El 12 de septiembre de 1910 una gigantesca sala que hoy sirve para albergar automóviles, aviones y helicópteros en el Museo Alemán de Munich, reunió a tres coros, ocho cantantes solistas y una gran orquesta en el estreno de la Octava Sinfonía de Gustav Mahler. El propio compositor, después de tres años de infatigable esfuerzo logístico, fue el conductor de una obra que se repitió al día siguiente y que los productores de la época bautizaron como Sinfonía de los Mil debido a la cantidad aproximada de intérpretes en escena.
Desde entonces, hace 112 años, se conoce la creación de Mahler con ese sobrenombre y no en todas partes están las condiciones de tocarla. Uno de esos lugares era hasta ahora nuestro país, que los próximos 13 y 14 de enero, saldará esta deuda artística en el Teatro Caupolicán. “Esto es un auténtico hito. No es sólo un concierto más: es ir juntos hacia un Everest de la música”, comenta al respecto el director Paolo Bortolameolli, quien será el encargado de dirigir la sinfonía en su estreno en Chile y que acá contará con más de 600 músicos entre cantantes e instrumentistas.
La interpretación, además, no correrá por cuenta de la Sinfónica de Chile o la Filarmónica Nacional, las dos orquestas más conocidas del país. Esta vez el turno y el gran paso es de los jóvenes. “Es la culminación de la celebración de los 30 años de la creación de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil en 1992 y la cúspide de un proyecto artístico y social fundamental como es la Fundación Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile, la FOJI”, enfatiza Bortolameolli, director titular de la Sinfónica Nacional Juvenil.
Además, hace un alcance explicativo: “El apelativo de ‘Sinfonía de los Mil’ en rigor ni siquiera le gustaba al propio Mahler. Él nunca especificó ese número. Nosotros somos 600 y la orquesta ya es más bien una mega-orquesta, con 160 músicos. Además están los tres coros y uno de ellos es infantil”, explica el músico, que además detalla algunos aspectos instrumentales: “Hay una pequeña banda externa con trompetas y trombones y ya dentro de la misma orquesta existen muchos instrumentos de teclados (órgano, piano, armonio y celesta) y de cuerdas (tres arpas y mandolinas). Me arriesgo a decir que es la obra clásica más grande que existe”.
“Creo que hacer esta sinfonía tiene algo de rockero. Es ir todos juntos hacia el mismo lado y en un esfuerzo común”, comenta al teléfono Bortolameolli, que en estos momentos dirige la ópera Tosca en la Ópera de París. “Por esa razón además es muy sintomático dar cuenta que la misma orquesta que acompañó a Björk el pasado domingo, está cumpliendo 30 años y a punto de protagonizar uno de los acontecimientos sinfónicos más importantes del último tiempo en el país. Ojalá que alguna parte del público que fue al Parque Cerrillos también vaya a nuestro concierto, que vean que nosotros hacemos rock a nuestra manera”, destaca el director.
El evento reunirá además a intérpretes que son etariamente diversos. “Estará la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil del presente más músicos de la Sinfónica Nacional Juvenil del pasado, durante sus 30 años de trayectoria. Es decir, habrá intérpretes que hoy tocan en otras orquestas, incluyendo agrupaciones del extranjero”, explica Bortolameolli
Los ensayos en la ciudad
La agrupación dependiente de la FOJI lleva cuatro meses de ensayos, pero la idea de interpretar esta sinfonía viene de antes. “Fue una decisión conjunta entre Paolo (Bortolameolli) y yo”, explica el compositor nacional Miguel Farías, quien es director ejecutivo de la Fundación desde marzo. “Primero lo conversamos en Los Ángeles cuando yo estaba a punto de asumir la dirección ejecutiva. Los dos tiramos esta idea casi simultáneamente. Luego Paolo la empujó aún más fuerte, él tenía que hacer la labor de montarla acá”, detalla Farías aludiendo de paso a que Bortolameolli es además director asociado de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, la agrupación cuyo titular es el conocido conductor venezolano Gustavo Dudamel.
Farías también recalca la buena moral actual de los integrantes de la Nacional Juvenil: “Los muchachos están para hacer cualquier cosa. Vienen con una energía increíble y en el concierto de Primavera Sound no se equivocaron en absolutamente nada. Después de todo, tuvieron sólo un día de ensayo con el director que traía Björk a Chile, que es Bjarni Frímann Bjarnason, el diretor de la Opera de Islandia”.
Pero para Mahler, en cambio, lo que más se requiere es ensayar y ensayar. “Lo hemos hecho en la Escuela de Ingeniería de la Universidad Católica y también en TVN, entre otros lugares”, especifica el director ejecutivo de la FOJI, que aclara que los conciertos de enero serán con entradas pagadas, pero accesibles, no sobre los 15 mil pesos. “Tienen que ser pagadas porque ayudan a financiar el espectáculo”, dice, agregando que está contemplado realizar una grabación profesional en imagen y audio de los conciertos y para eso están postulando a los fondos respectivos.
Probablemente uno de los aspectos más difíciles de la Sinfonía Nº8 de Mahler son los coros, que están presentes durante todos los 80 minutos de duración de la obra. “Más que una composición sinfónico-coral es al revés: coral-sinfónica. Me saco el sombrero ante el trabajo que están haciendo los directores de coro, pues es un desafío mayor. Pasan muchas cosas en la partitura del canto, hay demasiada información”, explica Paolo Bortolameolli sobre la obra que además cuenta con ocho solistas vocales.
En este caso son tres sopranos, dos mezzosopranos, un tenor, un barítono y un bajo. Miguel Farías adelanta que ya están confirmadas las sopranos Andrea Aguilar, Constanza Olguin y Camila Guggiana; las mezzos Evelyn Ramírez y María Luisa Merino; y el bajo Sergio Gallardo.
Compuesta hacia el final de su vida, la Octava Sinfonía en Mi Bemol Mayor es la más obra más “feliz” del austríaco Gustav Mahler (1860-1911), un compositor genial, megalómano y atribulado como pocos. Su vida estuvo marcada por la inspiración arrolladora, la incomprensión de la sociedad de la época y una salud endeble que sólo le entregó 50 años de vida. “Esta composición es la más vital de sus sinfonías, una suerte de canto al amor y a lo femenino”, resume Paolo Bortolameolli.
Coros de nietos, padres y abuelos
Quién tiene la batuta en el aspecto coral es la mezzosoprano nacional Cecilia Barrientos Covacich. Es ella la que ha asistido a la relación entre los diferentes estamentos cantados de la obra, entre ellos un coro de 87 niños, que probablemente exija una atención muy diferente a la de los tradicionales. “Los chicos van desde los ocho años en adelante, aunque varios llegaron con siete. Y hay particularidades. Por ejemplo, para ellos es mucho más fácil cantar sin estar leyendo una partitura. Simplemento absorben los idiomas mejor que los adultos, son esponjitas. Por otro lado, les cuesta más estar quietos durante tanto tiempo en el escenario”, dice la intérprete, refiriéndose además a que la obra de Mahler tiene textos en latín y en alemán, los primeros pertenecienes a un himno cristiano medieval y los últimos del Fausto de Goethe.
En esta ocasión los 325 cantantes corales adultos vienen de diversas agrupaciones de todo el país, incluyendo los más tradicionales de la Universidad de Chile y del Teatro Municipal. “Esta preparación es como una maratón. Sobre todo a nivel de los más pequeños, que deben disciplinarse física e intelectualmente. Hasta ahora hemos ido ensayando en forma separada, pero ya nos tocará cantar a todos juntos y completar el puzzle”, comenta Barrientos, quien también cantará en la obra y espera un ensayo general con todos los coros el próximo 27 de noviembre.
La directora también explica que los conciertos de enero implicarán la reunión de varias generaciones de intérpretes vocales, pues en los coros hay desde niños hasta personas sobre los 70 años. “Pero es aún más llamativo: habrá abuelos, padres e hijos cantando en la misma obra”, indica.
Y además enfatiza que los intérpretes sobrepasan el mero espectro tradicional de los coros por todos conocidos: “Desde que yo empecé a convocar personas, han aparecido interesados muy diversos. Más de la mitad probablemente no pertenecen a los grupos tradicionales y son amateurs. Son médicos, periodistas u otros profesionales que además cantan”.
Todos ellos, jóvenes de la FOJI, músicos consagrados, niños bilingües y melómanos aficionados, serán los encargados de interpretar por primera vez en Chile una pieza que esperó más de un siglo para entrar a nuestras fronteras.