Un pesebre erigido en plena Plaza de la Constitución marcó la celebración de la Navidad. Ese 24 de diciembre de 1938, una fiesta popular acompañó el reparto de regalos a los niños pobres organizado por la primera dama, Juana Aguirre Luco, conocida entre la gente como Misiá Juanita. Así, entre las bandas militares, el orfeón de carabineros y los fuegos artificiales, el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (quien, solemne y sereno, siguió los acontecimientos desde el balcón de la La Moneda) celebraba el triunfo de una iniciativa no exenta de dificultades.
Recién asumido como presidente, “Don Tinto” se enfrentaba a la compleja tarea de aliviar las condiciones de vida de la población, todavía muy golpeada por el impacto de la Gran Depresión en el país. La migración de obreros cesantes (revistas como Zig Zag detallaron que muchos de ellos, ante la falta de recursos, pernoctaron en cuevas en el Cerro Blanco o donde los pillara la noche), las malas condiciones de higiene y un sinfín de problemas que se arrastraban desde hace décadas habían puesto su empeño en un programa de reformas, resumido en la fórmula: “Pan, techo y abrigo”.
Junto al mandatario, llegó Misiá Juanita. La nueva Primera Dama marcaba algunas diferencias respecto a sus antecesoras; a pesar de ser hija del conocido médico José Joaquín Aguirre, y de crecer en el seno de una familia medianamente acomodada, tuvo un interés por el servicio social, arraigado en su profunda fe católica. Se casó en 1916 con su primo hermano, Pedro Aguirre Cerda, y pudo acompañarlo durante sus viajes al extranjero y su vida política.
Hubo otro detalle que marcó el compromiso social de la pareja. “Como el matrimonio no tuvo hijos, Juana Aguirre no debió enfrentar la encrucijada de decidir entre acompañar a su marido en aquellos viajes o quedarse en el hogar dirigiendo la educación de los hijos, como era usual por aquellos años”, destaca Cecilia Morán, investigadora y docente de la USS en su libro Las primeras damas en Chile (1938-1970).
De hecho, es Misiá Juanita, la que de alguna forma inaugura el costado más social de la institución. Una de sus primeras medidas al llegar a La Moneda, por ejemplo, fue el de darle carácter oficial a la Oficina de Servicio Social de la Presidencia. Pero su obra más conocida y duradera fue la celebración de la Pascua del Niño Pobre, una idea a la que se entregó con toda su energía y no dudó en presidir, organizar y dirigir.
Como señalan los estudios de Jorge Rojas, si bien, desde 1917 ya existían iniciativas destinadas a entregar regalos a los niños desamparados, estas se concentraban en pequeñas acciones privadas y no siempre contaban con total respaldo de organizaciones sociales como los sindicatos o los gremios. Así, la idea de Misiá Juanita consistía en aprovechar la fuerza del estado.
Además, la época estaba marcada por la alta tasa de mortalidad infantil, pese a que fue desde entonces que empezó un declive. Aún así, los datos de la Revista Médica de Chile, detallan que en los años 30, fallecían en el país no menos de 250 menores de un año por cada 1.000 nacidos vivos.
Hubo otro factor. “A principios del siglo XX emergió un mayor interés por la infancia: había que otorgar felicidad al espíritu de los futuros adultos que llevarían las riendas de Chile y trabajarían por su prosperidad -señala Cecilia Morán en su libro-. De esta manera, las revistas chilenas comenzaron a publicar un ideal de felicidad que tenía que ser transversal a todos los niños de la nación, lo que propició la circulación de la creencia de que la posesión de un juguete podía ayudar a alcanzarla”.
Para entonces, la Navidad ya estaba arraigada en el imaginario popular. Como destacan estudios de autores como Jorge Rojas y Olaya Sanfuentes, por influencia de la inmigración europea, desde comienzos del siglo XX se había impuesto la costumbre de los regalos y el árbol como símbolos de la festividad, lo que también permeó hacia los sectores populares.
De los empresarios al MEMCH y Colo Colo
Así, en diciembre de 1938, con solo un mes por delante, se anunció que gracias a la iniciativa ningún niño chileno se quedaría sin recibir su regalo. “El objetivo inicial, era entregar entre 250.000 a 300.000 obsequios a los niños pobres. Para dichos efectos se formó un Comité de Navidad, integrado por mujeres cercanas a Pedro Aguirre Cerda y Juana Aguirre”, detalla Cecilia Morán.
El Comité comenzó a trabajar a toda prisa. Según Morán, se encomendó a los padres y apoderados inscribir a los niños en las Escuelas locales para recibir su regalo. En paralelo, se buscó reunir los fondos necesarios para sufragar los gastos, estimados en un millón de pesos, una suma muy alta para la época.
Pese al color político del gobierno (sostenido por radicales, socialistas, comunistas, democráticos y radicales socialistas), la idea pronto tuvo un apoyo transversal de la sociedad chilena, y no tardaron en llegar donaciones en dinero y en juguetes nuevos y usados; las asociaciones de mujeres de la élite, la Confederación del Comercio, el Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) con sus activas células en regiones, entre muchos otros, hicieron llegar sus aportes y organizaron actividades propias. También se hicieron colectas públicas a través a los periódicos y las radios, los principales medios de comunicación de la época.
Incluso se sumó el mundo del deporte. En la época se informó la donación de parte de la recaudación de un amistoso agendado el 25 de diciembre en el Estadio Nacional, entre Colo Colo y el poderoso Racing de Avellaneda, de Argentina. “El Colo Colo ha obtenido el apoyo necesario de las autoridades del estadio, del Gobierno y de los Ministros del futuro gabinete [NdR: el de Aguirre Cerda], para poder ofrecer un subido porcentaje de la entrada líquida del domingo próximo en el estadio, que representará el producto neto de la reunión, a la colecta que se está efectuando pro Pascua de los Niños Pobres, a iniciativa de la señora Juana Rosa de Aguirre”, detalla un extracto de La Nación, del 20 de diciembre de ese año, citado por Morán.
“Según se nos ha informado, el Colo Colo obtendrá hoy los fondos necesarios, a fin de anticipar la entrega de este beneficio y poder adquirirse desde luego, los juguetes que se repartirán a los niños”, agrega.
El éxito de la idea fue tal, que distintas organizaciones sociales y hasta Municipalidades organizaron sus propias celebraciones. En su investigación, Cecilia Morán cuenta que incluso un grupo de estudiantes universitarios organizó un desayuno para los niños pobres del barrio San Eugenio a los que se les regaló juguetes, vestuario y calzado.
”El 24 comenzó la fiesta con varias matinées concurridas por los niños a quienes se les entregaron entradas gratuitas -cuenta la historiadora-. A las 9 se comenzaron a otorgar los regalos y por la noche, en la Plaza de la Libertad se hizo un gran reparto acompañado por el pesebre erigido en la Plaza de la Constitución, el baile de diversas escuelas, el orfeón de Carabineros, y las ventas populares de refrescos, empanadas fritas, dulces y bebidas, a lo largo de la Avenida Bulnes. A las 10 de la noche fueron lanzados fuegos artificiales y diversas bandas del Ejército ejecutaron piezas musicales”.
Horas después, Misiá Juanita habló en cadena nacional transmitida por radio a todo el país y agradeció el apoyo a la iniciativa. Pese a las dificultades, la idea fue un éxito y se logró mantener en el tiempo, incluso tras la desgraciada muerte de Don Tinto, víctima de la tuberculosis, en noviembre de 1941. “La labor resultó tan eficaz que en 1944 un decreto reglamentó la creación oficial de un Comité Nacional de Navidad, el cual funcionó hasta 1973 -detalla Morán-. Pero además de eso, las importantes consecuencias de la obra sirvieron de incentivo para que las próximas primeras damas no solo siguieran ocupándose de ella y, además, desde una nueva perspectiva acorde a los principios de la mujer moderna y de una renovada comprensión de las necesidades sociales, comenzaran a trabajar por mejorar las condiciones de vida de los sectores populares focalizando su ayuda en mujeres y niños”.