Santiago Mitre, director de Argentina, 1985: “Es un espejo interesante en el que mirarse ahora que la sociedad está dividida”
Tras realizar cintas de filo político como El Estudiante (2011) y La Cordillera (2017), el cineasta llegó a la cartelera con el filme basado en el juicio civil que condenó a los responsables de la dictadura militar que operó entre 1976 y 1983. En conversación con Culto, aborda su apuesta por un estilo clásico, el trabajo con Ricardo Darín y la resonancia internacional. “Contando una historia sobre la transición democrática argentina, la película puede conectar con heridas que otras sociedades han resuelto de modo distinto”, dice.
En un momento imaginó una estructura coral, con varias subtramas y personajes entrelazándose en un tejido más amplio. Ese diseño no duró mucho: pronto resolvió que la historia real demandaba un largometraje erigido sobre un lienzo más convencional y que facilitara la conexión con el espectador. Esas claves terminaron definiendo el engranaje de Argentina, 1985, el filme que desde esta semana se puede ver en cines locales y desde el viernes 21 de octubre en Prime Video.
“Por el tema y la amplificación que queríamos darle, la película necesitaba un lenguaje simple, por llamarlo de alguna manera, clásico, que pudiera dialogar bien con muchos tipos de público en Argentina y en el mundo”, explica Santiago Mitre (Buenos Aires, 1980) en conversación con Culto.
Escribiendo el guión a cuatro manos con Mariano Llinás (La flor), el director se empeñó en construir un thriller judicial con la ambición de convocar a una audiencia masiva, pero que no fuera cautivo de las convenciones del género.
La historia que tenían ante sí no admitía incursiones fallidas. Mitre se aproxima al llamado Juicio a las Juntas, el episodio de 1985 en que se inició un inédito juicio civil en contra de los altos mandos de la dictadura militar que se extendió en el país entre 1976 y 1983. Un proceso que comenzó 16 meses después del fin del régimen y que enfrentó amenazas y la resistencia de múltiples sectores, incluidos de personeros del gobierno de Raúl Alfonsín, el primero de la transición democrática.
-¿Cuál fue la primera pulsión que lo recorrió antes de comenzar a escribir el guión? ¿En algún momento consideró abordar otro momento de la historia argentina?
La verdad es que no, esta es la primera vez que trabajo sobre un hecho real. Venía de películas que abordaban temas políticos de manera distinta, sobre el detrás de escena del ejercicio del poder en distintos ámbitos. Siempre tuve muchísima admiración por el juicio de 1985 y me parecía un momento adecuado para conjugar dos cosas: trabajar sobre la justicia y en torno a un tema histórico. Es muy interesante trabajar sobre un hecho verídico. La verdad es que fue un gran aprendizaje. Ahora me dan ganas de tomar otros temas históricos, pero ya el tiempo dirá cuándo.
En el centro de Argentina, 1985 hay dos personajes que facilitan el armado de la cinta: Julio César Strassera, un veterano funcionario del poder judicial que fue asignado como fiscal, y Luis Moreno Ocampo, un abogado treintañero que tenía militares en su familia y fue nombrado fiscal adjunto a pesar de nunca haber ejercido ese rol en su carrera como jurista. Ambos se rodearon de un grupo de jóvenes dispuestos a poner su energía y conocimientos al servicio del caso.
En una decisión coherente con la magnitud del proyecto, el primer papel lo encarna Ricardo Darín, probablemente el mayor referente de la actuación argentina, con quien Mitre ya había colaborado en La cordillera (2017), el thriller a medio camino entre lo político y lo psicológico que filmó en Chile.
“Con Ricardo tengo una relación amistosa. Somos colegas, somos amigos, nos vemos muy seguido, es una persona en quien yo confío mucho, y cuando empecé a trabajar en esta película fue una de las primeras personas a las que se lo conté. Él de inmediato me demostró su interés y su apoyo”, señala el cineasta de El estudiante (2011).
Darín es además productor de su nuevo largometraje (al igual que su hijo, Chino Darín), por lo que su implicancia trasciende su rol protagónico en pantalla. “No es que a Ricardo lo haya elegido como actor, sino que esta película la desarrollamos juntos y la hicimos juntos”, apunta.
-¿Cómo describiría el trabajo con Peter Lanzani (Moreno Ocampo en la ficción)?
Es un actor muy joven pero que ha hecho películas valiosas, y yo tenía muchas ganas de trabajar con él. Coincidía que había algo de su físico que se podía acercar al personaje que tenía que representar. Eso lo hacía no sólo el actor ideal por su capacidad dramática, sino que además reunía lo físico. Y tenía muchas ganas de que trabajaran Ricardo y Peter juntos. Me parecía que se podía armar una buena alquimia entre ellos y afortunadamente así sucedió.
Actor de El clan (2015) y de la serie de Netflix El reino, Lanzani es parte de la generación de argentinos que aún no nacían cuando se realizó el Juicio a las Juntas. Ese es uno de los principales públicos a los que se dirige la cinta, que en sus primeros días ha dominado la taquilla en las salas de su país.
“Ahora parece evidente la importancia y lo trascendente que fue el juicio del 85, por la manera en la que Argentina pudo empezar a reconstruir su democracia a partir de un juicio heroico y de un coraje inevitable. Pero yo también me daba cuenta de que había mucha gente en Argentina que por el paso del tiempo no lo recordaba”, señala.
“Toda Latinoamérica estaba gobernada por dictaduras militares. Los militares todavía tenían mucha fuerza, había una gran parte de la sociedad que no quería el juicio. Pero hubo personas que se dieron cuenta de que un país para sanar sus heridas necesita justicia y lograron hacer esto, que para mí es un ejemplo que ha fundado una tradición de justicia en Argentina. Que más allá de los retrocesos que hubo en los años subsiguientes, todavía continúa hasta el día de hoy. Y me parece que también es un espejo interesante para que nos miremos los argentinos ahora, cuando la sociedad está dividida y está todo tan polarizado”.
-La película tuvo una gran recepción en el Festival de Venecia y es la candidata argentina para los Oscar. ¿Hasta ahora qué es lo que más le ha llamado la atención de la recepción internacional?
Funcionó muy bien en Venecia, que es un evento que nuclea a gente de todo el mundo. Lo mismo en San Sebastián. Me alegró reconocer que, contando una historia tan argentina, sobre la transición democrática, la película puede conectar con heridas que otras sociedades han resuelto de modo distinto. Los españoles hablaban de la película de una manera que era casi propia. Ver la transición democrática argentina los ayudaba a ver qué cosas hicieron bien y qué cosas hicieron mal en el postfranquismo, y me parece que eso sucedió con gente que la vio de muchos lugares y con historias parecidas pero distintas a la argentina.
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