Dolores Gil, escritora argentina: “Soy una persona con un temor muy grande a las palabras”

Dolores Gil wsp
Dolores Gil. Foto: Dominique Besanson.

La trasandina es la autora de Parte de la felicidad, una brutal novela escogida dentro de las mejores del 2022, donde sin sutilezas narra la muerte de su hermana. En charla con Culto, desmenuza el libro.


“Un día de domingo de septiembre de 1992, el día antes de la primavera, la enredadera que cubría gran parte del jardín de la casa de Cucha Cucha se prendió fuego mientras mi padre hacía un asado”. Así, directa, comienza Parte de la felicidad, la última novela de la escritora trasandina Dolores Gil, y que en nuestro país se encuentra disponible vía Montacerdos. En Argentina (publicado por la casa independiente Vinilo) dio bastante que hablar por su temática: relata con crudeza la muerte de su propia hermana, Manuela, en un accidente casero.

El libro, de hecho, estuvo mencionado entre los 30 mejores libros de 2022, según el listado confeccionado por Culto. “Es uno de esos libros terribles y al mismo tiempo hermosos que quedan para siempre en la memoria, un poco como El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. Se trata de una tragedia familiar que marca el fin de la infancia de la narradora y cuyos recuerdos vuelven cuando se convierte en madre. Me parece una lección increíble de cómo la literatura es capaz de transformar el dolor en algo extrañamente luminoso”, señaló Evelyn Erlij, editora de la revista Palabra Pública.

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Dolores Gil. Foto: Dominique Besanson.

Nacida en 1981, Dolores Gil es licenciada en Letras. Trabajó como docente de Literatura y escribió en Revista Ñ de Clarín, Moda y Belleza de La Nación, y L’Officiel, además de ser redactora de la edición argentina de Harper’s Bazaar y editora de elle.com.ar. Como vemos, la escritura siempre estuvo presente en su vida, y este, su primer libro, se dio de una manera algo casual, según confiesa a Culto. “Surgió de un pedido específico de la editora de Vinilo, Joana D’Alessio, que me preguntó si tenía algún texto de no ficción breve para mandarle. Cuando me senté a pensar sobre qué iba a escribir, el episodio de la muerte de mi hermana se me volvió ineludible y supe que era algo con lo que debía saldar cuentas, por lo menos en la escritura”.

¿En qué momento personal estabas cuando decidiste escribir este libro?

Estaba saliendo de un túnel difícil que había atravesado en 2019, una especie de derrumbe personal, porque ese año me había separado de mi marido, mi hijo era todavía un bebé chiquito y me habían diagnosticado cáncer de mama. En 2020, cuando escribí el libro, todavía estaba finalizando el tratamiento y un proceso quirúrgico bastante complejo en medio de la pandemia. Pero esta experiencia tremenda me sirvió como una suerte de grado cero de la existencia: cuando estás en el fondo, no hay mucho para perder. Me animé a tomar la palabra; me deshice de algunos prejuicios y miedos a la hora de sentarme a escribir.

¿Cómo fue el proceso de escritura?, ¿qué fue lo más complejo?

El proceso fue bastante rápido. Por un lado, estaba la historia del accidente, que fue lo más trabajoso: encontrar el tono, el punto de vista, qué cosas narrar y cuáles dejar afuera, como armar los personajes. Incluso emocional y físicamente fue duro, pesado, pero sucedió como en una especie de trance, aunque recordar me resultaba una tarea imposible. Y también tenía un diario de la época de mis abortos con algunas anotaciones que terminaron convirtiéndose en el “presente” de la narración. Escribí una primera versión en segunda persona, esperé la devolución de los editores, Joana y Mauro Libertella, y después reescribí todo el libro y lo extendí un poco cuando decidí pasar todo a primera.

¿Dirías que es una novela completamente autobiográfica?

Lo es en el sentido de que narro allí hechos que me sucedieron, pero toda escritura supone un pacto mínimo de base: como dijo Alan Pauls hace poco en una entrevista, que el sujeto del enunciado jamás es el mismo que el sujeto de la enunciación, que la identificación entre narrador en primera y autor no es completa. Hay elaboración, hay elipsis, hay síntesis de algunas escenas, hay condensación; en fin, hay invención y tratamiento de los recursos narrativos que convierten al texto en algo más que una mera confesión.

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Dolores Gil. Foto: Dominique Besanson.

¿Qué libros te acompañaron durante el proceso de escritura?

Siempre respondo a esta pregunta citando en primer lugar a El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. Fue el primer libro que leí sobre un proceso de elaboración del dolor y del duelo. También Little Labors, de Rivka Galchen me había llamado mucho la atención cuando lo leí, durante el puerperio, por sugerencia de Mauro. El nervio óptico, de María Gainza es un libro que me había impactado por su borde entre narrativa y ensayo. Y algunos escritores de cabecera: Proust, Philip Roth, John Berger, Sylvia Molloy, César Aira, Cartarescu, Saer, Pauls, que son autores a los que vuelvo siempre.

¿De qué manera pensaste en vincular la muerte de tu hermana con las pérdidas de tus embarazos?

No fui yo la que descubrió ese vínculo sutil: fue mi amiga Victoria, que me conoce hace muchos años y es muy inteligente. Una vez que la acepté, porque al principio estuve bastante peleada con la idea, todo se volvió más claro. Narrar un acontecimiento autobiográfico también tiene como efecto el descubrimiento de vasos comunicantes de la propia vida que, por más patentes que sean para los demás, una no puede ver.

¿Tu familia leyó el libro?, ¿te dijeron algo?

Sí, mi hermana y mi padre lo leyeron una vez que ya estaba publicado. Les gustó mucho y les alegró que pudiera poner en palabras la tragedia.

¿Encontraste en la escritura de este libro lo que buscabas?

No buscaba nada a priori. Escribir este libro fue como adentrarme en un desierto, porque los recuerdos que tenía eran muy pocos y muy frágiles. Si algo intenté hacer fue por lo menos poner en palabras el episodio: soy una persona con un temor muy grande a las palabras, las trato como si fueran encantamientos, entonces poder decirlas fue un alivio. Por otra parte, la distancia entre lo que una quiere escribir y lo que una efectivamente logra escribir siempre es gigante. Creo que es la experiencia más frustrante y más común en todos los que escribimos: la de fallar en el intento de hacer surgir ese texto ideal y tener que conformarse con el que aparece finalmente en la página, escrito apenas con las herramientas que tenemos.

En Argentina fue bastante comentado el libro, ¿qué te parece que esté disponible en Chile?

Estoy feliz de haber podido publicar en Chile. Montacerdos siempre fue una editorial que me interesó y para mí es un honor compartir catálogo con sus autores. Ojalá a los lectores chilenos les guste Parte de la felicidad.

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