Fue en un punto a medio camino de la salida de La Serena, en que se encontraron una mañana el corregidor, José Collarte, y el pirata inglés, Bartolomé Sharp. Según detalló el mismo inglés tiempo más tarde en una crónica recogida por historiadores, en ese encuentro, al que cada parte llegó acompañada solo de un par de hombres, se decidió la suerte de la ciudad.
Hasta ese momento, Sharp era el dueño de La Serena. El 13 de diciembre de 1680, con un inesperado golpe de audacia, había tomado la ciudad por asalto tras superar con pasmosa facilidad al improvisado cuerpo militar que la defendió. Tras un par de días, organizó el encuentro con el corregidor donde no se guardó nada; si querían la ciudad de vuelta, sin daños, debían pagarle un millonario rescate de cien mil pesos y ocho reales. Sin nada más que hablar, se despidieron y cada quien tomó su camino.
Una vez que el corregidor informó de sus tratativas con Sharp, de inmediato los ilustres vecinos le hicieron ver que el monto pedido por el pirata era imposible de pagar. Así quedaban expuestos a su total arbitrio, pero aún así, hubo quienes intentaron varios planes para expulsar a los ingleses de la ciudad.
“Algunos audaces intentaron inundar la población, con el propósito de amedrentar a los ingleses; pero no consiguieron su fin. Un pescador, más atrevido aún, pretendió durante la noche prender fuego al barco enemigo, surto en la bahía de Coquimbo, sin ningún éxito; pues las llamas fueron extinguidas a tiempo”, detalla Domingo Amunátegui Solar en su estudio de los archivos del cabildo de La Serena de 1928.
Todo había sucedido muy rápido. Pese a ser una posesión lejana, pobre y terremoteada de la corona española, la Capitanía General de Chile no estaba ajena a las incursiones de filibusteros, bucaneros, piratas y corsarios, siendo estos últimos los más frecuentes al contar con la patente real de corso a fin de hostigar y dañar los intereses españoles en América.
“Ellos sí fueron más frecuentes en las costas americanas del Pacífico, porque en realidad eran navegantes que defendían los intereses de una nación específica, aunque sus acciones parecían muy similares a la de los piratas - detalla el Doctor en Historia, Rodrigo Moreno en un artículo para el portal de la UAI-. De allí, por ejemplo, es que se asocie a Drake, Cavendish o Hawkins como piratas cuando en realidad tenían patente de corso entregada oficialmente por la corona inglesa”.
Entre el siglo XVI y XVII las lejanas y agrestes tierras chilenas, en la región Antártica famosa, ya habían visto pasar expediciones como las de los ingleses Francis Drake (1579) y Thomas Cavendish (1586); además pasaron los neerlandeses Olivier Van Noort, Joris van Spilbergen, Hendrik Brouwe y los hermanos Cordes. La de Sharp, sin embargo, fue la primera en ser documentada.
“Llegó charqui a Coquimbo”
Por aquellos días, las noticias sobre Sharp alarmaban a la corona hispana. El inglés había llegado al Nuevo Mundo en una expedición junto a otros jefes piratas al istmo de Panamá, donde logró atraer el auxilio de los líderes indígenas locales al azuzar el odio contra los españoles. Con ellos como magníficos guías logró moverse por la región, capturó barcos españoles y se hizo con cuanto pudo robar. Pese a perder hombres en feroces combates contra los defensores locales, el pirata decidió seguir navegando hacia el sur, rumbo al rico Virreynato del Perú. Allí prosiguieron en sus incursiones de saqueo, demostrando además ser fieros y eficientes en el combate.
La alarma llegó hasta la Capitanía General de Chile, donde el gobernador Juan Henríquez se tomó la situación con cautela. “Las autoridades españolas de Chile sabían desde meses que los filibusteros habían penetrado al Pacífico por el istmo de Panamá y habían cuidado de poner sobre las armas a las poblaciones de la costa -detalla Barros Arana en su clásico Historia General de Chile-. Sin embargo, no podía creerse que esos osados aventureros se atrevieran a llegar con una sola nave hasta los mares del sur”.
Así, se creía que Sharp no llegaría hasta tan lejos, y menos a una colonia lejana y empobrecida. Pese a que se había puesto sobre aviso a una fuerza para defender Valparaíso, Sharp sorprendió con una incursión rápida y feroz sobre La Serena. El corregidor Collarte, de origen catalán, apenas contaba con un puñado de hombres para defender la ciudad, y formó una compañía de 100 jinetes al mando de Francisco de Aguirre y Ribero, bisnieto del célebre fundador de la ciudad del mismo nombre, quien en su minuto fue además un feroz lugarteniente de Pedro de Valdivia (en especial tras someter a los atacameños en el Pucará de Quetor) .
Sin embargo, Aguirre no pudo contra los piratas. “Esa tropa, inexperta en la guerra, y desprovista, además, de buenas armas, no pudo resistir a la solidez y destreza de los filibusteros: y sin perder un solo hombre, se abandonó a la fuga por los campos vecinos, dejando la ciudad indefensa”, detalla Barros Arana. Alarmados, muchos de los vecinos y habitantes se apresuraron a tomar el camino hacia los campos aledaños y la zona de los valles. Sharp se quedó con la ciudad en su poder.
Fue entonces que organizó la reunión en que pidió el rescate por la ciudad. Como el monto exigido era muy elevado y ya habían pasado algunos días sin respuesta, Sharp se inquietó. Más al notar los intentos por incendiar su barco, por lo que sin más, ordenó a sus hombres pasar por cada casa e iglesia, recoger todo lo que se podía robar y luego, incendiarlo todo. “Incendiaron la iglesia, el edificio del Cabildo y las residencias particulares. El archivo municipal desapareció casi por completo. Sólo un templo escapó al incendio: el de San Francisco”, detalla Amunátegui Solar.
Tras el saqueo Sharp dejó La Serena, dejando atrás a cientos de personas en el total desamparo. A las pocas horas regresaron las autoridades, y pese a la urgencia de la situación de los damnificados, en el estilo de la época el corregidor Collarte “hizo indicación en el Cabildo a fin de que se hiciera una procesión pública, presidida por el alcalde ordinario don Agustín de Rojas, con acompañamiento de las órdenes religiosas”.
Sharp siguió sus correrías por la Isla Juan Fernández, el puerto de Huasco e intentó un frustrado asalto a la ciudad de Arica. Tras un penoso viaje de regreso por la ruta del Cabo de Hornos (se perdió al intentar la ruta del estrecho de Magallanes, lo que obligó a virar más al sur), Sharp debió enfrentar a la justicia en Inglaterra por cargos de piratería, pero fue perdonado. En la cultura popular quedó el dicho “llegó charqui a Coquimbo” para hacer notar una visita infausta e inesperada. Fue así que el lejano Reino de Chile conoció con toda su ferocidad a los bandidos del mar.