“Te amo, te odio, dame más”: la historia de Peperina o una canción de venganza de Serú Girán
Es un clásico del cancionero argentino. Sin embargo, está cargado de venganza, egos dolidos y heridas que nunca terminaron de cicatrizar. A seis años de su muerte, recordamos la historia de Patricia “Peperina” Perea, periodista que desató la indignación de Charly García y que pasó el resto de su vida luchando contra el estigma falaz de la groupie despechada.
Los hechos se remontan al 16 de noviembre de 1979. Esa noche, Serú Girán, icónica súper banda argentina integrada por Charly García, Pedro Aznar, David Lebón y Oscar Moro, arribaba en el Club Municipal de Alta Córdoba a tres meses del lanzamiento de La grasa de las capitales.
Entre el público estaba Patricia Perea, una joven reportera de la revista federalista Expreso Imaginario apodada como “Peperina” por su costumbre de tomar té de dicha yerba. Su misión era redactar la reseña del concierto, que sería publicada en la primera edición del año siguiente. Lo que Peperina no sabía era que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
Por entonces, Serú ya era una de las bandas más importantes de la escena trasandina. Todos sus integrantes venían de otros proyectos exitosos y gozaban de un nombre dentro del circuito del rock (García con Sui Generis, Aznar con Madre Atómica, Moro con Los Gatos y Lebón con Pescado Rabioso, por nombrar algunos). Sin embargo, la presentación de los músicos en Córdoba no terminó de convencer a Perea, que vertió una controversial opinión del show entre las páginas de la revista.
Así comienza una de las anécdotas más recordadas del rock argentino, con una trastienda cargada de declaraciones cruzadas y egos dolidos. ¿El resultado? Peperina, un intenso clásico del cancionero trasandino cuyo principal motor fue la venganza.
Para Charly, significó un éxito más. Para Patricia, el eterno e injusto encasillamiento en la figura de la groupie despechada que respondió con una crítica despiadada a la negación del sexo con el ídolo. Un estigma que García promovió por varios años más y que tuvo su último auge en 1995 con el estreno del filme Peperina, que incluso llevó a que Perea pasara una temporada internada en un neuropsiquiátrico.
El artículo de la discordia
Patricia Perea comenzó a trabajar como corresponsal de la revista cuando aún era adolescente. La oportunidad se dio cuando conoció a Pipo Lernoud, uno de los editores, en un concierto de PorSuiGeco realizado en Córdoba. “Enganché el trabajo para Expreso Imaginario casi por inercia. Me gustaba escribir, lo había hecho desde chica y la revista tenía esa onda federalista de que acá en Córdoba también había grupos y pasaban cosas. Intercambiemos con la Capital, me dije”, recordaría luego en su autobiografía Peperina por Peperina. Así fue como terminó redactando la polémica nota del concierto de Serú Girán.
En las primeras líneas del artículo, la apreciación de la periodista quedaba clara: “Asistieron 2.600 personas cada una de las cuales pagó $7.000 para entrar. ¿Valió la pena? Rotundamente no”. Después, agregaba: “Asistimos a un espectáculo decadente (conste digo espectáculo y no concierto) en el cual García empleó más su cotizado tiempo en hacer híbridas cabriolas sobre el escenario que en usar sus teclados. Donde los temas ‘grasosos’ fueron desprolijamente ejecutados y en más de una oportunidad interrumpidos y acortados”. Todas, actitudes que se le cuestionarían cada vez más a Charly en sus presentaciones en vivo.
Más adelante, la crítica se tornaría aún más severa: “Las voces no se explotaron como en otras oportunidades; se escucharon turbias y desafinadas. El clima general no fue festivo sino histérico y bufonesco (¿quién es el caradura que se anima a llamar alegría a semejante farsa?)”. Según describe Perea, el público de aquel concierto era, en promedio, de 15 años, y le recordó a la fanaticada de un “star” como Sandro.
Y, en consecuencia, señala que García se desenvolvió “sin aportar nada a la realidad sensible. Sólo se exaltaba poseído por su frenesí mítico en una postura exacerbadamente idólatra. Si Charly, a lo largo de su carrera pretendió ser la Marilyn Monroe del rock versión masculina francamente les digo que en Córdoba ya la ha emulado. Si lo que pretendió es hacer música y comprometerse con la denuncia implícita en La grasa de las capitales (¿o es sólo otro de los recursos lucrativos?) es mejor que comience a rebobinarse un poco a sí mismo”.
Sobre lo bueno, Patricia tuvo poco y nada que decir. Lo único que destaca es “una zapada entre Moro y Pedro. También algunos punteos de Lebón”, pero inmediatamente agrega que el resto fue “una serie de tics musicales, de nuevos temas interrumpidos constantemente por nostalgias muy trilladas (cuando Charly tocó Fabricante de mentiras un sector del público gritó: estamos en la generación del 80, García), de saltos, contorsiones y movimientos a la Presley por parte de García. Síntesis: relajamiento e inconsistencia total”.
Las palabras de la cordobesa no tardaron en llegar al músico. La severidad del comentario esbozado por Peperina causó la indignación de la banda, que se refirió extensamente a la crítica en una entrevista posterior que fue portada en la edición de abril de 1980 del Expreso, titulada Desmenuzamos a Serú Girán.
“Sabemos que hay algunas cositas que querían decir…”, partieron diciendo los periodistas Raúl B. Ichi y Pipo Lernoud a la banda. Charly no tardó en aludir directamente a Patricia Perea. “Yo quería hablar acerca de la corresponsal del Expreso en Córdoba. Para mí es alguien que no entiende nada de nada y sin embargo manda una carta al Expreso y se la publican. No sé, yo pienso que ustedes no piensan que Serú Girán es un desastre, que tocamos mal y engañamos a la gente. Eso es mentira, más allá de las cuestiones filosóficas o lo que le quieras meter. Y lo que veo es que toda la gente que escribe lo hace de acuerdo a lo que le gusta”, soltó. En el fondo, y así lo reafirma más adelante, consideraba que las opiniones de Perea no tenían fundamento más que su gusto personal.
Pero el descontento de Charly no se limitó a las declaraciones. En agosto de 1981, Serú Girán lanzó su último álbum de estudio antes de disolverse y retornar en 1992 con Serú ‘92. La canción que dio nombre al disco fue Peperina, un tema inspirado nada menos que en la joven periodista del Expreso que dos años atrás había criticado el recital de la banda en suelo cordobés.
Te amo, te odio, dame más: la venganza de Charly
Ya en los primeros versos, la interpelación es innegable. Acompañado por el piano, la voz de García abre los fuegos cantando, suavemente: “Voy a contarles una buena historia / La de una chica que vivió la euforia / De ser parte del rock / Tomando té de peperina”. Más adelante, la canción agrega: “Trabaja en los recitales / Vive escribiendo postales / Duerme con los visitantes / Y juega con los locales / Su cuerpo tiene pegada / Grasa de las capitales”.
El 2015, en una entrevista con el medio argentino La Voz del Interior, Perea dijo que se enteró de su mención en el disco de Serú por la radio. “Mario Luna –reconocido conductor y difusor del rock en Argentina- hablaba por radio sobre un nuevo LP de Serú que iba a llevar el nombre de una corresponsal de Córdoba apodada Peperina. Me embolé muchísimo, no me habían pedido autorización, iban a exponerme públicamente, cosa que sufrí hasta el día de hoy”, recordaba.
Luego, estuvo presente en el concierto que la banda dio para promocionar el disco. “Cuando vino a presentar Peperina, creo que fue en Atenas. Estaba Daniel Grinbank –manager de Serú Giran por esos años- y a cada estrofa que iba cantando, yo le respondía que eso no era así”, señaló en la entrevista.
Esa misma noche, Charly la invitó a una cena post concierto. “Yo estaba a la defensiva, había visto el brillito en tus ojos y la espuma en tus colmillos”, escribió en su libro, dirigiéndose al compositor argentino. Por eso, Patricia terminó por excusarse y no aceptar. Aun así, recuerda que tuvo un entredicho con el músico. García le habría dicho: “¿Sobre que te invito a comer asado pensás escribir mal de mí?”.
De ahí en adelante, Perea pasaría gran parte de su vida siendo señalada como la fanática despechada del ídolo argentino. A más de 20 años del episodio, contó que aún había personas que golpeaban su puerta preguntando si allí vivía la verdadera Peperina.
El mismo año del lanzamiento del disco, Patricia, decepcionada, decidió dar un paso al costado del periodismo y el mundo del rock. En la entrevista con La Voz señaló que, además, sentía que existía un cierto desprecio por el género femenino dentro del mundillo. “Eran contradictorios, cantaban canciones de amor, pero no respetaban a la mujer. En el fondo, Peperina es una canción de un machista despechado”, sentenció.
En 1983, Charly dio otro golpe. En medio de la presentación de Clics Modernos en el Luna Park, hizo una breve, pero ácida introducción al éxito de Serú Girán: “Voy a tocar un tema de una chica que le gustaba ir a habitaciones de moteles, a ver si le daban algo. Y cuando no le daban, se enojaba. Decía ‘ay estos chicos, qué mal que tocan’. Ahora vienen hasta periodistas hombres… ¡lo que es el destape, viejo!”.
Perea siempre fue enfática al afirmar que nunca tuvo ningún tipo de encuentro amoroso con el músico. “Con quien yo tuve un affaire fue con Daniel Grinbank (en aquel momento mánager de Serú Girán), hasta me propuso ponerme la plata para hacer una revista y que yo fuera la directora. Pero no me interesó trabajar con él”, confesó el 2012 en otra entrevista con el mismo medio. Además, en cierta oportunidad se interpretó erróneamente que uno de los poemas que publicó en el Expreso estaba dedicado al mánager. De allí, los versos que señalan: “Romántica entonaba sus poemas más brillantes / Susurrando al oído de mi representante: / Te amo, te odio, dame más”.
Patricia también dijo que en ese tiempo se sintió constantemente acosada por Charly, especialmente cuando se veía con Grinbank. En su libro, expresó: “Me hartó el acoso sexual, me harté de verlos drogarse, de cantar en el escenario la paz, el amor y la libertad y cuando bajaban hacían todo lo contrario de lo que predicaban. Lobos y buitres devorándose por un porro, un gramo de merca, una mina, un dólar”. Incluso, llegó a afirmar que no había valido la pena escribir su crítica en el Expreso.
En otro pasaje de su autobiografía, Perea confidencia una nueva anécdota con el músico: “Salir de la fama de Peperina me cuesta un toco. Todos se hacen la película de que curtimos y no, nunca curtimos. Una vez me dio un beso en la boca, de prepo, en La Falda. Gritaba: ‘Esta es Peperina, la auténtica, vos me diste de comer muchos años…’”.
Vivir después de Peperina
Apartada del mundo del periodismo musical, Patricia decidió seguir otra de sus pasiones. Así, se licenció de Filosofía en la Universidad y comenzó a dar clases en escuelas y en la facultad. Aun así, continuó cargando con la cruz de Peperina.
“Preferí entrar a la facultad. Ya había definido en la adolescencia mi vocación por la filosofía. Así que empecé ese caminito por el anonimato hasta que me recibí de licenciada. Con mis compañeros saltaba cada tanto el tema de Peperina, hasta era objeto de algunas bromas, porque la música de Charly sonaba en todos lados, no sólo la escuchaban los rockeros. Era genial su música, eso no se discute. Se pueden discutir otras cosas”, comentó a La Voz.
Las cosas siguieron con relativa calma en su vida. Pero cuando sentía que las heridas por fin comenzaban a cicatrizar, explotó la última bomba. En 1995 se estrenó la película Peperina, una suerte de fábula rock dirigida por el cineasta Raúl de la Torre que mezclaba registros de los conciertos del retorno de la banda en 1992 con una ficción protagonizada por la actriz Andrea del Boca, centrada en la historia contada en la canción. Una narración que alimentó las falsedades construidas en torno a su imagen.
“Me enteré un año antes, me rayé muchísimo. No me llamaron, no me preguntaron cómo había sido la historia. Hicieron una porquería que nada tiene que ver con la realidad y me deja mal parada. Estaba en la facultad y tuve que dar explicaciones, no era bien visto. Generó problemas en mi actividad laboral, vida familiar, afectiva, fue una cosa espantosa”, recordó Perea en la misma entrevista.
Así, decidida a contar su verdad, Patricia escribió su autobiografía, titulada Peperina por Peperina, en 1995, con la ayuda económica de una tía. El lanzamiento se realizó en la Biblioteca de Córdoba a sala llena. Sin embargo, las regalías no fueron demasiado altas. “Se llenó y era un día de lluvia. A Charly le mandé uno, dijo que le gustó. No se vendió como esperaba, la verdadera historia no sé si interesaba tanto. Mucha gente cree que la verdad es la película. Yo me muero, el final es así. Me violan, me aplican la picana eléctrica, me llevan en cana. A mí nunca me llevó la policía”, expresó.
Pronto, la situación se le saldría de las manos. Por esa época, entró en un cuadro psiquiátrico grave que la llevó a pasar una temporada internada en el hospital neuropsiquiátrico de su provincia. Aun así, logró recuperarse una vez más. Según contó en entrevistas, el apoyo familiar, la filosofía y la terapia lacaniana fueron imprescindibles para su mejoría.
Eso la llevó a escribir su segundo libro, titulado Peperina II. Gourmet lacaniano, el que la misma Perea describió como un texto que busca ayudar a personas que necesitan sanar. “Con este libro quiero transmitir que no hay que perder la esperanza. Hay una frase que está escrita en el muro exterior del Neuro: ‘Si alguna vez los hombres se volvieran prudentes, su historia sería un murmullo que apenas nos distraería’. Eso me ayudó a curarme. No la frase en sí, sino encarnar ese concepto en toda mi vida”.
Los últimos años de Peperina fueron mucho más tranquilos. El 18 de septiembre del 2016 y con 56 años, Patricia Perea falleció. En la conversación sostenida con La Voz del Interior el 2012, y ante la pregunta de si volvería a ver a García, Perea contestó: “No me molestaría verlo y hablar con él, me da mucha pena. Es buen músico y como persona la verdad es que ha sufrido mucho. No tengo mal concepto de Charly en este momento, le deseo lo mejor”.
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