Sara Mesa, escritora: “En toda familia hay una historia oficial y otra oculta, y me gusta indagar en la oculta”

SARA MESA

Reconocida por su novela Un amor, la autora española publica La familia, la historia de un grupo familiar atravesado de silencios y secretos bajo la autoridad asfixiante del padre. Fue destacada entre las mejores novelas de 2022 en España.


A Martina le resulta difícil entender algunas normas de su nueva familia. ¿Por qué no podían leer o conversar en los dormitorios? ¿De pronto eran lugares prohibidos? ¿Por qué Padre se había molestado tanto al ver su diario cerrado con candado? “¡En esta familia no hay secretos!”, había explotado. Y si él era un abogado tan importante, como solía decir, ¿por qué pasaba las tardes en casa? ¿Por qué no tenían televisión en color, como todos? Y sobre todo, ¿por qué no podían salir a jugar a la calle con los demás niños?

Martina, la sobrina de 11 años recién adoptada, tenía la intuición de que en esa casa todos fingían, desde el hijo mayor, Damián, a Rosa y Aquilino. También Madre, que aceptaba todas las normas y ocultaba sus verdaderos deseos, y por supuesto Padre.

Martina es una de las protagonistas de La familia, la novela más reciente de la escritora española Sara Mesa. Publicada por el sello Anagrama, La familia logró aplausos de la crítica y una calurosa recepción de los lectores: el libro se ubicó simultáneamente entre los más vendidos y los mejores títulos del año en España.

“Todos los libros de Sara son buenos, este quizá de los mejores. Opresivo, la familia como cárcel bienintencionada y llena de infelicidad, un padre que domina por la virtud y su crueldad, la autobiografía escondida y repensada”, escribió la escritora argentina Mariana Enríquez.

Sara Mesa nació en Madrid en 1976 y se radicó en Sevilla con su familia. Inicialmente escribió poesía y cuento, y su obra narrativa destaca por la construcción de escenarios esenciales, cargados de intensidad emocional, y una prosa limpia y precisa.

Un amor, su libro anterior, giraba en torno a un pueblo de provincia: un ambiente rural y opresivo donde la protagonista busca un escape y tropieza con violencia, prejuicios y con su propia soledad. Una breve obra maestra que será llevada al cine por la escritora Isabel Coixet.

En un tono distinto, La familia exhibe los mejores atributos de la narrativa de Sara Mesa, que explora con inteligencia en los silencios y las zonas grises de sus personajes.

Pese a lo que dice Padre, la vida al interior de la casa está delineada por normas y habitada de cosas no dichas. Una casa “donde las reglamentaciones, el orden, la limpieza y la disciplina resultaban tan indiscutibles como asfixiantes”, recordará Rosa. Y aunque habitualmente nadie levanta la voz, la violencia se respira en cada detalle de la rutina cotidiana.

Narrada como una novela coral, la historia puede leerse como una saga que se detiene en escenas breves y significativas. En el centro del relato, que va y viene en el tiempo, está la tensión entre el amor y el daño: cómo la supuesta búsqueda del bien por parte de los padres puede herir profundamente a los hijos. Una novela que ilumina los bordes menos dulces de la imagen idealizada del hogar

De Tolstoi a Alice Munro, pasando por la exuberancia de Cien años de soledad, la familia ha sido un gran motivo literario. ¿Qué le atrajo hacia este tema?

La familia funciona como metáfora de otras agrupaciones sociales, muchos de sus mecanismos, que consideramos naturales, son en realidad artificiales. A menudo, reproduce mecanismos de poder y control similares a los de las empresas, los partidos políticos, las iglesias o el ejército. Me gusta mucho cómo en toda familia hay una historia oficial y otra oculta, me gusta indagar en la parte oculta.

A diferencia de las grandes sagas familiares, La familia es como un caleidoscopio armado de pequeños pero intensos cuadros o escenas. ¿por qué optó por esta forma?

Porque no me interesan los relatos totalizadores y porque no soy capaz (y no creo en) en esos hilos narrativos coherentes que explican la vida desde una perspectiva puramente cronológica. Mi visión de la realidad se articula en estampas, en destellos. Reconozco mis limitaciones subjetivas y esta es la mejor manera de admitirlas.

La familia es la institución social más relevante, un lugar de refugio. Pero eventualmente también puede ser un espacio opresivo y de dolor, como experimentan sus personajes. ¿Buscaba ofrecer una mirada menos idealizada de la familia?

En mis libros siempre intento mostrar las costuras que no se ven de las realidades idealizadas: el amor, el trabajo, la educación y, ahora, la familia. Pero no es una premisa teórica de partida. Yo parto de historias concretas, lo que escribo son ficciones, no ensayos.

“¡En esta familia no hay secretos!, dice Padre al comienzo, pero él mismo esconde secretos a sus hijos. ¿Qué rol juegan los secretos en esta familia?

Son secretos que tienen que ver, sobre todo, con la imagen que proyectan en los demás. En todos los personajes, menos en el hijo pequeño, los secretos se relacionan con la vergüenza, el deseo de aceptación, el miedo a decepcionar, las dobles vidas. No hay un deseo consciente de callar para hacer el mal, en absoluto. Mis personajes son muy humanos, muy normales. Mienten, o se esconden, para sobrevivir.

La figura del padre está atravesada de contradicciones: admira a Gandhi, pero es autoritario y ejerce violencia invisible en su familia. ¿Responde a un modelo de paternidad a la antigua?

No creo que sea un modelo antiguo o que ya no exista. La autoridad familiar, especialmente encarnada en la figura del padre (cabeza de familia), sigue vigente, lo que ocurre es que esa autoridad ha cambiado su forma de expresarse, ahora es más sutil, menos visible, y se amolda al espíritu de los tiempos. El padre de mi novela, por ejemplo, es contrario a los castigos físicos. El control sobre sus hijos está disfrazado de autoridad moral, de principios teóricamente loables.

¿La distancia entre el amor, “lo hago por tu bien” y el daño puede ser delgada?

Claro, este tema me interesa mucho, pensaba por ejemplo en la biografía de Ingmar Bergman, que escribió bajo el título de Las buenas intenciones, o en novelas como La mejor voluntad de Jane Smiley o Una educación de Tara Westover, e incluso, en la tradición española, Amor y pedagogía de Miguel de Unamuno. En todas estas historias tenemos a padres y madres que actúan en aras de un supuesto bien teórico, pero no tienen en cuenta las necesidades reales de sus hijos. Esto ocurre siempre que se antepone la ideología abstracta a cualquier tipo de realidad empírica. Y puede ser muy peligroso.

En la novela relata un episodio violento en la concepción de Rosa. Padre violenta a su mujer porque es “su derecho”, pero ella no lo considera una violación. A la luz de hoy, ¿cómo se consideraría ese episodio?

Una violación, sin duda alguna. Pero que ella no lo considere como tal no significa que no lo sea, es decir, que no sufra el daño correspondiente. Es una violación que busca el sometimiento completo de la persona, más allá de lo físico. De hecho, con ella acaban todas las actitudes rebeldes de esta madre.

La vida al interior de la familia marca el destino de los personajes: ¿las heridas de la infancia afectan o determinan su futuro?

Es algo más que estudiado, confirmado y aceptado por muchas disciplinas científicas desde hace décadas: nuestra personalidad se forma en la primera infancia, así que la familia es fundamental. Si, por lo que sea, hay maltrato familiar, la herida permanecerá toda la vida. Por supuesto, podemos aprender a convivir con ella pero, para ello, lo primero es admitirla.

La novela está escrita en una prosa sobria y sin estridencias y deja abiertos espacios de silencio. ¿Qué importancia le otorga a las elipsis?

No son espacios para que los lectores los rellenen como si se tratara de un juego. Son más bien el reconocimiento de la imposibilidad de saberlo todo. La admisión de nuestra pequeñez, de nuestras limitaciones. Cuento ciertas cosas, otras quedan fuera de plano, están e influyen, pero no necesitan ser contadas, o no pueden contarse. Lo que se cuenta, en contraste, ofrece más relieve. Casi es una técnica de claroscuro.

Como autora, ¿qué le interesa provocar en el lector?

Interés. Nada más y nada menos. Que la persona que me lea quiera seguir leyendo, se muestre interesada y concernida por aquello de lo que hablo.

La niñez y la relación entre niños y adultos parece ser un tema constante en su obra, ¿de dónde viene ese interés y a dónde apunta?

De dónde viene ese interés no tengo ni idea. Es complicado saber por qué nos interesa algo o no. Supongo que a mí me atrae todo lo que conlleva una complejidad psicológica, pero es que cualquier tipo de relación humana la conlleva. Me interesa la infancia y la adolescencia porque el proceso de crecer y adaptarse al mundo es duro. Y porque sobre estas etapas de la vida solemos posar una mirada condescendiente, lo cual es un error.

¿De qué modo las historias y los personajes del libro se relacionan con tu historia?

Esto es completamente irrelevante para la lectura. Baste con decir que para mí la ficción es un trabajo exhaustivo sobre la realidad: lo que experimento, lo que observo, lo que me cuentan, lo que deduzco.

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