“Un álbum de amor, anhelo y duda”: así es The Car, el nuevo disco de Arctic Monkeys
El séptimo álbum de los de Sheffield, que los traerá a Chile en el marco del Primavera Sound Santiago, dialoga con su antecesor, Tranquility Base Hotel & Casino, pero muestra al grupo afiatado en su interés por las texturas y los ritmos más cercanos al r&b. Ya ha sido destacado por los críticos por su ambición y los detalles. Porque los “monos” hoy son una banda más para escuchar que para bailar.
Ya lo anticipaba el buen baterista Matt Helders, en mayo pasado. Cuando se le preguntó por cómo iba a sonar el nuevo álbum de los Arctic Monkeys, The Car, señaló que “es como continuar donde el otro [Tranquility Base Hotel & Casino, 2018] lo dejó musicalmente”. Y tenía mucha razón. Más al señalar que “nunca va a ser como ¿RU Mine? y todo eso de nuevo, ya sabes, los riffs pesados y esas cosas”, dándole una palada (por ahora) al deseo de volver a ver a los “monos” en su versión más rockera.
Con el tiempo se publicaron los primeros adelantos, los que confirmaban que el séptimo álbum de estudio de la bada oriunda de Sheffield, ya disponible en plataformas digitales, iba más de sosiego y capas de sonidos, antes que riffs martillantes y precisos fills de bateria. En There’d better be a mirrorball, lanzado a fines de agosto, retoman el pulso sosgeado, las frases de piano y los patterns de batería en que Helders se acerca a un fraseo más parecido al jazz, que a los cañonazos de guitarras que la banda lanzaba hasta el celebrado AM (2013). En un comunicado, el grupo detalló que la canción los muestra “corriendo salvajemente en un paisaje musical nuevo y suntuoso”.
Casi un mes después, el 29 de septiembre, llegó el segundo adelanto, Body Paint. Quienes asistieron al show de la banda en el Kings Theatre de Brooklyn, Nueva York, pudieron escucharla con un par de días de anticipación, aunque no pasó mucho tiempo hasta que se dio a conocer durante su participación en el programa de TV de Jimmy Fallon.
Allí quedó claro que se trataba de una canción a tono de balada, guiada por el piano y las cuerdas -a ratos en stacatto-, pero que va creciendo en intensidad hasta que casi a los tres minutos, aparecen, por fin, las guitarras eléctricas bañadas en fuzz como en los viejos tiempos, pero a la vez no. Algo así como una balada de rock de la vieja escuela, pero mucho menos obvia que las de los setentas.
El tercer adelanto de The Car, estrenado en el Festival Zürich Openair, fue I ain’t quite where I think I Am. Aunque su largo título responde al historial de títulos intrincados de la discografía del grupo, lo cierto es que este tema responde de manera más clara al interés de Turner por el r&b.
Allí están el pulso marcado por el bajo, las guitarras con efecto y otras grabadas junto al tambor, como manda el manual del funk. La mezcla mete a la banda en una canción que por momentos parece una reinterpretación de un tema olvidado de Marvin Gaye (”funky new song”, la llamó NME), aderezado con guitarras a lo psicodelia de la costa oeste de los 60′. Como si la exploración que abrió el grupo en AM, hacia la música negra, haya sido aterrizada a su expresión musical más artesanal e intrincada que exige una mayor concentración al oyente.
Una idea que de alguna forma ha sido deslizada por el grupo. Hace algún tiempo, tanto Helders como el cantante y guitarrista Alex Turner, señalaron a la radio NPO 3FM de Holanda, que ven en la discografía de la banda una cierta conexión que no es evidente a primera vista para la fanaticada. En ese punto, The Car (con la producción musical de James Ford, colaborador del grupo desde su segundo álbum) se emparenta con Tranquility Base Hotel & Casino, pero de alguna forma, también puede dialogar con el anterior a este, AM. Baste la sensualidad intrínseca de cortes como Do I wanna know? que acá se desarrolla en otro lenguaje.
“Creo que me parece posible que, cuando miras hacia atrás después de que ha pasado un período de tiempo, notarás más que el sonido de cada disco [es] una especie de sangrado en el siguiente, más de lo que crees”, señaló Turner. Por ello, aseguró que The Car “definitivamente es una continuación del último, pero se siente un poco más abierto o algo así”.
Por ello, es que no hay mayores misterios acerca de The Car. Es un álbum sensual, soulero, de pop barroco sin ser tan evidentemente Beach Boys, en que el cuarteto (que completan el guitarrista Jamie Cook y el bajista Nick O’Malley) mantiene su arco vital en el lado de los adultos que hacen música midtempo; más preocupados de las texturas, que de los riffs; más de la escucha atenta, que de la reacción; más atentos a las partes de las canciones, que a un gancho pegadizo de entrada. Ya no son los que eran, pero están invitando a otro lugar.
Lo que dicen los críticos
En algunos portales internacionales ya circulan las primeras reseñas del álbum. En estas se apuntan detalles particulares. La crítica de The Guardian, Laura Barton (quien le dio al disco 4 estrellas, de 5 posibles), comentó sobre la voz de Turner y su cambio durante la carrera de la banda. “En los primeros días era delgada, dura y del norte, asentada en algún lugar entre la nariz y la garganta. Hoy se ha vuelto más cálida, más plena, con una profundidad bruñida. Es más ligero que el de su clara influencia, Richard Hawley, y dado a repentinos barridos ascendentes, como en el sublime cierre Perfect Sense”.
Asimismo, Barton se detuvo en el particular y cargado sonido del disco, que invita a darle una escucha más reposada. “The Car es un registro enormemente táctil, lleno de texturas extrañas: un quitapelusas corre sobre la pana, la pintura corporal se adhiere a las piernas, los brazos, la cara y las lágrimas se lloran en una cabina de bronceado. Las cosas pueden parecer glamorosas, pero todo requiere mucho esfuerzo y la verdad sigue asomándose”.
Mientras, en el portal Pitchfork, un afamado sitio web estadounidense, el crítico Mateo Strauss lo calificó con puntaje 8,0 (de 10). No pudo evitar los puentes con Tranquiliy Base, al hacer una comparación situada en los temas que tocan las letras de Turner. “Al igual que con su predecesor, cuanto más tiempo pasas en su laberinto, más claros se vuelven sus temas: The Car es un álbum de amor, anhelo y duda, y la ofuscación sirve para reforzar su creencia central de que las verdades más simples son las más difíciles de descubrir”.
También hay menciones a otros de los temas del disco. “Jet Skis on the Moat, que podría pasar por un cover de Isaac Hayes, y Body Paint, una explosión de pop barroco que tiene toda la arrogancia y bravuconería de un corte de AM sin nada de la espeluznante desesperación”.
Y tal como en The Guardian, hay unas líneas dedicadas a la manera de cantar de Turner. “A lo largo de los años, ampliaría su rango, pero cuando cambiaba a un registro más alto, era casi como una parodia, encarnando al showman que balancea las caderas y que puede burlarse del machismo de las estrellas de rock sin dejar de comportarse un poco como un niño. Ahora que el falsete es casi el estándar en The Car, Turner ha colapsado la ironía y la ha eliminado, y está cantando de esa manera en algunos de sus momentos más sinceros”.
Por su lado, Tomas Smith, de NME (quien le dio 5 estrellas, de 5 posibles, a tono con el habitual aprecio de los británicos por los suyos), lanza la tesis de que el álbum es un buen resumen de la historia de la banda. “The Car resume mejor a los Artic. La historia de los monos hasta ahora: composición aguda, innovación implacable y trabajo en equipo inquebrantable. Para los veteranos, es un brindis satisfactorio para aquellos que se quedaron y maduraron junto con la banda, mientras que para los novatos, que llegan principalmente a través de TikTok y servicios de transmisión, es un lugar extraordinario para comenzar su viaje de Monkeys”.
Grabado durante el verano boreal de 2021 entre Londres y Paris, The Car marca para los críticos un paso favorable para la carrera del grupo. Una etapa en que asientan una sonoridad más exhuberante, la que se podrá apreciar en directo en su próximo show en el marco del Primavera Sound Santiago, entre el 11, 12 y 13 de noviembre en el Parque Cerrillos. En NME fueron algo más lejos. “Arctic Monkeys está solo como el salón abandonado en la azotea: la última y más grande banda de su generación que sigue operando a su más alto nivel”.
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