El regreso de Sebastián Lelio de la mano de Florence Pugh: “Ella domina la pantalla”
Este jueves 3 el director nacional vuelve a salas con El Prodigio, un thriller psicológico ambientado en Irlanda en el siglo XIX que marca su primera colaboración con Netflix en un largometraje. En conversación con Culto, el realizador de Una Mujer Fantástica habla sobre el trabajo con su actriz principal, de sus deseos de volver a filmar en Chile y de la tensa convivencia entre el streaming y la pantalla grande. “Hay que cuidar el cine en salas, por supuesto, pero al mismo tiempo tampoco hay que rasgar tantas vestiduras”, afirma.
Es el año 1862 en Irlanda. Ha transcurrido apenas una década desde el fin de la Gran Hambruna, que le costó la vida a un millón de personas y tensionó la convivencia con los ingleses, por lo que no es tarea simple viajar desde Londres a la tercera isla más grande de Europa.
Es lo que padece en carne propia Lib Wright (Florence Pugh), una mujer con un pasado atribulado que es citada a un pueblo fervientemente católico a raíz de que una niña no come hace cuatro meses. Por motivos que le generan desconcierto, el llamado la contempla a ella, una enfermera, y además a una monja. Para más remate, la tarea que le delegan va a contramano de su profesión: únicamente debe observar e informar de sus conclusiones a un comité de hombres.
Ese personaje salpicado por disyuntivas y debates es el vehículo con el que la historia se interna en una serie de preguntas que despertaron la curiosidad de Sebastián Lelio. Tercer largometraje en inglés del cineasta de Una mujer fantástica, The wonder (El prodigio) es una adaptación de la novela homónima de la escritora Emma Donoghue. Un libro que leyó por primera vez en 2017, cuando se lo acercaron los productores de Desobediencia (2017), su debut en el cine anglo.
“A pesar de que me pareció que era un campo minado adaptar la película, por los temas que trata, por lo serio de los temas que trata, no pude sacármela de la cabeza. Por alguna razón volví a ella, y bueno, acepté”, señala a Culto, sobre un proceso de escritura que encaró junto a la propia Donoghue y la inglesa Alice Birch.
Tras sus pasos por los festivales de Toronto, San Sebastián y Londres, la cinta aterriza este jueves 3 de noviembre en una decena de salas del país, aquellas que aceptaron las dos semanas de exclusividad que otorga Netflix, que la lanzará en su catálogo global el miércoles 16.
-¿Desde un primer instante le pareció que la historia de The wonder resonaba de gran manera en el presente?
Sí. Aparte del contexto político en el que ocurre, donde una enfermera inglesa va a este pueblo de Irlanda en el que nadie la quiere, casi como en un western, esta es una historia sobre las dinámicas de poder de esa comunidad. Están sumergidos en una guerra narrativa en torno al caso de esta niña que lleva cuatro meses sin comer, a la que todos quieren usar como agua para su molino. (Buscan) controlar la narrativa y que eso de alguna manera devenga en poder político. Eso a mí me parecía que en el fondo era una película sobre el choque entre razón y pensamiento mágico, o ciencia y religión, o también elasticidad espiritual e intelectual versus rigidez y fanatismo. Eso, sobre todo eso último, es lo que me pareció que era urgentemente sobre hoy.
-Por diversos motivos, Ud. la terminó dirigiendo en un mundo tras la pandemia, donde esos temas parecen más urgentes que nunca.
Yo creo que se agudizó. En 2017, cuando la leí, dije: me parece que el mundo va para allá. Y ahora creo que estamos ahí. La novela era una exploración acerca del poder de la ficción en nuestras vidas. De los relatos, de las historias que uno se cuenta a sí mismo sobre sí mismo, y las historias que cocreamos y que nos contamos entre todos, para bien y para mal. Las historias cohesionan a las sociedades y les permiten operar dentro de ciertos marcos. En ese sentido, la religión en esta comunidad es una historia que triunfó y que está imperando en el momento en el que ocurren los hechos que la película narra. Pero también la ciencia es otro relato, es otra forma de relacionarse con la realidad, que también viene arremetiendo. Ese choque, entre el personaje de Florence Pugh, que representa a la razón de alguna manera, y esta comunidad que parece haber encontrado una verdad y no parece dispuesta a moverse de ese lugar, y que está dispuesta a deformar la realidad para que se adapte a los que ellos consideran que es la verdad, ergo, fanatismo, me pareció que era muy 2022.
-Ud. ha comentado que la localidad de Irlanda en que se filmó la película le recordó a su infancia en el sur de Chile. ¿Qué sensaciones le evocó?
Cuando era niño viví en varias ciudades de Chile, varias veces en el sur. Viví en Talcahuano. También en un pueblo a los pies del volcán Antuco. Si bien no son los mismos parajes, sí hay algo parecido en esa sensación de fin de mundo que también tiene Irlanda. Por lo menos de fin de mundo de allá, donde la naturaleza es fuerte y está presente. Eso, mezclado con el hecho de haber crecido en dictadura en un país católico, fue la manera de autorizarme a mí mismo a contar esta historia. Porque, más allá de la especificidad cultural del momento que narra The wonder, las dinámicas de poder que están ahí descritas podrían decirse que son las de una dictadura de hombrecitos católicos. Me recordó esa vibración que sentía en mi infancia.
-Florence Pugh es una actriz magnética, tal vez la mejor de su generación. ¿Cuál de sus trabajos previo lo convenció de que ella era la indicada, y qué le exigió en esta película?
La vi por primera vez en Lady Macbeth (2016), y después seguí viendo sus películas. Midsommar (2019) me impresionó. Me impresionó la capacidad clarísima de sostener una película entera, que no es fácil. Este es un concepto que no me gusta mucho, pero bueno, explica una parte del talento de algunos actores y actrices, que es dominar la pantalla, llenar la pantalla. Florence tiene eso. Pero lo que también me interesaba mucho de ella, canalizando a la enfermera Lib Wright, es justamente lo que trae consigo, por cómo Florence es. Tiene una integridad en la vida, una especie de autoridad moral natural, que la cámara sabe que está ahí, y que se transmite de manera natural al personaje.
“Es una película donde los pensamientos tienen que ser casi palpables, porque nosotros vamos pensando y uniendo los puntos con ella, tratando de desenmascarar el engaño, si lo hay. Por amor a esa niña, termina cometiendo actos que, por decirlo menos, son moralmente complejos. Entonces era importante esa integridad justamente para que el espectador pudiese seguir caminando de la mano de ella, de la enfermera, a pesar de que nos esté llevando a esos terrenos tan moralmente desafiantes”.
-The wonder se estrenará en algunos cines del país dos semanas antes de su llegada a Netflix, tal como en EE.UU. y otros lugares. Una dinámica que se está dando con cada vez mayor frecuencia, aunque no todas las cadenas están dispuestas a aceptar ese tiempo de exclusividad. ¿Cree que esa suerte de tensión está próxima a resolverse o el problema puede permanecer?
Es difícil saberlo. creo que sin duda es una tensión, y sin duda hay que encontrar un balance probablemente de un camino híbrido. Es ciego negarse a la verdad comprobada de la realidad tecnológica por la que estamos pasando. Y también es ciego pensar que el cine ahora sí que va a morir, después de que ha muerto poco menos desde que nació. Lo iba a matar el sonido, después la televisión y el VHS, y ahora lo va a matar internet…
“El cine es un lenguaje y no un formato, pero sin duda que es un momento tenso. Porque es inconcebible una ciudad sin cines, nadie quiere que desaparezcan, y al mismo tiempo una película puede estar en millones de pantallas en alguna plataforma. Y posiblemente, como en el caso de The wonder, también existir en vez de no existir producto, en este caso, de Netflix, porque ellos son los que apostaron por la película como nadie más quiso hacerla. Entonces es un momento de grandes paradojas, de grandes tensiones, en el que creo que hay que seguir hablando el lenguaje del cine, hay que cuidar el cine en salas, hay que defenderlo, por supuesto, pero al mismo tiempo tampoco hay que rasgar tantas vestiduras”.
-Descontando Algoritmo, el corto musical que hizo al inicio de la pandemia (parte de Homemade, en Netflix), este es su tercer largometraje consecutivo en el extranjero. ¿Siente la urgencia de volver a filmar en Chile? ¿Eso es viable hoy?
Sí. Tengo muchas ganas de volver a filmar en Chile. Tengo un proyecto muy querido que vengo trabajando hace cuatro años. No sé si va a ser lo próximo que haga. Pero de todas maneras… Esta ha sido una etapa. A mí me gustaría ir y venir, y espero que eso pueda ir ocurriendo con más naturalidad pronto. La pandemia también demoró un poco los planes y los atrasó. Pero quiero mucho filmar en Chile. Me importa mucho hacerlo. Y ojalá poder compatibilizar el ir y el venir.
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