Mientras hacía sus maletas para viajar a Nueva York en el verano boreal de 1978, la veinteañera Madonna Louise Ciccone se aferraba a una certeza. A la expectativa de impulsar una carrera artística en la Gran Manzana, la futura reina del pop tenía claro su modelo a seguir. “En el comienzo, muy al comienzo, cuando empecé a hacer música, estaba muy inspirada en Debbie Harry -recordaría años después-. Porque ella siempre estaba a cargo de lo que hacía”.
Fue precisamente en septiembre de ese mismo año, en que el nombre de Debbie Harry comenzó a ganar atención entre la prensa y la audiencia. Luciendo un vestido blanco y su perfecto cabello platinado, la cantante destacaba en la fotografía de portada del álbum Parallel Lines, el tercero de la carrera de Blondie, la banda que había iniciado junto a su pareja, el guitarrista Chris Stein, cuatro años antes.
Ese álbum incluía temas que se volverían un clásico de la banda, como Hanging on the telephone, Picture this, o la inmortal Heart of Glass, un infaltable de las pistas de baile hasta nuestros días. La crítica lo aclamó como uno de los mejores trabajos de la temporada. “El grupo nunca tocó mejor. Deborah Harry nunca sonó mejor. No hay duda al respecto. Blondie es incomparable”, decía parte de la breve reseña publicada por la revista Billboard, el 7 de octubre de ese año.
La banda extendió su carrera hasta 1982, en que consolidaron una propuesta sostenida en una extendida paleta de sonidos y referencias que iban desde el rock al disco, y por cierto, la poderosa imagen de Debbie Harry, una suerte de símbolo sexual alternativo que de todas formas nunca pareció tomarse muy en serio su propio rol. Y en eso residía su fortaleza.
Una reciente publicación vuelve a llamar la atención sobre la historia del grupo. El box set Against the Odds: 1974-1982, es la primera colección que reúne los seis discos de la banda publicados en el período, además de dos libros de notas y cuatros discos de grabaciones inéditas, rarezas, lados B y descartes salidas directamente del garage de Stein, quien las había conservado durante años en un rincón. El lanzamiento entrega una nueva perspectiva a la historia musical de una banda que tuvo entre sus méritos el cruce de estilos con particular arrojo y un fino sentido del pop.
Líneas finas y sensuales
Para el momento en que Blondie publicó Parallel Lines, Deborah Harry ya había superado los treinta años, lo que le volvía una estrella poco convencional en la industria, siempre deseosa de juventud imperecedera. En el intertanto estudió Arte, fue modelo, secretaria de la BBC, mesera, dependienta de una tienda y hasta conejita de Playboy. A fines de los sesentas tuvo su primera aventura musical en una banda folk de inspiración hippie, llamada Wind in the willows que sólo lanzó un álbum en 1968.
Su siguiente proyecto, en 1973, fue The Stillettos, una banda liderada por chicas. Ahí se produjo un momento clave; el joven Chris Stein, también formado en una escuela de Arte, asistió a un show del grupo a instancias de un amigo, donde quedó flechado por ella. No demoró mucho en acercarse e incluso, se sumó a la banda. La complicidad entre ambos fue tal que en 1974, ya como pareja, decidieron salirse para iniciar un proyecto juntos ¿el nombre? vino de todas las veces en que caminaban por la calle y a Debbie la llamaban “¡hey, rubia!”.
En principio con más ganas que pericia técnica, la banda se integró a la floreciente escena alternativa que se formaba en lugares como el célebre club CBGB o el Max’s Kansas City. “La primavera pasada apareció Blondie -señalaba el New York Times en una reseña sobre un show de la banda en el Max’s Kansas City, en enero de 1977, que tuvo a los siempre intensos The Cramps como número de apertura-. Sin embargo, fue más una buena idea que una banda exitosa. Miss Harry parecía insegura en la proyección de su imagen, y la banda no era lo suficientemente llamativa para compensar esa decepción”.
Como lo ha planteado el investigador musical Simon Reynolds, aquella era una época en que los nuevos grupos buscaban darle un impulso diferente al rock, apelando a la búsqueda de una suerte de espíritu perdido en el camino frente a los recovecos del rock progresivo. Más, cuando el optimismo de los sesentas se había esfumado para dar paso a la apatía de los setentas, entre la crisis del petróleo y la distensión de la Guerra Fría.
En el caso de Blondie, esa inquietud se puede escuchar en las rarezas disponibles en el disco 1 del boxset Against the Odds. Allí están las primeras grabaciones caseras de 1974, como Out in the streets y The Disco Song (que años después acabaría por publicarse como Heart of Glass), las que dan cuenta de su sonido de entonces; crudo, guitarrero, abrasivo.
Entre todas las bandas que pululaban por el CBGB, Blondie tuvo el honor de estar entre las primeras que consiguió grabar un álbum. El debut, titulado igual que el grupo, fue lanzado en diciembre de 1976 e incluía canciones como In the flesh o X Offender, cuyas primeras versiones figuran en el box set.
Por entonces, el disco llamó la atención del célebre crítico musical Lester Bangs, quien le dedicó una reseña titulada Blondie is more fun, publicada el 10 de enero de 1977 en las páginas de The Village Voice, un periódico que cubría la escena contracultural de Nueva York. En el texto hizo notar la curiosa mezcla de estilos de la banda a partir de una mirada al pasado. “La banda ha sacado todos sus readymades de los años 60 del baúl de los juguetes, los ha pulido para que no suenen como nostalgia o algún ‘tributo’ horrible, y los ha puesto a girar uno alrededor del otro como tantos trompos, en sólidos cortes de dos a tres minutos”.
Pero, con su habitual lucidez y oficio, Bangs advirtió de inmediato el sello distintivo del grupo. “Lo que hace que el primer set de Blondie sea más que una simple colección de fanzine de estilos de hace 10 años por fanáticos de 25 años es que transmite constantemente la misma enérgica convicción en su estupidez como los rockeros punk originales (...) Al igual que los Ramones, tienen empuje y sentido del humor. A diferencia de los Ramones, no son condescendientes con su material, ni siquiera cuando Debbie Blondie canta sobre un ritmo latino y grita ¡arriba!”.
Tal como lo notaba Bangs, la prensa de la época ubicaba a Debbie Harry como el principal gancho del grupo, más allá de una propuesta musical que a partir del rock fue trazando líneas hacia otros estilos con particular brío. Nada raro en una industria que hace de la imagen y el sexo, uno de sus pilares. “Tiene una figura delgada y sexy, dos tonos de cabello peróxido (rubio blanco en el frente y oscuro en la parte posterior), y un rostro en forma de corazón, con líneas finas y sensuales. Dada su predilección por aparecer con minifaldas a rayas de tigre, escote y arrogancia, variantes femeninas del atuendo punk, el sonido parecía casi irrelevante”, señalaba el New York Times en su reseña de 1977.
Como la misma Debbie Harry ha comentado, ella construyó su imagen a la manera de un personaje de fantasía. Para ello se valió de su desarrollado sentido del espectáculo, que resumía años de cultura pop. Ahí tomó el encanto de las antiguas estrellas de Hollywood al estilo Marilyn Monroe, pero con actitud punk rock. “Miss Harry es ahora una contrapartida visual exacta del eclecticismo de su banda, felizmente haciéndose eco de todas las imágenes de películas y televisión que esperamos de las novias de los punks, las chicas malas de la escuela secundaria y los grupos de chicas pop”, agrega el Times en su mencionado texto.
Líneas paralelas
Pero el tiempo pagó. Las noches de conciertos y el trabajo constante permitieron a la banda dar un salto de calidad que mejoró su música. Además, en esas felices coincidencias que da el rock, el grupo conoció al hombre que podía ayudarlos: Mike Chapman, un productor australiano que había logrado algunos éxitos en la escena glam. A él la banda le gustó, pero dejó en claro que había mucho que pulir. “La primera vez que Mike nos vio tocar en vivo, dijo después que nunca se había reído tanto en su vida -recordó Debby Harry en charla con el Times-. Supongo que sentí que era un cumplido”.
Junto a Chapman, el grupo logró su primer número uno con Heart of Glass, uno de los sencillos promocionales de Parallel Lines, álbum en que la banda consolidó su sonido y lo hizo mucho más pulido y radiable. En esos días, la prensa musical destacaba que el sencillo le dio a la banda la posibilidad de llegar a un público mucho más transversal, que solo el que iba a los clubes. “‘Heart of Glass’ es el ejemplo más significativo de una canción de una banda new wave que se cruza para capturar tanto a la audiencia disco como a la MOR (”a la mitad del camino”)”, destacaba el NYT.
El box set muestra algunas joyas ocultas de ese período; el demo de Hanging on the telephone, con Chapman haciendo voz guía, así como una toma de la versión en francés de Sunday Girl, cantada por Harry con particular gracia. No fue la única incursión de Harry en otros idiomas; tiempo después, ya con Giorgio Moroder de productor, la banda grabó una versión en español para Call me (titulada Llámame).
El éxito de la banda generó algún resquemor en los punks de primera hora que los habían visto en sus ruidosos y sudados shows en el CBGB. “Las bandas de la nueva ola (anteriormente conocidas como punk) se habían quejado durante mucho tiempo de que no podían hacer oír su música en la radio -decía el New York Times en un perfil sobre la banda redactado por Ann Bardach y Susan Lydon en agosto de 1979-. Aunque expresaron su desdén por el pragmatismo de Blondie al ‘venderse a la música disco’, subliminalmente esperaban que su avance allanara el camino para su propia entrada en la aceptación general”.
Ese fue el punto en que la banda acabó por definir su estilo ecléctico. De allí vinieron discos como Eat to the Beat y Autoamerican, en que el grupo plasmó canciones que de alguna forma dialogaban con el momento; la fusión de rock y disco en The Hardest part, la fantasía latina de The tide is high, la emotiva Atomic (que años más tarde será versionada por Sleeper para la banda sonora de la película Trainspotting), entre otras. El paso hacia el estrellato que los consolidó como una banda tejida a medio camino entre la parodia retro, el arrojo estilístico y la poderosa imagen de su cantante.