A pocas horas de su arranque, comenzaron a confirmarse algunas impresiones que dejaba la segunda noche de Viña. En la previa, la parrilla de artistas que tenían a Tini Stoessel y Emilia, animaba a pensar una presencia mayoritaria de público femenino y juvenil, acaso repitiendo la distribución de la jornada inaugural.
Y así ocurrió. Un vistazo rápido a los accesos del anfiteatro permitía distinguir fácilmente a las fanáticas de Tini. Muchachas jóvenes, vestidas con algún accesorio color rosa; chaqueta, pantalón, polera, y otras más decididas que se animaron a vestirse completas en el tono. Un informal dress code acordado en plataformas digitales por los fans trasandinos de la artista a propósito de su tercera gira.
Así, se comenzó a ver en sus shows en Argentina, en Uruguay, y en Chile no se podía ser menos. Una clave de los tiempos de redes sociales, en que las novedades se mueven al ritmo de los clics. Más para una artista que entendiendo la lógica de nuestros días, dedica sus empeños tanto a sus lanzamientos musicales, como al contenido para las redes sociales. Porque en una era de la imagen, hay que tener tanto de artista, como de influencer.
Pero el ímpetu no basta y ya para el arranque de la transmisión televisiva, poco antes de las 22.00 horas, eran visibles los baches en los palcos. La gente llegó encima de la hora, pero no hubo el lleno de la jornada inicial jalonada por la presencia de Karol G.
El factor generacional fue advertido por el conductor Martín Cárcamo. “¿Cuántos de ustedes vienen por primera vez a la Quinta?”, preguntó para recibir un contundente “yo” como respuesta. Y el público centennial se hizo sentir y de inmediato exigió el beso de los animadores.
A diferencia del primer día, todo comenzó más temprano, a las 22.00 horas. Con una entrada apelando al impacto, Tini entró a escena ante la ovación de su fanaticada que coreó la cumbiera La triple T, con que arrancó el show.
Con un show asentado en una banda de acompañamiento, aunque con mucha pista, Tini desplegó un show energético con un repertorio que apela a un pop simple y de gancho fácil. Canciones como Suéltate el pelo, se sostienen nada más en la repetición del estribillo. Pero a las fans poco le importa. “¡Tini!¡Tini!”, gritaban.
En escena, Tini Stoessel hace gala de su bagaje en la industria del entretenimiento. Sus años en la factoría Disney le imprimieron un toque de actuación a sus interpretaciones. Sin tener una voz destacada (palidece en eso al lado de Karol G), la trasandina sabe darle lo que quiere a su público. Se acerca a los palcos para que sus fans le tomen fotografías, baja por el pasillo que separa loa palcos para darse un baño de masas saludando a sus fans, abraza a una niña que llora, desbordaba por la emoción. Otra le regala su chaqueta, que ella recoge y la viste en el escenario. Espectáculo puro.
Un detalle es que en algunos pasajes se advirtieron acoples y problemas de sonido, que hicieron recordar lo ocurrido con Paloma Mami en la jornada inaugural.
Y así continuó el show, con temas conocidos para su fanaticada, la misma que hace apenas unos meses la acompañó en su presentación en el Movistar Arena Pasaron también cortes de Cupido, su cuarto álbum de estudio (y primero para la multinacional Sony Music), lanzado el pasado 16 de febrero, cuyo tema homónimo ha recibido cuestionamiento por un supuesto plagio a La Mosca.
Le siguieron algunos códigos clásicos para quemar tiempo; humo de escenario, cambios de vestuario, etc. Al final, llegaron las Gaviota de Plata y Oro, cortesía de su fanaticada militante que acompañó el show con total entusiasmo. Martín Cárcamo, fiel a su bagaje televisivo, logró sacarse una selfie con la artista, reivindicando su intento fallido con Karol G (una foto que probablemente era bastante más memorable).
Pero a nivel general, para ser un show sumado a última hora, se trató de un espectáculo más efectista que efectivo, con un repertorio pobre y que apela más a la exageración y la emoción fácil antes que otra cosa. Un arranque que funciona para un nicho de fans, pero que para Viña no alcanza.