No necesitaron palabras, solo el calor de un abrazo. El 11 de enero de 2009, durante la II Cumbre del Rock Chileno celebrada en el Club Hípico de Santiago, Klein Guzmán se encontró con Pogo, su excompañero en Los Peores de Chile, banda que durante los noventas irrumpió con inesperados hits de factura punk como Síndrome Camboya y Chicholina. Pero las tensiones propias del rock and roll consumieron al grupo a finales de 1995. Desde entonces, cada quien siguió su camino en diferentes proyectos. Pero la amistad latente pudo más.

“El Pogo estaba ahí porque fue invitado por Sinergia y yo estaba tocando con Profetas y Frenéticos -recuerda Klein-. Yo no soy una persona rencorosa, pero no me olvido nunca. Así que me lo encontré, me acerqué a él y le di un abrazo”.

Fue entonces que se selló el retorno del grupo. “Le dije que teníamos una banda que quedó con una historia truncada, así que teníamos que seguir. Le di la confianza que él necesitaba para volver a ensayar y trabajar juntos. Una confianza que se transformó en solidaridad y honestidad entre nosotros”.

Desde ese momento el grupo volvió a la actividad. Retomaron su intensa agenda de ensayos y las presentaciones en vivo además de grabar el álbum No sabe/No contesta (2012). Incluso mantuvieron la fibra creativa lanzando sencillos como No recen, pero ahí vendría un golpe devastador; el diagnóstico de cáncer que terminó por llevarse a Pogo el pasado 3 de octubre. “Fue un gran camino que recorrimos juntos -dice Klein-. El reencuentro duró prácticamente hasta el día de su muerte”.

El bautizo de Pogo

Antes de Pogo, estuvo Mario Carneyro. Un muchacho creativo y de carácter indómito que a los 19 años emigró a España, en plena transición tras la muerte de Franco, en busca de mejores chances. En ese momento lo conoció el joven Rolando Ramos. “A Mario lo conocí el año 83′-84′, cuando yo estudiaba periodismo en España -cuenta-. Un colega en esos entonces, Kike Turmix, que era bien importante, me dice ‘oye, hay un tío que es paisano tuyo ¿quieres conocerlo?’”.

El encuentro se concretó durante un show de la banda psychobilly, King Curt. “Mario era bien especial, no era muy amistoso. No sabía si era español o chileno porque hablaba muy bien el acento madrileño, era un poco mayor que yo. Me lo presentó y de ahí no lo vi más. Pasó que el 87′ me vengo, y otro amigo en común, Jaime Ríos me dice, ‘oye tengo un amigo que llegó de España, que está medio con depresión, no sabe qué hacer ¿por qué no lo ayudas? Yo desde el 82′ tenía un programa que se llamaba Melodías Subterráneas en la Radio Universidad de Chile, me lo presentan y me acordé que era él”.

Pogo. Archivo Histórico / Cedoc Copesa

Pronto, a Ramos le quedó claro que el joven Carneyro tenía un potencial creativo gracias a su amplia cultura, forjada en años de lecturas. “Era una persona muy culta, leía mucho, muy interesante. Yo quería darle un giro al programa y Mario tenía un potencial exquisito de contar historias, entonces le dije ¿por qué no me envías unos guiones?, me mandaba unas sábanas tremendas con una imaginería increíble; viaje al cerebro de un criminal, anarquía en la plaza de toros, aventuras en un búnker antinuclear, cosas así”.

Fue en esos años en que salió el nombre con que pasó a la historia. “En el programa estaba Karin Yanine, era Karin, Bernie Ramos, la Bernie, pero entra este personaje al programa y me digo ‘¿cómo lo llamo?’, entonces ahí dije por qué no lo llamo Pogo que era el baile de los punks. A él le encantó y desde ahí quedó como el Pogo”, detalla el periodista.

Con su nuevo nombre, corto y directo como una canción punk, Pogo trabajó en Melodías Subterráneas entre 1986-87. Uno de sus auditores era el joven Álvaro España, quien se estaba iniciando en la música como cantante de los Fiskales Ad-Hoc. “Nosotros estábamos empezando y no teníamos guitarrista -recuerda-. Un amigo conocía a Rolando Ramos, que hacía un programa que se llamaba Melodías Subterráneas, y el Pogo hacía los guiones. Era el programa que amábamos todos los punks de la época, porque era la única forma que teníamos de escuchar punk rock. Rolando le habló de nosotros, se entusiasmó y se nos unió. Fue un tremendo aporte para tomarnos en serio la música y darle para adelante”. Pero fue una experiencia que solo duró un par de años. “Nos separamos de él, pero nunca en mala, quedamos amigos para siempre”, agrega.

Síndrome Camboya

Inquieto, ya hacia los primeros días de la transición, Pogo decidió levantar su propia banda. En principio llegaron los amigos y los más cercanos, pero ninguno demostró estar a la altura. Dando muestra de su carácter decidido, no se dejó amilanar. Preguntando, llegó hasta los hermanos Alejandro “Jando” y Claudio “Klein” Guzmán, que ya acumulaban kilometraje como músicos. Ese fue el origen de Los Peores de Chile.

“Cristián Silva, un amigo que era el bajista de Los Vandalk, una banda antigua, me llevó donde el Pogo para incluirme como guitarrista -recuerda Jando-. Yo estaba súper metido con el blues más antiguo, Charlie Patton, Robert Johnson y el Pogo conocía muy bien esa onda, entonces encajamos súper bien. Después yo llevé a mi hermano a la banda, estuvimos casi un año ensayando solo los 3, porque íbamos probando bateristas y ninguno encajaba, hasta que llegó Bruno Astele”.

Los Peores de Chile. Klein luce la polera de rayas blanca, azul y roja que Claudio Narea usó en el video de We are Sudamerican Rockers, de Los Prisioneros. Archivo Histórico / Cedoc Copesa

En esos días, Pogo vivía en una casona en Avenida España con Toesca que acondicionó como sala de ensayo para el grupo. “Él tenía una actitud de trabajo súper dura, a nosotros nos dijo que quería ensayar todos los días, de lunes a viernes. Para mí no era problema porque lo único que quería era tocar, incluso nos pasó las llaves de la casa a cada uno. Ahí estuvimos harto tiempo dándole forma a las canciones”, cuenta Jando.

Fue así que salió Síndrome Camboya, un tema que mezcla punk y blues, casi como un diálogo de Los Ramones y Muddy Waters. “El Pogo tenía la letra y el riff de la guitarra. Cuando me la mostró, la empezamos a trabajar de inmediato y le metí el slide”, rememora Jando. “Él escuchaba de todo, le gustaba el jazz, el rap, el hip hop, el rockabilly, siempre sorprendía con algo”, agrega.

El grupo envió el tema a la convocatoria de la Asociación de Trabajadores del Rock (ATR) para integrar el compilado Con el corazón aquí II (1993). A cargo de la producción musical estaban Andrés Godoy y Claudio Narea, quien conocía a los Guzmán porque fueron vecinos en la villa Las Palmas de San Miguel. Además, Klein había tocado con él en su banda Profetas y Frenéticos, el proyecto que levantó tras su primera salida de Los Prisioneros.

“No tenía idea que ellos tenían una banda, postularon como cualquier persona y llegaron con la canción -detalla Narea a Culto-. Nos pareció que estaba muy buena, pero no tenía coro. Les pedí que le hicieran uno antes de grabar, pero llegaron al estudio, comenzaron a tocar y no había coro por ningún lado. Entonces sobre la marcha le inventé el coro, porque el tema se llamaba Síndrome Camboya pero no lo decía en ninguna parte. Así salió”.

El tema les dio una vitrina para dar el salto y fichar por Culebra, una subsidiaria de la multinacional BMG. Así grabaron su primer álbum homónimo en 1994, con Narea y Godoy de nuevo en la producción musical. “Como quedó tan bueno lo que habíamos hecho con ellos, los llamamos para que fueran los productores del disco, porque del sello nos habían ofrecido a puros tipos bacanes, onda a Santaolalla”, detalla Jando.

Gracias a sus explosivos singles, el álbum logró un éxito inesperado. “Estuve en la producción ejecutiva del disco, un trabajo maravilloso, y como yo estaba en la radio Rock&Pop pudimos meter Síndrome Camboya y Chicholina. Ahí Mario vivió sus quince minutos de esplendor, pero después su manera tan especial de ver la vida lo ayudó y lo traicionó, era una bella persona”, recuerda Rolando Ramos.

Un detalle curioso es que en el videoclip de Síndrome Camboya, Klein vistió una polera a rayas blancas, rojas y azules regalada por Claudio Narea. Era la misma que este usó en el legendario videoclip de We are Sudamerican Rockers.

El impacto de las canciones fue tal, que Los Peores de Chile fueron invitados al estelar televisivo Martes 13, un espacio insólito para una banda punk. Esa noche, Pogo vistió una chaqueta de cuero rosada que Claudio Narea había usado durante los días de Profetas y Frenéticos.

“Íbamos a tocar solo Síndrome Camboya como promoción -asegura Klein-. Nuestro mánager, Andrés Godoy, estaba en el switch con Gonzalo Beltrán, el director del programa. Cuando salimos a tocar el rating se disparó, entonces Beltrán, que tenía un carácter bastante fuerte, pidió que tocáramos Chicholina, el segundo tema. Después nos fuimos a celebrar, pero el Pogo se fue para la casa nomás porque no pescaba mucho eso, siempre fue alguien muy intenso y super rebelde en ese sentido. Fue muy sorprendente para nosotros tocar frente a un público de terno y corbata”.

Por su lado, Jando recuerda que se tomaron la experiencia como una oportunidad. “Éramos unos muertos de hambre y nos ofrecieron una cantidad de dinero que para nosotros era desorbitante. Pero éramos punks, así que dijimos, ya, vamos, hacemos nuestro trabajo nomás y nos vamos con la plata. No pescamos a nadie. Con el dinero pudimos comprar guitarras, un amplificador decente y un micrófono”.

Eran días en que el grupo se encontró de golpe con la fama. “Fue el primer disco de punk rock que tuvo éxito en la radio, y sin hacer música comercial. ¿Cómo nos tomamos el éxito? Nosotros lo tomábamos para la risa, nos cagábamos de la risa de cómo explotó tan fuerte -recuerda Jando-. De un día para otros fuimos muy conocidos, tuvimos que empezar a lidiar con cierta fama lo que era raro para nosotros, era raro que nos pidieran autógrafos”.

Los Peores de Chile. Archivo Histórico / Cedoc Copesa

Pero no todo fue felicidad. El éxito y la vorágine de la carretera comenzaron a pasar factura al grupo. La tensión fue tal, que Klein y Jando se retiraron de la banda cuando ya tenían preparados los demos del segundo álbum, el que finalmente se publicó en 1997 con otra formación. “Nos fuimos en un mal momento. En esa época empezamos a tocar mucho, teníamos muchos compromisos, y la verdad estábamos todos cansados del ajetreo -recuerda Jando-. Un día llegamos a la casa del Pogo y nos mandó a la cresta. ‘No quiero saber nada más’, dijo. Fue una pelea bien pesada, pero en un muy mal momento. Ahí tomamos nuestras cosas y nos fuimos”.

“El Pogo tenía un carácter muy variable -rememora Claudio Narea-. A veces andaba muy bajado, otros días andaba muy entusiasta y conversaba mucho, otras veces andaba muy enojado. Cuando empezaron a tocar en vivo los acompañaba porque eran amigos, pero en un momento empezó a ser un poco molesto porque él era difícil de tratar. El Pogo se enojaba mucho cuando las cosas no estaban como le habían dicho, entonces participar de eso tampoco era muy agradable, pero tengo muy buenos recuerdos de él”.

El canto final

Tras el abrazo que selló el reencuentro de Los Peores de Chile, el grupo volvió a las pistas. Pero su huella había calado en nuevas generaciones. Le pasó a Rodrigo Osorio, Don Rorro, el cantante de Sinergia. Cuenta que por medio de Andrés Godoy, quien fue productor del grupo, conoció a Pogo cuando debió pedirle permiso para grabar una versión de Síndrome Camboya para el EP Canciones de cuando éramos colegiales (2005). Así surgió un vínculo que les permitió invitarlo a tocar en vivo en algunas ocasiones.

“Él era una persona muy especial, muy culta, con muchas convicciones y una mirada muy distinta de la vida. A él le gustaba mucho quedarse en una esquina y conversar”, detalla el también presidente de la SCD. “Él era el punk más genuino que he conocido. Vivía bajo sus propias convicciones en una situación de mucha precariedad por decisión propia y mucha rebelión cultural que vertía en su arte”.

FOTO:DAVID CORTES SEREY/AGENCIAUNONO

Don Rorro detalla una historia que compartió en sus redes sociales. En una ocasión Pogo solicitó usar el fondo de emergencia de la SCD para comprar una guitarra, debido a que le habían robado la suya. Pero una vez que la recuperó, él mismo fue hasta la sede para devolver el dinero. “Es un fondo para el que tienes que presentar la documentación que acredite la contingencia que tuviste, después lo ve el consejo directivo. Nosotros lo aprobamos inmediatamente, pero a las dos semanas nos enteramos que había ido a devolver el dinero. En el velorio supe que los mismos integrantes de Los Peores de Chile habían rescatado la guitarra en una población. Fue impactante porque eso muestra su desapego de lo material. Si tenía su guitarra, no necesitaba otra”.

En general, quienes lo conocieron detallan que se trataba de un hombre reservado. Poco se sabía de su historia familiar, pese a que en abril de 2017, en una columna para The Clinic detalló que su padre, de su mismo nombre, fue director del diario La Segunda durante los años más duros del régimen militar (y autor de la macabra portada que decía Exterminados como ratas) y que durante su adolescencia más de una vez vio al mismo Agustín Edwards en su casa. Sus compañeros de banda prefieren no hablar del asunto, pero Claudio Narea tiene un recuerdo muy vago. “Sí, lo hablamos alguna vez pero no era algo que le gustara hablar. Yo creo que para él era una situación incómoda”.

El último show de Pogo con Los Peores de Chile, fue el 5 de marzo de 2020 en el Bar de René, junto a Los Miserables. La larga pausa de la pandemia lo hizo volcar su creatividad en libros como Morfopunk y la autobiografía El peor libro de Chile, editados por Santiago-Ander. A la música pudo volver recién a fines del año pasado, pero ya comenzaban a notarse los síntomas del cáncer que lo consumió y para el que no quiso recibir tratamiento convencional.

Fanatico escribe condolencias sobre feretro del Mario "Pogo" Carneyro. FOTO: VICTOR HUENANTE / AGENCIAUNO

“En octubre empezamos a ensayar, a proyectarnos para hacer giras y hacer temas nuevos -cuenta Klein-. Pero en noviembre empezó su decaimiento generalizado y llegó un momento en que ya no podía ensayar más. Fue muy difícil y en una primera instancia muy doloroso porque yo tenía la esperanza de volver al escenario con él. Pero conversamos y me dio el espaldarazo para seguir adelante porque tenemos mucho rock & roll todavía por sacar, fue un gesto muy lindo de él. Hay muchos proyectos que están en carpeta que vamos a ir sacando”.

Los músicos recuerdan que la situación fue difícil. “Después de la pandemia nos juntamos a ensayar, lo veías bien, pero como a las 3 canciones él se ahogaba y había que sacarlo de la sala, tosía mucho -señala Jando, quien asumió la voz del grupo tras la partida de Pogo-. En los últimos ensayos con él alcanzamos a tocar unas 8 canciones y pasaba lo mismo. Entonces a la semana siguiente, el Pogo con mucha hombría nos dice que no puede seguir. Quedamos helados. Después lo visité, escuchamos música y no lo vi como en tres semanas, pero cuando nos volvimos a ver, la enfermedad ya lo había tirado a la cama. Fue súper rápido. Nos dolía verlo así, era terrible y ya sabíamos cuál iba a ser el desenlace”.

Pogo murió a los 65 años, rodeado de sus amigos y sus cercanos. “Él se fue como quería, sin Dios ni Ley -recuerda Álvaro España-. Se fue tranquilo, se fue escuchando música, dibujando hasta el último, viendo lo que quería ver. Se fue en paz”.

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