De alguna forma, en la previa al primero de los shows de despedida de Daddy Yankee en el Estadio Nacional, flotaba la sensación de evento especial. Desde la mañana ya había público en las afueras del coloso de Ñuñoa y ya se notaban a los primeros vendedores ambulantes. Dentro, el mismo Big Boss era homenajeado con una estatua, cortesía de Spotify, que celebra su visita a la capital mundial del reggaetón.

Como en otras ocasiones, la fiesta pasó por momentos de tensión. Con el paso de las horas la masa de gente se extendía hacia Pedro de Valdivia y Avenida Grecia y parecía aumentar a cada momento. La situación se volvió caótica desde la salida del Metro, con gente intentando llegar a los accesos del Estadio y otros, en tropel, corrieron para ingresar sin ticket a la fuerza, incluso ya hacia la hora del arranque del show.

Carabineros informó de una agresión a una funcionaria que trabajaba como validadora por parte de una turba, estimada en 4000 personas, que ingresó a la fuerza al recinto. No se detalló la cantidad de detenidos por incidentes. Fue el gran punto negro de la noche.

El desorden llegó a tal punto que hubo gente trepando por las paredes del recinto, burlando los aparatajes más básicos de seguridad y colándose hasta las mismas narices del sector más exclusivo de cancha VIP. Un área que se vio sobrepasada de público.

Destrozos en el Estadio Nacional en ingreso forzoso de fanáticos de Daddy Yankee. Foto de Pedro Rodríguez.

También hubo rejas destrozadas como consecuencia de la avalancha de público que ingresó sin boletos.

En tanto, la productora Bizarro, organizadores de los tres recitales que empezaron la noche del martes y se extenderán hasta el jueves, se desligó de cualquier responsabilidad en un comunicado y dijo que más bien todo recae en “quienes son responsables de lo que sucede con los delitos en las calles y alrededores de los recintos donde éstos se desarrollan”.

Polimá y los corazones guerreros

La fiesta de beats y perreo comenzó temprano y tuvo acento criollo. Cuando la tarde refrescaba, hacía las 20.00, salió a escena Polimá Westcoast, acaso en el momento estelar de su carrera tras firmar una colaboración con J Balvin (Kawaii) y un encuentro con Dua Lipa, como una consecuencia del éxito de su hit Ultra Solo. Los datos de Spotify detallan que en este 2022, su audiencia diaria se incrementó en un 187%.

Vestido de blanco y con 12 bailarines en escena, Polima despachó un set que encontró rápida respuesta del público con temas como S.O.S, Cu4tro, My blood, e incluso cortes más recientes como Baby Otaku. Con el apoyo de un MC en escena, el chileno-angoleño aprovechó la conexión con el público millennial para ofrecer un show de 40 minutos correcto y sin demasiados aspavientos, en que repasó su carrera.

El momento mas esperado llegó hacia el final. “Va dedicada a los corazones guerreros”, anunció Polimá antes de cantar Ultra Solo (una versión que incluyó la parte de Paloma Mami del remix), además de pedir al respetable registrar el momento con los teléfonos. Porque en nuestros días, si no se está en las redes, no se existe.

Así como Princesa Alba abriendo para Coldplay, lo de Polimá ratifica el alza de la escena urbana como un movimiento consistente. No solo por su presencia importante en el Top 50 Chile de Spotify, sino que ha logrado reverberar con inusitada fuerza en la era digital; artistas como Polimá, Cris MJ, Marcianeke, Pailita, Pablo Chill-E, se han posicionado entre los chilenos más escuchados en el extranjero, a lo que suma a casos como Marcianeke o el beatmaker magicenelbeat firmando por Rimas Music, la compañía de Bad Bunny, dan cuenta de una potencia creativa que se instaló a punta de decisión, constancia y talento.

“Daddy no se va”

Poco antes de las 21.15, Daddy Yankee salió a escena ante una ovación. El apoyo visual de un avión aterrizando, en un guiño a la gira, sirvió de presentación para arrancar con Campeón, uno de los temas de Legendaddy, su último disco.

De allí vino la fiesta. El público siguió la mayor parte del set, como si estuviera en una discoteca, mientras en escena el Big Boss despachaba hits como Rompe, junto a 16 bailarines y el apoyo de la tecnología full body tracking motion capture, el que reproduce los movimientos de las bailarinas para verlas en pantalla. Porque era una despedida que fue diseñada para impactar y no se escatimó en efectos, luces, entorno que cambiaban y un ritmo continuo entre canciones.

“Recuerdo cuando canté este tema en Viña del Mar”, anunció antes de lanzarse con Lo que pasó, pasó, uno de los cortes clásicos del álbum Barrio Fino, coreado de principio a fin por el respetable. También pasó con Llamada de emergencia, un clásico de fiestas universitarias de los 2000, que provocó la reacción del público.

En escena, Daddy Yankee es un animador nato; habla constantemente al público, lanza dedicatorias a las chicas y repite una y otra vez lo agradecido que está del público chileno, como si todavía no pudiera creer el alcance del reggaetón en el último lugar del mundo.

Como en una buena despedida hubo invitados. No en carne, pero sí en la extensión digital del mundo virtual en las pantallas, un punto de apoyo clave para el espectáculo. Así pasaron temas que ya se han vuelto clásicos de discotecas y fiestas sub 30 como No me dejes solo junto a Wisin & Yandel; Tu príncipe y Yo voy, con Zion & Lennox, Baila, baila, baila, con Ozuna.

Tras un interludio animado por los bailarines, Daddy Yankee volvió a escena para lanzarse con Somos de calle, mientras pasaban gráficas de él mismo en las pantallas gigantes, como si quisiera duplicarse y estar en varios puntos a la vez.

Como si quisiera remarcarlo, pasaron una que otra palabra de agradecimiento al público chileno, que fue respondida por un fuerte “Olé, olé, Daady, Daddy”. Y de allí otro momento emotivo; el megahit Despacito que marcó el explosivo tramo final del show que cumplió como espectáculo en pleno regreso de los megaconciertos, pese a las dificultades y las tensiones que se han visto en otras jornadas en el mismo recinto. Como un recordatorio de lo que todavía queda por avanzar.