Quienes busquen acercarse a la vida, obra y figura de David Bowie a través del documental Moonage Daydream probablemente sentirán que en vez de datos concretos están recibiendo un pasaje sin retorno a un planeta de la dimensión desconocida. La película evita todos y cada uno de los códigos sobre el clásico documental acerca de celebridades y apuesta a una solución divergente y sui géneris, casi como un homenaje al espíritu disruptivo de su propio retratado.
No hay terceros sentenciando verdades definitivas sobre el personaje en cuestión ni periodistas contando anécdotas desconocidas y amenas de éste. No hay especificación de años ni lugares. No hay afán de enciclopedia. Por el contrario, el realizador Brett Morgen trabaja sobre su material de manera aleatoria y recurriendo a un estilo que más se emparenta con las artes visuales, con el action painting, lanzando chorros de vida en distintas direcciones y con resultados creativamente sorprendentes.
Brett Morgen, que antes había dirigido Kurt Cobain: Montage of Heck (2015), tuvo un acceso privilegiado a registros varios (entrevistas, recitales, películas, pinturas) de David Bowie y se enfrascó en la tarea de armar una película a partir de todo esto. Fueron cinco años de trabajo y el resultado es una amalgama que pega como una droga dura y queda en la cabeza como un afiebrado amor estival.
Básicamente es un filme que apela a las sensaciones, utilizando al propio Bowie como narrador en diferentes etapas de su vida. Sus palabras y el tono de su voz son perfectos para esto: ingeniosas reflexiones sueltas lanzadas en entrevistas o conferencias, humor y templanza para enfrentar cada nuevo camino, perceptivas explicaciones de su vida y de su afán por cambiar siempre de estilo, vestimenta y domicilio.
Se podría decir que el pegamento que une todo son las distintas tomas de conciertos y retazos de videoclips. En este sentido, el trabajo técnico de Moonage Daydream es de primer nivel, pero además es creativo: algunas canciones originales fueron remezcladas para efectos narrativos y las imágenes lucen más penetrantes que nunca. La película está hecha para verse en pantalla IMAX y disfrutarla en todo su esplendor de sonido y visión (recurriendo al título de una canción de Bowie), pero antes que nada está creada para asimilar al revés y al derecho al artista casi en sus propios códigos estéticos.
Conviene aclarar que al menos en Santiago las funciones son durante horarios y días específicos la próxima semana en Hoyts Plaza Egaña, Centro Arte Alameda, Cineteca Nacional, Cine Normandie y Sala Nemesio Antúnez.
Lo mejor que se puede decir de Moonage Daydream, cuyo título es el de una canción del disco The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars (1972), es que está hecha en el estilo Bowie. Es decir desafiándose a sí misma y retando a los espectadores a darse una oportunidad para ver algo distinto a lo habitual. Está muy lejos de ser el tradicional documental musical de las plataformas de streaming, casi una franquicia por estos tiempos.
Es una pieza audiovisual enfática y cuyo patrón coloro dominante podría ser el violeta, provocando la sensación de estar dentro de un club musical lisérgico. A veces satura y quizás sus estímulos estéticos tienden a cegar, algo que suele pasar pero a nivel de oídos cuando uno sale de un recital con altos decibeles. Pero como en un buen show eso importa poco. La experiencia es lo que queda en el corazón.