La experiencia del festival español Primavera Sound en el país, arrancó con un manifiesto su espíritu más indie y alternativo. En el Movistar Arena, el evento Road to Primavera reunió un cartel que incluía nombres destacados como Pixies, Jack White y Cat Power. Todos, con pasos anteriores por Chile, pero con shows de alto vuelo.
Todo arrancó a las 18.00 horas. Puntuales, los Niños del Cerro salieron a tocar frente a la acotada asistencia, a tono con lo que suele ocurrir en los festivales en sus primeras horas. A los chilenos les tocó abrir frente a una audiencia veinteañera que en realidad esperaba a los números principales, pero que siguió el show con disposición y en algunos momentos aplaudió con entusiasmo.
Los años y la experiencia en la carretera le han sentado bien al grupo. Desde sus comienzos como parte de la escena de pop de guitarras (que hizo mucho ruido, pero dejó muy poco), han afiatado un sonido de directo contundente, sostenido en las texturas y capas de guitarra ruidosas, a la manera de grupos indie como Deerhunter o hasta Animal Collective. Tras poco más de 40 minutos, la banda despachó un show correcto, aunque sin muchos momentos memorables.
La jornada siguió con la presentación de Cat Power, poco antes de las 19.15, ya con más asistencia en el Arena. “Hola, Santiago”, saludó en un claro castellano. Con una instrumentación acotada solo a guitarra eléctrica (de sonido muy limpio), batería y teclados, la artista desplegó un show concentrado en su poderosa voz cálida pasada por efectos.
En escena, Charlyn Marie Marshall (su nombre real), despliega talento y un repertorio al que puede hacer lucir su bagaje como intérprete. Así pasaron temas como The Moon, Metal Heart, la melancólica The Greatest y otros cortes de su reciente álbum de covers, otra de las facetas de su carrera; de hecho en noviembre recreará el legendario show de 1966 de Bob Dylan en el Royal Albert Hall.
La hora del rock
Con la cortina de Kick out the jams, de MC5, Jack White entró a escena puntual a las 20:45. El viejo tema precursor del punk rock no pudo ser más apropiado; de inmediato el músico lanzó llamaradas de distorsión como para hacer notar la presencia de las guitarras ante un Arena casi repleta cuando la tarde ya refrescaba.
El de Detroit ofreció un show contundente con un sonido arrollador (y una envidiable colección de guitarras). En el set repasó temas de sus lanzamientos de esta temporada (Fear of the Dawn, en abril y Entering Heaven Alive, en julio), y también pasadas por material de sus otros proyectos como The Raconteurs (allí pasó una flamígera Steady as she goes, cantada por el respetable), The Dead Weather y por cierto, The White Stripes.
Los guiños al dúo que integró junto a Meg White, en la fulgurante era dorada del garage revival, fueron de los más celebrados de la noche. Más, al sonar a banda completa lo que ofrece la chance de volver a escucharlos potenciados; así pasaron una atronadora Black Math, We’re going to be friends, Icky Thump, entre otras.
La pirotecnia distorsionada de White, y su repertorio bien equilibrado, fueron uno de los momentos altos del evento y ratificó las buenas reseñas de su reciente paso por Buenos Aires, en la edición trasandina de Primavera Sound. A sus 47 años, la voz todavía le acompaña y parece manejar los misterios de la guitarra eléctrica mejor que en sus inicios.
El público siguió con entusiasmo el set, más hacia el cierre con una poderosa interpretación de Seven Nation Army, con su pegadiza frase inicial (en su momento la cantaban hasta los tiffosi italianos) marcando uno de los momentos especiales de la noche. Y bien puede haber superado el buen show que ofreció en Lollapalooza Chile 2015.
Pero faltaban los Pixies. A eso de las 22:30 el grupo encabezado por Black Francis, salió a tocar ante una fanaticada que en ese punto repletó el Arena.
Si bien, el grupo llegó con su recién estrenado album Doggerel (del que interpretaron algunos cortes), el set de larga duración estuvo cargado a los temas de la era de Doolitle y Surfer Rosa, sus discos más representativos y que concentran su material más clásico.
Apenas sonó Debaser (con la bajista argentina Paz Lenchantin en las voces de apoyo), el público se desató. Más cuando siguieron temas como Isla de encanta, Monkey going to Heaven, Wave of mutilation, entre otras tantas.
El show, cargado a las guitarras distorsionadas, se sostuvo en el repertorio que pese a los años, ha envejecido con suficiente atractivo como para entusiasmar a nuevos fanáticos y hasta a los vendedores de bebidas que se detenían a mirar el show. Mas de alguien recordó el memorable show de 2010, en que tocaron 33 canciones, como homenaje a los mineros atrapados en la mina San José.
A ello se le sumó un ritmo trepidante, casi sin pausas entre las canciones (algo como lo que pasaba en los shows de los Ramones), lo que le dio una sensación de continuidad que atrapaba hasta al más distraído.
Hacia el cierre con clásicos como Here comes your man, el grupo coronó una jornada que entre el rock alternativo y el indie, mostró parte del espíritu del Primavera Sound. Un primer bocado para un festival que en noviembre tendrá su edición estelar con una parrilla que mezcla consagrados como Arctic Monkeys, Björk y Travis Scott, con nombres más de nicho como Mitski, Phoebe Bridgers, Charli XCX, Arca, Beach House, entre otros. Una apuesta que se verá cuanto puede calzar en una audiencia exigente de emociones.