A pesar de que para el año 2007, los ingleses Coldplay ya eran una banda de alcance global, con la suficiente capacidad para llenar un estadio por sí mismos, para el tramo latinoamericano de su gira Twisted Logic, quisieron probar algo distinto. De alguna forma, volver a sentir la posibilidad de un encuentro más íntimo, algo así como en sus inicios tocando en pubs con universitarios de público.
La gira, que incluía pasos por Argentina, Brasil y México, los traía por primera vez al país con la idea de presentarse en lugares menos evidentes para una banda de su calado. “Ellos querían hacer una gira más íntima en recintos cerrados -recuerda Carlos Geniso, gerente general de DG Medios, la productora a cargo de gestionar el evento-. En Brasil lo hicieron en San Pablo, en un recinto que fue el Via Funchal y en Buenos Aires lo hicieron en el Teatro Gran Rex”.
Una vez con ese pie forzado, la productora buscó un recinto. “Aquí como no teníamos un Teatro de más de 1.500 personas de capacidad usamos el Expo Center. Lo tuvimos que acondicionar como si fuera un auditorio con una capacidad de 5000 personas por show”, detalla Geniso. Agrega que desde el primer momento se trabajó en un horizonte de tres presentaciones, agendadas para el 14,15 y 16 de febrero en Espacio Riesco. “Siempre se tuvo que programar 3 fechas porque los costos de bajar al artista a la región son bastante elevados. Entonces tratamos de acomodar a la gente para tener una experiencia favorable”.
Por esos días, la banda estaba en plena promoción de su tercer álbum, X&Y (2005), el que había recibido críticas mixtas, pero que había posicionado sencillos como Fix You y Speed of sound. Además, con 11 millones de copias vendidas a nivel mundial se consolidó como el álbum más vendido de aquel año. Un logro no menor, al cargar la presión por repetir el éxito comercial y de crítica de sus anteriores trabajos, los celebrados Parachutes (2000) y A rush of blood to the head (2002).
Los primeros tres discos de Coldplay tienen un nombre en común, el productor inglés Ken Nelson (Kings of Convenience, Paolo Nuttini). Para él, se trató de una experiencia que marcó su carrera y la del grupo. “Trabajar en Parachutes y el éxito de los discos significaba que podía elegir con quién trabajar y he sido muy afortunado en ese sentido -dice vía e-mail a este medio-. He recibido muchos comentarios de personas dentro y fuera de la industria que mencionan la energía y el sentimiento de Parachutes y A rush of blood to the head”.
“Podríamos regalar unos tickets”
Una vez zanjada la visita, desde la organización se buscó un nombre para el número de apertura. Para ello se usó un procedimiento que suele ser habitual. “Ellos [Coldplay] decidían a los artistas que los teloneaban, entonces les mostraron bandas chilenas y ellos nos escogieron”, recuerda Denisse Malebrán, la cantante de Saiko, banda elegida para la ocasión. “Obviamente cuando nos contaron fue un shock, no podíamos creerlo. Yo era fanática de Coldplay. En esa época estábamos en el mismo sello, EMI/Virgin. Entonces el director de la EMI, Alejandro Sanfuentes, me pasó una copia sin editar del primer disco, Parachutes, y yo rayé con el grupo. Fue muy emocionante para todos”.
Coldplay arribó al país el lunes 12 de febrero. De inmediato los músicos hicieron gala de su imagen de tipos afables. “Eran gente muy amable, simple, humilde, que no tienen tanto protocolar de estrellato. Lo que compartí trabajando con ellos a nivel profesional fue muy bueno. No tuvieron ningún tipo de exigencias, les gusta tener contacto con la gente del lugar y son sencillos”, recuerda Carlos Geniso.
Para la hora del almuerzo el grupo ya estaba instalado en el Hotel Hyatt de la capital. En un momento, el cantante Chris Martin y el guitarrista Jonny Buckland bajaron a saludar a la veintena de personas que habían llegado hasta el lugar.
Sorteando a los fans que pujaban por un autógrafo, se acercó el periodista Mauricio Jürgensen, quien por esos años cubría la visita de los británicos para La Tercera. En medio del tumulto les planteó un asunto espinoso; el alto precio de los tickets para el show. Como consignó la prensa, la entrada más barata para asistir a uno de los shows costaba $40.000.
“Yo los fui a esperar al hotel -recuerda Jürgensen-. Entonces me acerqué y les dije ‘¿sabían que este es el precio de las entradas y que el sueldo mínimo del país es de 135.000 pesos?’”.
“Chris Martin se incomodó, me miró, le hizo un gesto a un guardia y le dijo que me dejara pasar -agrega-. Entro con él, nos sentamos en los asientos del lobby del Hyatt y en buena onda me dijo algo así como ‘explícame lo que me dijiste afuera’. Ahí les comenté que lo encontraba un buen tema y me llamaba la atención porque ellos tenían todo un discurso humanista. Incluso le comenté que era más caro que lo que había cobrado U2 en el Nacional. Esa le dolió, porque en esa época se hablaba mucho que ellos eran los nuevos U2″.
A la manera de Bono, el líder de U2, en esos años Chris Martin cultivaba un perfil humanista. El inglés se asoció con causas como el comercio justo y cultivó vínculos con la ONG Oxfam, dedicada al tema. De hecho, en 2005 viajó con la organización a Ghana donde se reunió con agricultores locales, experiencia que años más tarde ha repetido en otros lugares del orbe. En este período solía llevar un signo igual (=) dibujado en su mano izquierda, el que era el símbolo de la campaña Make Trade Fair, de la misma entidad.
Todo eso resonó en la cabeza del líder de la banda, tras la revelación que le hizo el periodista chileno sobre las entradas. “A mí me pareció que genuinamente, no tenían idea. No tenían por qué saberlo tampoco”, recuerda Jürgensen. En ese momento, Martin comenzó a sacar cuentas para comprender las cifras en libras esterlinas. Allí le comentó a Buckland: “Podríamos regalar algunos tickets”. El músico quedó decepcionado y sin más, se despidió de Jürgensen. Luego, salió hacia el exterior del hotel donde estaba el grupo de fans, les preguntó si tenían entradas para el show y les ofreció disculpas. Aseguró que eso pasó “por querer hacer shows más pequeños”.
Esa noche, el grupo asistió al Restaurant C en Vitacura, donde Martin regaló unas entradas a tres fans que lograron llegar hasta él. La primera jornada de Coldplay en Santiago cerró horas más tarde con una visita rápida al Bar Liguria, en Providencia.
Al día siguiente, a eso de las 16.00 horas, la banda viajó a Valparaíso, donde conocieron La Sebastiana, una de las casas de Pablo Neruda. “La casa es muy inspiradora, ha sido muy importante haber estado allí -dijo Martin a los medios-. No sabía lo suficiente de él pero espero buscar más”.
La charla del día anterior no quedó en nada. Mientras el grupo visitaba el puerto principal, en Santiago, un integrante del staff del grupo regaló entradas a los fans apostados en el Hyatt. Cuando a Carlos Geniso se le pregunta por esa decisión, responde: “Está bien, por lo general la banda tiene derecho a sus invitados como participantes de su show, alguien se le debe haber acercado para decirle que no tenía entrada porque es muy alto el precio y él le regaló las entradas. Está bien, es algo que los artistas pueden hacer con sus fans, si lo quieren, nosotros en eso no podemos imponer ningún tipo de condicionamiento, es totalmente respetable”.
Hablar de los hijos
En la previa del primer show, los chilenos Saiko hicieron la acostumbrada prueba de sonido en el recinto del Expo Center. Fue allí que Denisse Malebrán pudo conversar por primera vez con Chris Martin, quien se acercó hasta ella. “Fue muy simpático. Me llamó la atención porque uno tiene la idea de que los ingleses son parcos. Lo primero que me contó fue que él hablaba un poco de español, porque su señora de entonces, la actriz Gwyneth Paltrow, había vivido en España, entonces me dijo un par de palabras. Yo tengo un pésimo inglés, así que fue hablar con mucha generosidad de parte de ambos para comunicarnos”.
Pronto hubo un tema en común. Observador, el inglés notó que la cantante tenía tatuadas las letras A y M, por las iniciales de sus hijas, las mismas que llevaba él. “Mi hija mayor se llama Marisol y la segunda, Antonia, y en el caso de él, por Moses y Apple. Conversamos de varias cosas”.
Malebrán recuerda que el ambiente del backstage era tranquilo. “Eran gente muy sana, cero copete en los camarines, muy distinto a lo que uno se imagina”. Con el paso de los días -Saiko estuvo en los tres shows- se generó una mayor cercanía con la banda, e incluso la cantante se animó a llevar a sus hijas al concierto, donde pudieron conocer a Chris Martin. “Todos fueron muy amorosos y muy atentos con mis hijas, la Marisol que hoy tiene 26 todavía se acuerda de las cosas que hablaba con Chris Martin. Y la Antonia, lo pudo conocer la segunda vez que vinieron (en 2016) porque nos invitaron a verlos con nuestros hijos, pero en la primera vez había estado en brazos de él”.
Ante un Espacio Riesco totalmente vendido, con 5 mil personas por noche, Coldplay presentó un show de 16 canciones concentrado en los temas de X&Y, además de otros tantos de sus discos anteriores. “Fue una entrega limpia de 85 minutos con nítida resolución acústica y momentos de rotunda emotividad con temas como Yellow, The Scientist, In My Place y el cierre épico Fix You”, escribió Jürgensen en su reseña del primer concierto para La Tercera. Como suele ocurrir, el evento congregó a personalidades que pasaron a la carpa para invitados en que se sirvieron canapés y piezas de sushi, entre estos, estuvo Sebastián Dávalos, el hijo de la entonces presidenta Michelle Bachelet. De hecho, en esos días se especuló con un posible encuentro del grupo con la mandataria, pero finalmente no ocurrió.
En las horas previas a su último show, la banda tuvo un pequeño encuentro con la prensa, en que detallaron que estaban trabajando con el legendario productor Brian Eno en su cuarto álbum (el que finalmente se llamó Viva la Vida or Death and All His Friends), del que no adelantaron ninguna canción, aunque sí añadieron al repertorio la canción High Speed, que no hacían en vivo desde 2001. ”Si no tocamos canciones nuevas fue por culpa de internet, si lo hubiéramos hecho se habría perdido la sorpresa”, explicó Martin. Horas después, el músico tuvo un gesto con Saiko. “En los tres días se generó muy buena onda, de hecho comimos juntos un día ahí mismo. Y en el último, él nos presentó antes de su show, imagínate, la estrella que siempre está escondida. ‘Queridos amigos, les presento a una banda amiga, Saiko’”.
Pese a la situación de los precios de las entradas (un tema recurrente en los megaconciertos en Chile), en la productora evaluaron de manera positiva ese primer encuentro de Coldplay con el público chileno. Ello permitió el reencuentro años después, esta vez en el Estadio Nacional, el que se repetirá desde este próximo martes con cuatro shows en el coloso de Ñuñoa (20, 21, 23 y 24 de septiembre), agotados desde hace meses por la demanda de público. “Fue muy importante, muy bueno, la gente salió contenta, la banda quedó contenta y eso dejó la mecha muy alta”, cierra Carlos Geniso.