Habla Noestoycreici: “Me gustaría que esta novela acompañara a otros maricones en el proceso de autoconocimiento”

Fernando Castillo wsp
Fernando Castillo © Nacho Rojas (1)

Monos piluchos se llama la novela que acaba de publicar el influencer y creador de contenido digital Fernando Castillo. En sus páginas, trata de la infancia de un joven gay, durante los 90. En charla con Culto, aborda las claves del libro y también cómo es su vida siendo un fenómeno viral.


La fantasía del adolescente Sebastián, un joven gay en los 90, no eran ni Ricky Martin ni Keanu Reeves. De hecho, ni siquiera era alguien de carne y hueso, sino un personaje de su serie favorita Dragon Ball Z: el pelado de los tres ojos, Ten Shin Han.

En la era de la democracia de los acuerdos, los goles de Zamorano y Salas, las anécdotas ocurridas en el Viva el Lunes y la música de Los Tres, Sebastián vive su propio proceso descubriéndose como un joven homosexual. Todo con el telón de fondo de una sociedad en la que siente que no encaja. Esa es la matriz de Monos piluchos, la primera novela de Fernando Castillo y que acaba de publicar vía Planeta.

Castillo no viene del mundo literario, aunque su nombre no es desconocido. No solo porque Monos piluchos es el segundo libro más vendido en la plataforma Buscalibre, sino porque a través de su nombre virtual @noestoycreici, mantiene una cuenta en Instagram con la friolera cifra de 320 mil seguidores. Es básicamente un influencer con una creciente fanaticada, y que además, es uno de los conductores de Weona que creici, uno de los podcast más escuchados en Chile. Es un hecho que no debiera extrañar, hoy en día los famosos parten siendo virales en internet, algo así como ocurría antaño con la televisión.

Fernando Castillo wsp
Foto IG @noestoycreici

Hoy, su autor se confiesa con Culto: “Yo siempre quise publicar un libro, los libros son mis objetos favoritos en el mundo. Las librerías son mis lugares favoritos de la ciudad, sobre todo cuando hace calor. Cuando chico tenía unos cuentos de Oscar Wilde en una edición muy mala, pero venían ilustrados en blanco y negro, y me gustaba pintarlos. Me prometí que ese libro -donde venían todos sus cuentos clásicos- iba a ser el primero que iba a leer cuando aprendiera a leer. Y cumplí”.

Además, la escritura no le era algo del todo desconocido. “Trabajé un tiempo haciendo guiones y después pasó esto de internet, Planeta mostró interés en publicar un libro mío, me puse a buscar algo que contar y salió Monos piluchos”.

¿Cuánto de autobiográfico tiene el personaje de Sebastián respecto a ti?

Harto y poco. Harto porque muchos de los sentimientos y problemáticas que enfrenta son típicos en la comunidad LGTBQ+, en particular, a los maricones como yo. Durante los 90, sufrí esa cuestión de sentirme marginado, excluido, como lo sufrió mucha gente, no solo los homosexuales. Nos parecemos en cosas de fondo. Pero en lo anecdótico, no es la historia de mi vida. No es un libro autobiográfico, puede ser que tenga un poco de autoficción, que tiene algo de cierto y de ficcional, pero es que esa línea entre lo real y lo ficticio es tan difusa y me parece poco interesante. El libro es lo que es y ese límite se desdibuja.

¿Cómo fue el proceso de escritura de este libro?

Fue largo porque me costó encontrar que escribir. Tuve un tiempo de investigación, que es algo que he hecho durante toda mi vida. Leí sobre las representaciones de género en la revista Ritmo, en este libro de Silvia Lamadrid (Ritmo revisitado. Representaciones de género en los 60). En el período de la escritura me fui a vivir a los 90. Me encerré en un departamento vacío, que ahora es nuestra oficina, vi el mundial Francia 98, escuché música de los 90, las noticias de la época, el festival de Viña, también el manga de Dragon Ball. Lo pasé súper bien escribiéndolo, excepto por el calendario, que siempre lo tenía en contra.

La novela tiene harto de nostalgia, habla sobre la cultura pop en los 90. ¿Es la retrospectiva algo que te acomoda?

Creo que me fue cómodo escribir desde un lugar conocido, que es la infancia cola en los 90. No sé si por el afán de hacer una retrospectiva, no sé. Nunca lo pensé así. Creo que sí me causan inquietud las infancias LGTBQ+ y en distintos quehaceres lo abordo. Mucha gente desarrolló estrés postraumático después del bullying homofóbico, o por su identidad sexual siendo parte del colectivo LGTBQ+, es el mismo que sufren algunos soldados al volver de la guerra. Haciéndome consciente de esto, ocupando mis plataformas de internet, planteo temas como estos. Yo no veo Monos piluchos como una novela infanto juvenil, es un libro de una maricona ya vieja, o por lo menos pasada la treintena, y dedicado a otras mariconas treintonas también que les cuesta reconciliarse con su infancia, reírse de ello, dejarlo ir, porque hay mucho dolor ahí. Me gustaría que esta novela acompañara a otros maricones en el proceso de autoconocimiento, que lo estén sufriendo ahora y los que vayan a venir. Creo que principalmente esta novela la escribí pensando en la relación conflictiva con su “yo” del pasado, con la infancia en particular.

Fernando Castillo wsp
Foto IG @noestoycreici

¿Qué te ha parecido la recepción que ha tenido el libro?

Me parece tremenda. Creo que podía imaginarme algo así, dados los números que yo manejo en internet, pero nunca ser el libro más vendido de ficción durante noviembre (N. de la R: según el ranking de El Mercurio). Me sorprende, me conmueve. Pero a ver, sé que soy un influencer, que tengo un montón de seguidores que van a estar interesados por leer algo que yo publique, pero luego me interesa ver qué va a pasar con el libro en el tiempo, si va a haber otra gente que le interese, no solo la que me sigue. Me gustaría mucho que eso pasara.

¿Te gustaría obtener el reconocimiento del mundo literario?

Nunca me ha preocupado tanto, yo hago las cosas porque me gustan. La vocación de ser medio under la tuve desde siempre y de repente me volví media mainstream para las redes sociales. El reconocimiento siempre es lindo, es bueno para el ego, pero para eso también existe la masturbación.

De Fernando a Noestoicreici

Cuéntanos un poco de ti. ¿Cómo te decidiste a ser influencer?, ¿en qué momento sientes que comenzaste a crecer en seguidores?

Decidí ser influencer porque estudié cine y me iba mal. Pagaban muy mal en esa época. Vi que una amiga comenzó a hacer sus ilustraciones en internet, y le fue súper bien, se le abrieron un montón de oportunidades. Ahí dije, bueno voy a agarrar este conocimiento que decía que tenía que ser un cineasta, que el arte era algo serio, solemne y profundo y dije filo, voy a hacer pop. Comencé a hacer mini monólogos en Instagram y me empezó a ir re bien. Partí en julio del 2019, para el estallido social ya tenía 10 mil seguidores, para el inicio de la pandemia tenía 25 mil, y luego post pandemia, pasé a los 50 mil, 100 mil, 200 mil seguidores. Ahora ya tengo 320 mil en Instagram. Ser influencer es una función que uno ejerce para básicamente vender publicidad, eso es algo de lo que yo hago, pero considero que hago más cosas que eso y que soy creador de contenido, comediante. El año pasado hicimos un show que fue visto por 300 mil personas a lo largo de Chile, el podcast Weonaquecreici acumula 10 millones de escuchas anuales. Creo que ser influencer es un pedazo muy pequeño (de lo que hago). Siento que comencé a crecer en seguidores por la pandemia y el podcast, pero también porque sacaba dos videos a la semana en Instagram, luego sacaba video semanal en YouTube. Trabajé caleta.

Fernando Castillo wsp
Foto IG @noestoycreici

Weonaquecreici tiene 29 mil seguidores en Spotify, ¿se siente el peso de tener tamaño número de escuchas del podcast?

Nunca pienso en esas cosas. Soy consciente de los niveles de alcance, pero no pienso en eso. Si pensara en eso probablemente me preocupara más de mi imagen, de cómo me ven a través del teléfono o de la cámara. Intento que no me preocupe. Intento cumplir con mis propios estándares y no con los de otras personas. Me parece algo aburrido de pensar, porque puedes regocijarte o bajonearte, y para bajones está todo el resto de mi vida, y para el regocijo, bueno, a veces los fines de semana, gracias.

En las redes sociales el filtro es poco y la gente suele comentar cosas bastante duras. ¿Cómo lo haces a la hora de recibir los comentarios más densos de tus seguidores?

No, yo recibo súper poco odio, creo que me merezco más. Y cuando recibo, yo soy maricón de teflón, a mí la mierda no se me pega, se me resbala y estoy muy preocupado de vivir mi vida con la gente que amo y ser consecuente con las cosas que yo pienso. Estoy poco preocupado de la opinión de los demás. Eso es algo bueno de ser maricón, a veces sientes que estás en el último eslabón de la cadena y que no puedes tocar más abajo, entonces no tengo ninguna imagen que cuidar ante nadie, y si alguien tiene alguna mala opinión de mí, bueno, ya está. No es algo de lo que creo que tenga que hacerme cargo. De alguna manera, la gente que se expone como yo, tiene que desarrollar cierto callito narcisista útil para enfrentar esas cosas. En un inicio quizás me hacían daño (las opiniones del resto) pero luego, bueno, es el costo de llevar la vida que busqué. Hay cosas peores igual.

Sobre lo anterior, y pensando en el ambiente denso que a veces se forma en las redes sociales. ¿Crees en la cultura de la cancelación?

No creo que exista la cultura de la cancelación. Existe la práctica de la cancelación cultural como un hecho en sí mismo. Si la avalo, yo creo que no, porque creo que es inhumano tratar de borrar por completo la huella que una persona ha dejado en el mundo. Creo que sí las personas estamos en derecho de denunciar y visibilizar vejaciones, maltratos, violencia y demás. Eso es parte de nuestros derechos, pero tratar de borronear la existencia de una persona o un grupo porque no se ajusta a los parámetros personales, no, no es algo que yo apruebe. Eso no es lo mismo que denunciar violencia, insisto, que como miembro de la comunidad LGTBQ+ se nos ha vuelto una herramienta necesaria, porque hemos vivido cancelación cultural durante décadas, siglos, milenios. La radio, la TV, la prensa, con titulares como “murió el paciente del cáncer gay chileno” han propiciado una cultura de la cancelación sobre nosotros. Se trataba de estigmatizar y negarle derechos a una colectividad. En este país, no era legal mariconear hasta el 99.

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