Todo Puede Ser, de Vicente Undurraga (Mundana)
Los infinitivos, escribe Vicente Undurraga, son “el verbo en estado puro, antes de que una conjugación los enlace a un sujeto y a unas circunstancias que hagan de ellos materia viva, realidad”. Lector, escritor y responsable de antologías de destacados poetas, en su primer libro el autor reúne un conjunto de ensayos en torno a verbos en infinitivo, verbos que -como suele usarse cada vez más en el habla- “podrían ir al principio de la oración que con nuestros días y noches vayamos escribiendo. Pero no a la manera de una prescripción, sino aspirando a ese enlace, pasados por la experiencia y la reflexión, tocados por la voluntad y la debilidad, la pena y la risa. Y por el azar”.
El volumen abre con un verbo nocturno, Trasnochar, y el autor recuerda a propósito un verso peruano: “Tiendo a la noche”. “De noche se recuerda, se está y se imagina simultánea e intensamente, como si se diera el milagro de habitar pasado y presente y futuro a la vez”, escribe. Undurraga rescata y explora verbos que parecen haber perdido aprecio, como Creer, Confiar o Perder. También Reír, y cita un correo que le envió su abuelo, el filósofo Ernesto Rodríguez, fallecido el año pasado: “No sé dónde encontré esta cita de Spinoza que vale para todo: Hacer las cosas bien y perseverar en la alegría. ¿Por qué en este tiempo tan crítico se celebra tan poco la alegría?”. El autor recurre a lecturas, reflexiones y experiencia personales para aproximarse a estos verbos, que página tras página conducen a un infinitivo omnipresente, Morir. Un libro escrito con inteligencia, perspicacia y humor, que a menudo sorprende en sus derivas y que abraza también la risa y la ternura.
Gravedad Cero, de Woody Allen (Alianza)
Jerry Sachs creció en Manhattan, en un edificio deslucido de diez pisos, en medio de una familia judía que practicaba selectivamente la religión. El padre le enseñó que Dios hizo el mundo en seis días. “Sachs decía en broma que, si se hubiera tomado un poco más de tiempo, tal vez le habría salido bien. En cuanto a sus padres, ellos veían el sentido del humor de su hijo como un defecto de nacimiento”, escribe Woody Allen en su nuevo libro de relatos. Desde luego, Sachs es su alter ego. “Ambos padres discutían incesantemente y a todo volumen, con tanta amargura y crueldad que Sachs les decía a sus amigos que el Guernica de Picasso había inspirado esas peleas”.
Atravesados de referencias culturales y observaciones sagaces, el realizador entrega un volumen de 19 cuentos, algunos de ellos aparecidos en The New Yorker y muchos inéditos. Hacer comedia no es fácil, dice Daphne Merkin en el prólogo, y si bien el humor de Allen no siempre alcanza la misma altura, indefectiblemente logra provocar una sonrisa en el lector. Con Nueva York como escenario o referencia, los relatos transitan entre escenas ingeniosas, anécdotas ocurrentes, historias sofisticadas o chistes desopilantes. El mundo que Woody Allen creó en el cine puede reconocerse en estas páginas donde a menudo los personajes se confunden con el cineasta y donde a veces las vacas hablan, rumian y opinan, por ejemplo, sobre un encuentro con un director con ínfulas de artista: “Me topé con un repulsivo cero a la izquierda, un miope de gafas de montura negra groseramente ataviado en lo que él entiende como estilo chic rural: todo tweed y color bosque, gorra y bufanda, listo para los duendes”.
Un Camino de Flores para Rita, de Claudia Pérez (Ediciones UC)
“¡Cuando Rita se cayó, su cerebro se apagó!”, le gritaban los niños. Después de sufrir un accidente en una presentación de gimnasia en su colegio, Rita sufrió una lesión cervical. El accidente la llenó de temores y durante un tiempo pensó que también había sufrido una lesión cerebral. Su profesora le explicó entonces que no tenía lesión alguna, le habló de la plasticidad cerebral y le aclaró que había vivido una experiencia paralizante. Cuando los niños la molestaban, Rita sentía cómo su corazón se aceleraba y cómo crecían en ella las ganas de golpearlos. Respira profundo, le decía la maestra, piensa en tu lugar favorito. Entonces Rita pensaba en la casa de sus abuelos, una casona grande con un jardín con flores.
“Rita, no seas una lagartija”, le decía la profesora y le explicaba que los reptiles reaccionan sin pensar: “Ustedes tienen un cerebro tan evolucionado que pueden elegir cómo responder. Las pobres lagartijas no tienen esa libertad”. Así, la profesora les enseñó a poner en práctica el método PAPEL: Para, piensa y elige. La actriz y dramaturga Claudia Pérez debuta en la creación literaria con este bella historia que explora en las emociones, los temores y las habilidades del cerebro, así como en la experiencia de crecer y en el amor familiar. ¿Por qué aprendemos de maneras distintas? ¿Cuál es el origen de la empatía?, son algunas de las preguntas que aborda esta historia que nos aproxima a la neurología con sensibilidad e imaginación. Editado en tapas duras, el libro cuenta con coloridas ilustraciones de Abril Araneda e Ignacia Vera Bozán. Además, incorpora notas a pie de página y un enriquecedor glosario de conceptos.