Vistiendo la tradicional levita negra con el bordado de hojas de olivo, el Nobel Mario Vargas Llosa (86) se hizo presente en la ceremonia con que se hizo ingreso oficial a la Academia Francesa de la Lengua. Un hito en su carrera, ya que es el primer autor en lengua castellana en acceder a la institución y que no publica directamente en francés, rompiendo además, una de las habituales normas del organismo.
El evento se realizó en el Anfiteatro del Instituto Francés en la orilla izquierda del Sena, enfrente al museo del Louvre, desde las 15.00 horas locales (11.00 de la mañana en Chile). En la ocasión, el escritor peruano fue acompañado, entre otros, por el Rey emérito de España, Juan Carlos I, quien fue invitado personalmente por el autor, ya que desde 1994 es también miembro de la Real Academia Española de la Lengua. En los días previos, sus hijos Álvaro y Morgana compartieron imágenes del viaje de su célebre padre hacia la llamada “Ciudad Luz”.
Hablando en francés, el autor de La fiesta del chivo pronunció un discurso en que hizo referencias a la cultura francesa y a su antecesor, Michel Serres. Además, se refirió al rol de la literatura en las democracias liberales. “La novela salvará a la democracia o se sepultará con ella y desaparecerá”, dijo en parte de su alocución.
“Quedará para siempre, cómo no, esa caricatura que los países totalitarios hacen pasar por novelas, pero que están allí, solo después de atravesar la censura que las mutila, para apuntalar las instituciones fantasmagóricas de semejantes caricaturas de democracia de la que es ejemplar la Rusia de Putin atacando a la infeliz Ucrania”, señaló en otro momento.
También hizo menciones a la extensa tradición cultural francesa. “¿Cómo puede una novela conmover esa historia que se hace cada día? Simplemente existiendo, llenando de aspiraciones y deseos a los lectores, inoculando en ellos el virus de la ambición y la osadía fantástica de una vida mejor, o en todo caso distinta, como las que descubrimos en los libros de Flaubert, de Víctor Hugo, de Gide o de Cèline”.
En ese sentido se detuvo en algunos hitos, como el fundamental Madame Bovary, de Gustave Flaubert, al que calificó como “un sueño del que nunca he despertado. Deslumbrado por la elegancia y la precisión con la que escribía Flaubert, lo leí y releí todo, de principio a fin, quiero decir, estudié sus novelas y sus cuentos y su correspondencia”.
A grandes rasgos, hizo mención a autores fundamentales de la nación francesa, como Dumas, Balzac, Víctor Hugo, Zola, marcando que la literatura francesa “ha hecho soñar al mundo entero con otro mundo mejor, y que ha hecho posible que ese sueño se fuera convirtiendo en realidad en las democracias del mundo. Nada se ha inventado hasta ahora como la novela para mantener vivo el sueño de una sociedad mejor que ésta en que vivimos”.
Según Vargas Llosa, la obra literaria francesa es “la más osada, la más libre, la que construye mundos a partir de los derechos humanos, la que da orden y claridad a la vida de las palabras, la que osa romper con los valores existentes, la que se insubordina a la actualidad, a la que regula y administra los sueños de los seres humanos. Una vida sin literatura sería horrible, siniestra, una rutina intolerable”.
Además, marcó que gracias a la obra de autores más cercanos al realismo social, “descubrí la otra cara de América Latina, los problemas comunes a todos sus países, la horrible herencia de los golpes militares y del subdesarrollo, la guerrilla y los sueños compartidos de liberación”.
Tras el discurso Mario Vargas Llosa pasó a ocupar de manera oficial el sillón número 18 de la Academia, el que correspondió al filósofo e historiador Michel Serres, hasta su muerte en 2019. Según el organismo, fundado por el Cardenal Richelieu en 1635, su ingreso fue aprobado por 18 votos a favor de los 22 miembros electores de la Academia, y solo recibió el voto en contra de Frédéric Vignale; además de dos abstenciones y uno en blanco.
Fue el mismo Nobel quien presentó su candidatura para ocupar un puesto en la Academia, en octubre de 2021. Lo hizo a través de una carta a Hélène Carrère d’Encausse, la actual secretaria perpetua del tradicional organismo que vela por la lengua francesa. El puesto es vitalicio.