows cancelados y los escándalos -al que se sumó el intento de tocar su God Save the Queen, su blasfemia punk contra la realeza, en una lancha en el Támesis-, EMI rescindió el contrato a los Sex Pistols. Tras algunas vueltas lograron firmar con Virgin, y con este sello lanzaron su único álbum, Never mind the Bollocks. En el intertanto, Sid Vicious entró a la banda en el lugar de Matlock (debutó en vivo en marzo de 1977), y con él, una espiral de autodestrucción que llevaría a la banda a su ocaso en la desastrosa gira a Estados Unidos de comienzos de 1978. Una carrera vertiginosa y caótica que acabó por consumirlos, pero que dejó una estela.
Con los años, Lydon ha matizado las palabras que él mismo escribió en ese tema que les abrió las puertas. “La anarquía es una idea terrible. Aclaremos eso -señaló hace unos días-. No soy anarquista”.