Cada día, Coco Legrand sale de su casa para caminar. “En la semana hago cuatro kilómetros diarios. Y los fines de semana, sábado y domingo, generalmente siete kilómetros”, dice. “Siete kilómetros es el máximo que hago. Cuando quiero quedar en la mitad hago unos cinco, pero así lo estoy manejando para estar permanentemente en movimiento”.
A sus 75 años, el célebre comediante de larga trayectoria en los escenarios y sets de televisión del país, usa la caminata como una suerte de ejercicio. “Lo hago para poder estar en buenas condiciones arriba del escenario -explica-. Camino por las veredas, la gente me saluda, me dicen ‘hola, coquito’, y me quedo parado ahí, pero después sigo caminando. Sé que tengo que caminar por lo menos una hora y media a un paso normal”.
Caminar es una manera de reponer energías, pero no es solo eso. Es parte de la recuperación del artista tras el feroz accidente que sufrió en octubre de 2021, en el camino La Pirámide, el que por poco no le cuesta la vida. El más terrible en 55 años ininterrumpidos arriba de la moto, cuenta.
En esa ocasión, Legrand iba montado en su motocicleta como guía de una caravana hacia Los Andes. “Había doble vía para un sentido y doble vía para otro sentido, es decir el ancho era bastante grande. Yo iba muy apegado a la berma, y en eso pasó un imbécil en un vehículo, yo creo que por lo menos a 140 kilómetros por hora. Me pasa por el lado, me pasa a llevar y me tira hacia la berma. Salí disparado más de siete metros, y eso que iba al mínimo, no más de 45 kms por hora. Si yo hubiese ido a 100 kms por hora, me mato”.
Dos jóvenes bomberos rescataron al comediante, que resultó con la pierna izquierda destrozada a causa del impacto. Se trató en la Clínica Alemana, donde notó una particular conexión. “Me atendió un médico joven que era muy especial, porque tanto su padre como su abuelo fueron médicos. Por el apellido, me dI cuenta que el bisabuelo de él atendió a mi viejo. Fue algo mágico, por eso yo creo en los ángeles”.
Humor a los setenta
Es una tarde calurosa en Santiago. Animado, Coco Legrand nos recibe en el foyer (vestíbulo) del Teatro Nescafé de las Artes. Durante la sesión de fotos, actúa, lanza bromas, baila, cuenta pequeñas historias que de inmediato sacan carcajadas a los presentes. “En este teatro es donde me siento más cómodo”, asegura. “Yo tuve mi teatro, acá al lado, el Circus ¿sabes por qué los circos se llaman así? porque los escenarios son circulares. Eso es algo que siempre le cuento a la gente”.
Es que el escenario llama a Legrand. En el recinto de avenida Manuel Montt volvió a las tablas tras el accidente con su espectáculo 70 o sé tonto, el que sumó nuevas fechas entre el jueves 12, viernes 13, sábado 14 y domingo 15 de enero, cuyas entradas se pueden adquirir vía Ticketek. Se trata de un hilarante monólogo en que interpreta precisamente a un hombre setentón que de golpe, nota que se ha vuelto vulnerable. “Lo que hago es precisamente contar todo lo que me tocó vivir. No busco destruir ni agredir a nadie. Pero sí estoy hablando de la preocupación, el miedo ¿dónde no arriesgo mi vida, mi prestigio, mi honra? es un tipo que vive totalmente enfermo mentalmente, eso es lo que me inquieta y quiero entregar al público”.
Con su habitual inquietud por las dinámicas sociales, el comediante asegura que hoy las cosas son distintas. Más en su caso, en que se suman las consecuencias del accidente y un problema cardíaco que lo forzó a llevar marcapasos. “No es que yo haya querido cambiar el humor, todo cambió. No estamos en una era de cambios, cambió la era. Todo es distinto. Todo, absolutamente todo. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer entonces es estar altamente dispuesto a servir en las condiciones en que estamos. Por eso, esta obra es sobre todo lo que estuvimos viviendo. Yo durante tres años de cesantía perdí muchas cosas, pero no sentí dolor. Es por eso que me preocupo”.
-¿Qué perdió, Coco?
-Yo perdí todo. En tres años sin poder generar nada, teniendo alrededor de 20 empleados en mi compañía ¿qué podía hacer? vender todo para poder responderle a ellos por cada uno de los años que ellos estuvieron conmigo. No solamente por los 11 años que otorga el Estado, sino que por cada año. A eso me comprometí conmigo mismo, porque yo estoy agradecido de ello y así es como trabajo. No porque sea una maravilla, sino porque yo quise ser siempre independiente. Yo soy un lobo estepario, fui interno desde niño, pero he sabido poder trabajar y ser leal con la gente en la cual estoy trabajando. Si tú le preguntas a cualquiera de las personas con las cuales yo trabajo, te van a dar una información bastante clara.
-Entiendo que tuvo que vender un camión, una oficina…
-Bueno, tuve que deshacerme de muchas cosas. Efectivamente, partí con uno de los camiones con los que íbamos nosotros. Yo me traje todo lo que podía de la parte tecnológica, porque cada año y medio me iba a Las Vegas, veía qué es lo que pasaba y cómo se construía todo. Yo no estaba para tener fundos y estar echado para atrás. Nunca pensé así, al contrario, pensé que todo tenía que estar puesto de esa forma.
-Usted hablaba de que todo cambió ¿de qué nos reímos ahora?
-Hoy día hay muchos cambios que están traslapados. Obviamente, la juventud de hoy va a tener otro modo de percepción frente a lo que está pasando ahora, frente a lo que se hace ahora. En cambio, los que estamos de vuelta, la disposición es otra porque tenemos claro todo lo que logramos hacer. Hay muchas cosas que nos dijeron nuestros viejos que teníamos que hacer y muchas que no hicimos. Hoy todo cambió.
-¿Cómo ve a la generación de comediantes más jóvenes?¿le gusta alguno?
-Yo sé que hoy día hay muy buenos standaperos, como dicen ellos. A Felipe Avello yo encuentro que tiene mucho talento, tiene simpatía, es cercano, pero nosotros tenemos que estar haciendo lo que sabemos hacer y lo que tenemos que hacer.
-¿Qué es lo que más disfruta de hacer humor?
-El acercamiento que hay con la gente, el estimular a muchos jóvenes que a lo mejor no van a entender mucho lo que estoy diciendo ahora, pero sí pueden ver todo lo que hice antes que a ellos les llama mucho la atención. O todos estos TikTok y todas estas porquerías que ponen, yo ni siquiera les doy pelota, no empiezo a decir que los voy a demandar tengo los derechos. No me importa eso. Ellos mezclan, venden, no pagan un mango porque es propio del chileno. Por eso nos llamamos chileNO. Porque vivimos desde la negación y desde los límites, somos los únicos seres del planeta que afirmamos con una negación ‘no, si no’, ‘no, si mañana’, Bueno, ¿es sí o es no? ¡Dímelo! ¿qué mierda pasa aquí con esto? eso es clásico del chileno.
-¿Qué es lo más difícil de hacer humor?
-Bueno, como lo digo irónicamente, no, no es difícil hacer humor. Si lo cabrón son los primeros 40 años, ¿no? (ríe) Yo voy a hacer humor frente a lo que de algún modo me llega.
-A algunos humoristas más antiguos se les ha cuestionado el tipo de humor, los chistes sobre homosexuales, las suegras o cosas sobre las que se considera que no se puede hacer humor hoy ¿cómo lo ve?
-No es que no se pueda. Si la persona quiere decir algo, tiene talento para decirlo y tiene una forma especial para decirlo, dígalo si es tan valiente. A mí, no me importa eso. Yo siempre he estado al lado de la gente y de las personas, no más. No me creo un tipo importante, trabajo en lo que amo, lo que me gusta y lo hago profundamente en la mejor forma en que puedo. No hay institutos para ser gracioso. No hay universidades para ser simpático. Pero sí yo me obligué en estos años, y le entregué a la Universidad Diego Portales el Museo del Humor online, así los jóvenes con otra profesión van a poder aprender lo hermoso que es vivir desde el humor. Si lo vives desde el humor lo que haces es ayudar a otro. Entonces tú puedes tener esa alternativa. Aquí hay mucha agresión donde todo termina en lo que sabemos.
-¿Usted cree que la gente está más violenta, más susceptible? ¿Cómo lo ve?
-Yo creo que la demencia está desatada. Hay una desesperación total porque hay un miedo profundo. Y si eso no son capaces de controlarlo, el diablo lo lleva. Porque puede quedar cualquier cosa. No tengo miedo a ninguna de ellas. Pero sí, también voy a tener claro cómo voy a reaccionar.
-A partir de su accidente y su problema cardíaco ¿pensó eventualmente en el retiro?
-Jamás. Lo hablé directamente con mi mujer y mis hijos y les dije, ‘yo me vuelvo a parar. Les guste o no, yo me vuelvo a parar’. Ahí quedó la cosa. Estuve cuatro meses y medio en una cama, sin poder moverme, sin poder hacer nada. También tuve que dejar dos meses y medio para tener un kinesiólogo que me dejara por lo menos en una capacidad básica para poder desplazarme. Se llama Fernando Torres, llegó dispuesto a querer ayudarme. Me dijo: ‘Yo lo voy a dejar caminando a usted 3 a 4 cuadras diarias, déme ese tiempo’. Y así partimos.
-Entonces está con ganas de seguir…¿hasta cuándo?
-Bueno, sin lugar a dudas voy a tratar de estar hasta donde pueda, pero también tengo que tener la claridad para darme cuenta de que hay cierta edad para ciertos roles. También puedo servir de otra manera, puedo estimular a los jóvenes que quieren meterse en el humor o que de alguna universidad me digan ‘oiga, háblele a estos cabros sobre cómo partió usted’. No para ser profesor, sino para contar y ayudar. Cómo podríamos nosotros hacer y funcionar de mejor manera.