Una mujer histórica: La Ley de Lidia Pöet, la serie que rescata el legado de la primera mujer abogada de Italia
En apenas seis capítulos contados en clave policial, la historia protagonizada por Matilda De Angelis expone la vida de una de las feministas más importantes del país europeo y su lucha por ser admitida en el colegio de abogados. Además de su rol dentro de los tribunales, Pöet también fue un enclave fundamental en las manifestaciones por diversas causas sociales, entre ellas, el sufragio femenino y los derechos de la infancia.
Corría noviembre de 1883 y Lidia Pöet, una joven abogada italiana de la ciudad de Turín, recibía en su casa la visita de una madre desesperada. La mujer buscaba un legista que pudiera defender a su hijo, acusado del asesinato de una bailarina de 17 años en un reconocido teatro del pueblo. Llena de ímpetu y vocación, Pöet acepta el desafío, dispuesta a llegar al fondo del asunto cueste lo que cueste. Y aunque se arriesgó y resolvió cada cabo suelto para demostrar la inocencia del muchacho, no logró cerrar el caso como su abogada.
Por aquellos años, todavía resultaba impensado que las mujeres tuvieran una presencia integral en el mundo profesional. Mucho menos que trabajaran a la par de los hombres. Y justamente eso fue lo que motivó a los tribunales a revertir su inscripción en el colegio de abogados de la ciudad, impidiéndole ejercer la profesión a pocos días de haber sido oficialmente aceptada por la institución.
Es en ese momento donde comienza La ley de Lidia Pöet, uno de los más recientes estrenos de Netflix que a pocas semanas de su lanzamiento ya figura entre los contenidos más vistos de la plataforma. Protagonizada por Matilda De Angelis y dirigida por la dupla de Letizia Lamartire y Matteo Rovere, la miniserie narra la lucha de Pöet por practicar su profesión, al mismo tiempo que resuelve una serie de casos como asistente de su hermano abogado.
Estos van desde el asesinato de la joven bailarina hasta la inculpación de una dirigente anarquista en la muerte de la esposa del dueño de una fábrica. Todos resueltos por Pöet, al mismo tiempo que planeaba la apelación que le permitiera, por fin, ejercer regularmente una profesión para la que ha demostrado estar más que calificada.
Y tal como anuncia el arranque de su primer capítulo, se trata de una ficción inspirada en un personaje fundamental para la historia de Italia, que marcó varios precedentes en la lucha de las mujeres por la igualdad.
Una batalla contra los prejuicios
La verdadera Lidia Pöet nació en Travarsella, Turín, en agosto de 1855. Creció en el seno de una familia acomodada y pudo terminar su formación escolar, consiguiendo así el título de profesora de escuela secundaria y en idiomas de inglés, alemán y francés. Pero su máxima aspiración era llegar a ser abogada.
Llena de convicciones, logró graduarse en la Facultad de Derecho de la Universidad de Turín en junio de 1881, con una tesis que abordaba el rol de la mujer en la sociedad y el derecho al voto femenino. Adquirió experiencia asistiendo a los tribunales, se especializó en la práctica forense y aprobó todos los exámenes teóricos y prácticos requeridos para ejercer la abogacía. Lo único que faltaba era tramitar su ingreso a la Orden de Abogados y Fiscales de Turín.
Y así lo hizo, aunque fue un proceso que no estuvo exento de polémicas. Desde el día uno que la idea de que una mujer pretendiera ser abogada llamó la atención de los miembros de la orden. Todos hombres, en gran parte en desacuerdo con la sola idea de que una presencia femenina compartiera a la par de ellos en los tribunales.
Nombres como Federico Spantigati y Desiderato Chiaves fueron los más opositores. Tanto así, que uno de ellos incluso renunció a la institución en forma de protesta por la inminente aceptación de la joven en el colegio.
Pero a pesar de las evidentes presiones, el apoyo del presidente Saverio Francesco Vegezzi y otros cuatro concejales de la orden permitió que Pöet ingresara a la organización, señalando que “según las leyes civiles italianas, las mujeres son ciudadanas como los hombres”. De esa forma, Lidia Pöet logró colegiarse, convirtiéndose en la primera abogada de Italia el 9 de agosto de 1883.
Por desgracia, y tal como se ve en la serie, los días de la joven como legista durarían bastante poco. En cuanto la oficina del Fiscal General se percató de que una mujer había sido aceptada, ingresaron un recurso de anulación en el Tribunal de Apelación de la ciudad, argumentando que las mujeres no podían dedicarse a la abogacía por tratarse de un “cargo público”.
Un argumento que tenía fundamentos en la legislación vigente en esos años. Justamente, la normativa señalaba que la ley debía especificar en qué cargos públicos estaba permitida la admisión de mujeres. En el caso de los abogados, no había menciones. El silencio fue interpretado como una negativa, considerándose así la inscripción de Pöet como ilegal. Se procedió a inhabilitarla para ejercer la profesión, el 11 de noviembre de ese mismo año y apenas tres meses después de haber sido admitida.
A diferencia de lo que representaba la legislación, el debate público que se originó a partir del caso de la joven se mostró mayoritariamente a su favor, apelando a que las mujeres sí debían tener la oportunidad de ejercer aquellos cargos.
La verdadera Lidia Pöet tampoco se quedó de brazos cruzados. Negándose a dejar de lado su vocación, se unió al despacho de su hermano para colaborar con él en diversos casos, aunque desde las sombras y sin el justo derecho de asistir a los tribunales. En ese tiempo se dedicó a trabajar en causas relacionadas a la defensa de niños, mujeres y segmentos socialmente marginados.
También desarrolló su faceta como activista feminista, uniéndose al Consejo Nacional de Mujeres Italianas desde sus inicios, transformándose así en una verdadera pionera en la lucha pública por la igualdad de género y trabajando por causas como el sufragio femenino. Incluso participó en congresos penitenciarios internacionales relacionados a los derechos de reclusos y niños.
Finalmente, tuvieron que pasar 36 años para que Pöet pudiera ejercer su profesión con todas las de la ley, cuando en julio de 1919 se promulgó una ley que permitió a las mujeres acceder a cargos públicos, siempre y cuando no fueran militares, políticos o en el poder judicial. Así, con 65 años de edad, Lidia Pöet se transformó oficialmente en la primera mujer abogada de la historia de Italia, con un legado que inspiró y cimentó el camino para múltiples generaciones.
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