En el desenlace de Breaking bad, Walter White se despide en su ley, sin arrepentimientos, desangrándose tras un festival de balazos y fuegos de artificio. En El camino, Jesse se despide en pantalla huyendo de la policía y hacia Alaska, sin pagar por las fechorías en las que participó. En el universo creado por Vince Gilligan nadie paga: casi todos terminan muertos o logran huir. Pero en un drama como Better call Saul, donde la justicia es tan importante, a su protagonista debía caerle el peso de la ley.
En la escena más importante del último capítulo, Saul confiesa en audiencia pública que gracias a él Walter White logró sobrevivir por años y que, sabiendo todo lo que hizo, nunca lo delató, porque vio en él una máquina de hacer dinero. Es el último acto de Saul, condenándose a vivir tras las rejas por 86 años, pese a que momentos antes había forzado un acuerdo extrajudicial, asignándose el rol de víctima de Walter White y consiguiendo apenas siete años y medio de cárcel. ¿Qué lo hizo cambiar? El amor.
Gene finalmente es apresado por la policía, que lo encuentra dentro de un basurero (una metáfora extrañamente poco sutil para la serie) y el alias más terrible del protagonista -el hombre que casi desguella a una anciana con un cable telefónico-, ese muerto en vida y con vida en blanco y negro debe enfrentar a la justicia. Inicialmente vemos cómo Gene queda atrás y vuelve el fanfarrón Saul Goodman. Pero cuando tiene el acuerdo listo para irse a la cárcel por pocos años, se entera de que Kim Wexler ha confesado lo que hicieron con Howard. Y eso desmorona todo su plan, enterarse que su exmujer sigue cargando con esa culpa lo destruye.
Por eso Saul monta un espectáculo en el tribunal y se asegura de que Kim asista, para que vea su redención en vivo y en directo. En un momento donde es imposible no quebrarse, y tras haber reconocido todos sus crímenes, se sienta y pide que no lo llamen Saul Goodman sino Jimmy McGill. Es una secuencia brillante, porque tras años de perderse en la falta de ética y valores, de ser un abogado gracioso y kitsch pero despreciable, vuelve a recobrar la identidad de Jimmy, el tipo lleno de pillerías pero con buen corazón. El tipo que conoció Kim.
Los creadores de Better call Saul han hecho de esta obra un rompecabezas y el episodio con que termina todo es un gran círculo que van cerrando. Parte con un flashback de Jimmy y Mike en el desierto, cargando dos bolsos con siete millones de dólares (ese gran capítulo de la quinta temporada), donde el primero le pregunta al segundo qué haría si tuviera la posibilidad de ocupar una máquina del tiempo. Mike le responde que volver al momento en que aceptó su primer soborno como policía. Jimmy dice que retrocedería cuando Warren Buffet se hizo cargo de Berkshire Hathaway para poder jugar con las acciones y ser multimillonario. “¿Eso es todo, dinero?”, le dice Mike. La idea se repite, en otro flashback con Walter White y Saul. Misma pregunta: la máquina del tiempo. Walter le responde que retrocedería a cuando dejó Gray Matter Techbologies, la empresa que cofundó y que sus socios apartaron. Saul le confiesa a que retrocedería en el tiempo para evitar una lesión en la rodilla que sufrió durante una estafa cuando era joven. “Así que siempre fuiste así”, le incrimina Walter. Y llega un tercer flashback, esta vez entre Jimmy y Chuck. Encima hay un libro de La máquina del tiempo, de HG Well. Los hermanos hablan del arrepentimiento y Chuck le dice: “No hay vergüenza en volver atrás y cambiar el rumbo”.
Jimmy/Saul/Gene no puede rehacer lo que ya sucedió, pero sí de cambiar el rumbo. Irse a la cárcel por pocos años y reconocer poco y nada era salirse con la suya. Pero querer remediar las cosas, luego de hacer daño a alguien, era muy de Jimmy. Por eso el desenlace de Better call Saul es tan satisfactorio y brillante. Porque ha hecho un viaje de seis temporadas que es una lección virtuosa sobre cómo contar la mejor de las historias, como si se tratara de una novela (tras el final no es difícil encontrar paralelos con parte de Crimen y castigo), y ha dado un punto final al universo de Breaking bad.
En el primer capítulo de la primera temporada Kim y Jimmy comparten un cigarrillo en los estacionamientos. Una escena que se repite a lo largo de la serie y que también aparece en los últimos minutos, cuando ella va a verlo a la cárcel. Kim, quien lleva años muerta en vida, con una vida rutinaria horrible y con un hombre horrible que dice “yeap” cuando tienen sexo, presa de la culpa por lo que le hicieron a Howard, tiene una ventana que se le abre en el desenlace. Y en ese reencuentro con Jimmy (ella le vuelve a decir así), compartiendo un cigarro, vuelven a mirarse y uno comprende que mientras Breaking bad es la épica de un hombre de mediana edad que cree merecer el mundo a sus pies, Better call Saul es la historia de un hombre que puede cambiar por amor. Puede parecer cursi si lo lees, pero no lo es si has visto los 63 capítulos de la serie. Y, aunque el protagonista esté tras las rejas para siempre -qué desolador es esa secuencia en que Jimmy y Kim se ven por última vez, separados por las rejas y con ese triste y a la vez magnífico blanco y negro-, Jimmy ha tenido la redención que esperábamos, básicamente gracias a ella.