Lejos de los años de gloria, en que su chispa y carisma eran requeridos como una contraparte barrial y popular en la acartonada televisión entre los 80 y los 90, los últimos años de Zalo Reyes (cuyo velorio está programado para esta jornada en Gimnasio Municipal de Conchalí), fueron marcados por los intentos de mantenerse activo, pese a las complicaciones de salud derivadas de su condición de diabético.
Al menos desde los últimos años el cantante estaba contenido por su círculo más cercano. Allí estaban su hijo y mánager, Boris Reyes, y su ahijado Daniel Pezoa. Este último, músico y baterista, trabajó con el artista para el álbum que acabó como el final de su carrera, El Gorrión de Chile (2019). Se trataba de la revisión de algunos de los clásicos de su discografía con arreglos musicales en clave más actual.
“Yo crecí con la música de Zalo Reyes, de hecho, cuando nací en el 81 estaba en sus años más exitosos -recuerda Pezoa al teléfono con Culto-. Cuando el sello discográfico me llama para producir un disco, hablé con su hijo. Fuimos al estudio de grabación y sucedió que no había baterista para grabar, entonces ahí me dijeron ‘¿por qué no grabas tú?’, así comencé a trabajar con él”.
Pezoa recuerda las rutinas de ensayos con su afamado padrino. “Yo estuve con él en el último tiempo, no sé como habrá sido cuando estaba más activo, pero era súper light, tanto que le daba solo una pasada a una canción”, detalla. “A veces hasta nos dejaba tocando nomás. ‘Ya, cabros, nos vemos en la tocata’, nos decía”.
El álbum literalmente se vendió en las calles, ya que se incluía con la edición papel del diario La Cuarta. Este ofrecía una mirada hacia el repertorio más clásico del artista, una decisión que se privilegió por sobre la composición de nuevo material.
“Lo que pasa es que los cantantes no son como los humoristas que necesitan renovar su rutina, porque la gente te va pidiendo siempre los mismos temas”, explica Pezoa. “Pero obviamente, él estaba haciendo temas. Hay una que se llama Un ídolo, creo que es de los buenos que tiene, pero la gente se va por los clásicos”.
En su última entrevista con La Tercera, en 2017, el mismo Zalo Reyes contó que seguía escribiendo. “Tengo como 100 [canciones]. De amor y de otras cosas. Pero te digo algo: lo que ando haciendo es agradecer. A los 65 años es una buena edad para un final perfecto. Voy a distintos lugares a dar las gracias, porque nunca me pifiaron, siempre me apoyaron”.
“Él estaba cansado”
Locuaz arriba y abajo del escenario, en los últimos años el “Gorrión” se había sumado a la tendencia de otros artistas como Elton John o Fito Páez, de contar su propia historia en un libro autobiográfico. Sin embargo, hasta ahora no hay mayores detalles sobre la publicación. “Yo sabía que Zalo estaba escribiendo un libro -detalla Pezoa-. Yo creo que probablemente va a salir, creo que va más de la mitad escrito. Por eso creo que no es tan difícil de que el Boris [Reyes] lo pueda terminar. El Zalo era como Bombo Fica, una historia que era corta te la hacía grande, así que si es así el libro, va a ser muy bueno”.
A la vez, Zalo Reyes no quería dejar de cantar. En más de una ocasión dejó en claro sus ganas de volver a presentarse en vivo tras la pausa de la pandemia. Si bien tenía presentaciones en agenda en los últimos meses (incluso en agosto), sus problemas de salud, que decantaron en un diagnóstico de cáncer de páncreas, lo impidieron. Pero en la interna, rondaba la idea de que se trataba más bien de un acto final.
“Tenía mucho ánimo, pero en el último tiempo, como yo lo vi, estaba cansado”, cuenta Pezoa. “Uno pensaba que iba a tirar para arriba, pero él decía que estaba cansado. Era como lo último que se podía hacer, pero cuando el Boris le preguntaba ‘papá ¿tomamos este trabajo?’, él decía ’sí, démosle nomás’. Él se tiraba para arriba solo, pero estaba cansado”.
El músico agrega que a menudo el círculo íntimo y los músicos debían hacer frente a las complicaciones propias del estado de salud del “Gorrión”. “Por el tema de la diabetes tenía altas y bajas de ánimo, por lo cual uno igual de repente lo veía mal. Su ánimo variaba, pero por ejemplo, me acuerdo de viajes a Coquimbo, tonteábamos todo el rato, era entretenido”.
Tras semanas de hospitalizaciones, la historia de Zalo Reyes concluyó el domingo. En charla con la televisión esta mañana, Boris Reyes, declaró que en rigor su padre falleció a causa de un cáncer al páncreas que no se había detectado con anterioridad. “Pasaron varias complicaciones graves y después grande recuperaciones. Tuvo dos comas inducidos en que salió muy lúcido y donde después tuvo bajas grandes que ya no tenían relación con la diabetes. Porque todo partió por la diabetes, pero después nos dimos cuenta allá, por las endoscopías y ahí nos dimos cuenta que él tenía un cáncer, tenía un cáncer que nunca supimos”, contó. Pezoa agrega que en el círculo íntimo “eso no se sabía hasta que ingresó al hospital”.
Una última noticia que gatilló un adiós intempestivo, pero que de alguna forma, él mismo anticipó. Fiel a su estilo franco, cuando en 2017 se le preguntó por su final perfecto, señaló: “Quedarme dormido un día. No quiero sufrir. Quiero estar con mi señora, que ha sido muy importante en mi carrera y en mi vida”.