De visita en Primavera Sound: cómo es el festival que llega a Chile en noviembre
Este domingo finaliza una nueva edición de uno de los festivales musicales más relevantes de España, y que este año desembarca por primera vez en Chile. Nos adentramos a lo que fue la primera de dos semanas intensas, de largas caminatas, con más de 500 conciertos, en once jornadas de doce horas. Así suena la primavera.
Son pasadas las siete de la mañana y en Barcelona se siente el calor de una primavera que parece verano. El sol despuntó hace pocos minutos y en la playa de Llevant lo aprovechan grupos de jóvenes, algunos completamente desnudos, para chapotear en el mar. Hablan distintos idiomas, pero eso no les impide socializar entre ellos. Al fin y al cabo, todos llegaron hasta ahí desde el mismo lugar: el Parque del Fórum se divisa a unos cuantos metros de distancia.
Hace menos de una hora terminó el primer fin de semana de la vigésima edición del Primavera Sound, uno de los festivales musicales más grandes de Europa y que este año, por primera vez, se expandirá a territorio americano con versiones en Los Ángeles, Sao Paulo, Buenos Aires y Santiago. Son días intensos, pero hay energía de sobra. Más vale.
Cuando finalice la presente edición catalana, este domingo 12, se habrán desarrollado más de 540 conciertos, distribuidos en 11 jornadas, que tendrán como principal recinto al Parque del Fórum, una construcción de 14 hectáreas – de las cuales el festival utiliza 200 kilómetros cuadrados–, ubicada en el límite de los ayuntamientos de Barcelona y Sant Adriá de Besós, y en la que se cuenta con 17 escenarios de diversos tamaños y finalidades. Mientras algunos están pensados exclusivamente para los sets de Djs – el Boiler Room–, otros están para que músicos independientes se presenten frente a profesionales de la industria musical – el Night Pro. Allí actuaron representantes nacionales como Spiral Vortex y Entrópica, por ejemplo.
El Fórum, recinto oficial de Primavera Sound desde 2005, se construyó un año antes como parte de un proyecto público que tuvo el objetivo de sacar de la marginalidad a zonas abandonadas y contaminadas por las industrias, incluyendo el río Besós que se transformó en una especie de cloaca a cielo abierto. Desde entonces, el parque – que cuenta con un anfiteatro, el Museo de la Ciencia de Barcelona, un puerto deportivo y una enorme pérgola solar fotovoltaica – sirve para el desarrollo de eventos culturales. Y aunque ya está acostumbrado a recibirlos, difícilmente ha congregado a más gente de la que se espera hasta el cierre del festival: un total de 500 mil asistentes y 210 mil visitantes únicos.
“El festival siempre trae muchos turistas. Pero en mis 51 años, nunca vi la ciudad tan llena como ahora”, comenta un taxista que entretiene su descanso con un cigarro y observando a los jóvenes de la playa de Llevant. Los productores del festival le dan la razón: más del 65% de los asistentes de la primera semana no eran españoles. La mayoría llegó desde Reino Unido, Estados Unidos, Alemania e Italia.
No hay que tener dotes de investigador para percatarse de la alta presencia de anglosajones. De hecho, el primer idioma que utiliza el personal del festival en terreno – desde los guardias de seguridad que registran en la entrada a las personas encargadas en los servicios de barra y cocina– no es el español ni el catalán, sino el inglés. Algunos graffitis en las calles dan cuenta de que no todos los catalanes están contentos con la idea de una ciudad tan turística: “Go home tourist”, se lee en estos. El taxista, por su parte, dice que nada de lo que hay en Barcelona podría funcionar sin el turismo. “Ni el taxi, ni los hoteles, ni los museos, ni los bares; nada”.
Se estima que el impacto económico que este año dejará Primavera Sound en la ciudad supera los 300 millones de euros. En la última edición, de 2019, fueron 139 millones de la divisa europea. Asimismo se duplicó el número de asistentes, aumentó la cantidad de trabajadores involucrados pasando de 6 mil a 10 mil de estos – muchos de estos, también extranjeros. Se podría pensar que la postergación forzosa del festival, en 2020 y 2021, a causa de la pandemia, tuvo un efecto búmeran. “Compré la entrada apenas vi el cartel. No había venido nunca, pero no me lo perdería de nuevo por nada del mundo. Pensé que si íbamos a morir en el apocalipsis, primero vería a todas estas bandas”, dice Jamie, un chico inglés que trasnocha en la playa de Llevant.
Los shows
“¿Cuál fue la banda que más te gustó?”, pregunta abiertamente una chica inglesa de unos veintipocos, sentada en la arena. En cada grupo que está en el lugar aparece en algún momento el mismo tema. Un alemán cercano a los cuarenta trabaja la respuesta recordando lo que ocurrió el viernes 3: “Fue como volver a los 90 ”, contextualiza.
Ese día, el primero del año en el Parque del Fórum, se dieron las actuaciones de emblemas del sonido alternativo de fin del siglo XX, como Kim Gordon (ex Sonic Youth), Dinosaur Jr., Yo la Tengo, y unos que son regalones de la casa, Pavement. Estos últimos, que suelen salir de su hiato para tocar en el Primavera Sound, fueron los encargados de cerrar la jornada con un show memorable, en uno de los escenarios principales. Hasta allí llegaron miles de fans, entre ellos “Pancho”, un chileno de 37 años que los vio por cuarta vez. Las otras tres también fueron en el marco del festival.
Pero más allá de la comunión de generaciones que generó Pavement, bajo temas como Harness Your Hopes, el show más multitudinario de la primera semana, por lejos, fue el de Tame Impala. La banda australiana llenó las canchas de los dos escenarios principales – que están contiguos– con una fiesta de sonido exquisito, digno de CD, y que tuvo su momento peak cuando sonó una sorpresiva versión de Last Nite, de The Strokes. La banda neoyorquina debió cancelar a última hora su presentación en el festival, por un caso de Covid-19, por lo que la jugada de Kevin Parker –una máquina de hits y también de memes instantáneos– desató un nivel de algarabía que ni sus propias canciones consiguieron. Momento icónico para el Primavera Sound.
Tame Impala no fue la única banda australiana que dejó su marca en la primera semana del festival. King Gizzard & The Lizard Wizard, la banda que se pasea por el garage rock, la psicodelia, el thrash metal y cuanto género se le ocurra, como si estuviera paseando por el patio de su casa, está en pleno ascenso de popularidad. Su fanaticada, principalmente inglesa, comenzó a llegar a Barcelona en los días previos y aseguró su lugar en la cancha con la misma anticipación. El show fue una aplanadora sin descanso. Tampoco lo tendría la banda el resto de la semana, porque pactaron en total cinco actuaciones para Primavera con el plan de no repetir ningún tema. Discos le sobran: 20 en 10 años.
También fue demoledora la actuación sabatina de Nick Cave and the Bad Seeds, en uno de los escenarios principales. El reciente fallecimiento de su hijo Jethro Lazenby, en mayo pasado, añadía cierta curiosidad y morbo respecto a lo que sería la actuación del australiano, que ya había sufrido la pérdida de su hijo Arthur Cave, en 2015. Sin embargo, el arranque con el poderosísimo tridente Get Ready for Love, There She Goes, My Beautiful World, From Her to Eternity, disipó todas las dudas. Fue una ceremonia de redención, pero sobre todo de celebración.
A estos se unieron otros shows favoritos de la primera semana como el de Gorillaz – que contó con la colaboración del trío hip hop De La Soul para su hit Feel Good Inc”–, el rap visual de Tyler the Creator, o el deslumbrante espectáculo Jehnny Beth, que incluyó el cover del clásico de Nine Inch Nails, Closer. Punto aparte para la mítica e inclasificable banda berlinesa Einstürzende Neubauten, uno de los actos más magistrales de la semana. De hecho, la organización permitió que Blixa Bargsdel y compañía retornasen al escenario para tocar durante largos minutos extra. Varios minutos duraron, también, los aplausos post show.
Un retorno nada fácil
Jérôme lleva unos quince años oficiando como taxista. Asegura que desde entonces, ya no frecuenta clubes ni discotecas. Pero en los últimos días le ha tocado bastante seguido dejar a pasajeros en algunos de estos lugares. “No entiendo a la gente que hace colas para entrar a un lugar. Si no conociera a un guardia o alguien que me hiciera entrar, no me quedo. Pero ellos son capaces de dar vuelta la cuadra esperando”, comenta.
“Ellos” son todas las personas que llegan a los diversos clubes en los que Primavera Sound lleva adelante sus conciertos paralelos a los del Parque del Fórum. Todos quienes tienen entrada para el festival, sea para una de las dos semanas o a ambas, pueden entrar a ver, por ejemplo, el show de la leyenda de la música etíope Hailu Mergia o a la popular cantautora británica Jorja Smith.
Esto, que la organización llama “Primavera en la Ciudad” – que también se verá en la edición de Santiago–, tiene como finalidad, por un lado, alimentar las carteleras y bolsillos del circuito de clubes locales. Por otro, ofrecer al público espectáculos de artistas que, dada su talla, difícilmente se podrían ver hoy en lugares de baja escala, y en un formato mucho más íntimo que el que se puede conseguir en el Fórum.
El problema de estos sideshows es que la entrada a estos lugares es por orden de llegada y existe un aforo limitado, por lo que suelen quedar grandes números de rezagados, no muy felices por perder su entrada. Los reclamos por estas situaciones se pueden ver en las redes sociales del festival.
En el parque se dan, también, algunas situaciones complejas para un público hambriento de música en abundancia. La gran cantidad de bandas en el cartel lleva, muchas veces, al tope de horario de algunas que, en general, tienen un público afín. Ocurrió el sábado 4, con las presentaciones de Nick Cave y la mítica banda británica Bauhaus, encabezada por otra figura de culto como Peter Murphy. Ambos hijos de la década de los 80s, de la romantización gótica y del movimiento conocido como el post punk. No faltó quienes lo intentaron todo para ver ambos actos, pero las distancias entre escenarios y lo llenos que en algún momento estuvieron ambos, no favoreció para conseguir buenos lugares ni para ver ni escuchar.
Otros problemas a nivel logística se dieron, en especial, durante los primeros días. El servicio de barras se vio sumamente colapsado por la falta de personal, la poca calificación del que había, y la escasez de máquinas de pago. El uso de aplicaciones para pagar también ralentizó el proceso, sobre todo en comparación a quienes pagaban en efectivo. La organización acusó recibo de la molestia. Emitió un comunicado ofreciendo las disculpas respectivas y prometiendo tomar medidas para mejorar la experiencia. La situación mejoró, pero como bien sabe la producción, el daño ya estaba hecho.
Pero quizá la mayor complejidad para la organización se dio en las bajas de bandas artistas como los mencionados Strokes, Bikini Kill o Massive Attack. Los cambios de agenda o los casos de Covid hicieron mella en una cartelera que inevitablemente fue de más a menos en sus cambios. Pero que, sin embargo, regaló shows épicos para la posteridad.
Santiago a la vista
Durante jornadas repartidas entre octubre y noviembre, se realizará en Santiago la primera edición nacional del Primavera Sound. Pixies, Jack White, Arctic Monkeys, Lorde, Travis Scott, Bjork, entre otros, encabezan el cartel que más se asemeja al anunciado en Los Ángeles que al de Barcelona.
La envergadura del festival también será diferente al español. Acaso se asemejará más a lo que fueron los inicios de ésta, en 2001. Serán poco más de 100 artistas – similar a la cantidad que ofrece Lollapalooza Chile, por ejemplo– repartidos en cuatro jornadas que tendrán como recinto principal el Parque Bicentenario de Cerrillos, además de otros venues satélite como la Blondie Discoteque, el Teatro Coliseo, el Centro Arte Alameda y Sala CEINA. Esto es lo que replicará la experiencia “Primavera en la Ciudad”, con la que además el festival buscará involucrarse con la ciudad y fomentar a un circuito musical aquejado por la falta de espacios y de apoyo.
Desde Rock Stgo, la productora responsable del megaevento, señalan que lo que se pretende es “trabajar por una experiencia cómoda, donde la gente pueda disfrutar de la música independiente de su edad”. El motor principal, dicen, es la música – “por sobre todas las cosas” – y por eso es que se “persiguió” a un festival como Primavera Sound, “que específicamente promete eso”.
En el Parque del Fórum van despidiendo a la edición 2022, con las presentaciones de Dua Lipa, Tyler the Creator, Yeah Yeah Yeahs, y unos recuperados The Strokes, entre otros. Y con la mira puesta en sus nuevas franquicias americanas. También prometiendo retornar en 2023, sumando a Madrid como nueva sede.
Las esquinas de Barcelona anuncian nuevos eventos, como los próximos conciertos de Nile Rodgers y de Rosalía, o el festival de música electrónica y experimental, Sónar. En la playa de Llevant los grupos de trasnochados se van extinguiendo, también las risas y los gritos en diferentes idiomas. Comienzan a llegar padres con sus hijos, parejas de la tercera edad, y personas con sus mascotas. El mar sigue con su oleaje habitual.
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