No pocos se sorprendieron al ver a los efectivos del ejército mover una particular carga hacia el ferrocarril en la estación de Ilo. La lancha torpedera desarmada, la Colo Colo, era embarcada para una particular misión en las alturas de los Andes. La idea era usarla como una patrullera en las aguas del lago Titicaca, a 3.812 metros sobre el nivel del mar.

La decisión de embarcar la Colo Colo se había tomado días antes, por petición del general José Velásquez, quien comandaba la fuerza expedicionaria chilena que había ocupado Arequipa y las cercanías de Puno, en persecución de los últimos focos de resistencia a la ocupación en el suelo peruano.

General José Velásquez

Para ese punto, noviembre de 1883, la Guerra del Pacífico estaba decidida. En julio, tras la batalla de Huamachuco, habían cesado las hostilidades en el centro-norte del Perú, zona donde se levantó el gobierno del caudillo Miguel Iglesias, quien convencido de que prolongar la guerra sería aún más ruinoso para su país, había alentado la posibilidad de negociar la paz, incluso con cesiones territoriales. Tras las dudas iniciales, el gobierno chileno destinó recursos a proteger a Iglesias, y con él se negoció y se firmó el Tratado de Ancón, que ponía fin a la guerra.

Pero no todos estaban de acuerdo. Aunque debilitado tras su derrota en Huamachuco, el caudillo Andrés Avelino Cáceres, el “brujo de Los Andes”, contaba con algunas tropas maltrechas y el apoyo de los indígenas con los que marchó hacia el sur.

Pero el principal foco estaba en Arequipa, ciudad donde el contraalmirante Lizardo Montero contaba con una fuerza militar. Entonces él era primer vicepresidente del breve gobierno de Francisco García Calderón, el que se había negado a iniciar conversaciones de paz con Chile en base a la cesión territorial, por lo que había sido deportado.

Pero la situación de Montero era compleja. En principio su plan era resistir, pero no todos pensaban como él. Tras una tensa reunión con los efectivos de la Guardia nacional se dio cuenta que no había opiniones unánimes, y pese a que algunos le pedían resistir, otros, enterados de los saqueos de la soldadesca chilena en el Perú, le solicitaban llevar la resistencia a otro punto. El incidente terminó con manifestaciones e incluso con altercados que lo pusieron en riesgo; un disparo dirigido hacia él le atravesó su gorra militar y mató a un ayudante, mientras, grupos de gente asaltaban la estación ferroviaria para impedirle la fuga.

Contraalmirante Lizardo Montero

Así, Montero decidió dejar Arequipa en octubre de 1883. La ciudad fue ocupada por el ejército chileno al mando del general Velásquez sin resistencia días después y se instauró un férreo control, en especial de los antiguos oficiales militares. Mientras, el líder peruano siguió hasta Puno y allí cruzó hacia Bolivia por el lago Titicaca donde se encontró con el general Narciso Campero, su antiguo aliado en los días del combate del Alto de la Alianza, quien había concurrido con dos batallones, mal armados, para auxiliar a Arequipa. Cuando se enteró de que todo estaba perdido, cundió la desazón.

Una torpedera en el lago Titicaca

Mientras, el ejército chileno tenía la orden de perseguir a Montero. Así, una fuerza al mando de Diego Dublé Almeyda llegó hasta Puno, ciudad que ocupó sin resistencia y que pronto se decantó en favor del gobierno de Iglesias. Sin embargo, se hicieron ver algunos focos de guerrillas en el lago Titicaca, a imitación de lo ocurrido en la sierra. Así fue que se solicitó al mando naval en Mollendo el envío de una lancha torpedera para patrullar el sector, amedrentar a las fuerzas y cortar cualquier posibilidad de que Bolivia pudiera auxiliar al Perú. La solicitud fue autorizada por el jefe de la ocupación chilena, el contraalmirante Patricio Lynch.

“En Chile subsistían algunas sospechas de que Bolivia tendría la intención de prestar apoyo a la causa peruana, con transmisión de información de inteligencia y armamento a algunas patrullas, por medio del vapor boliviano Yavari, en el lago Titicaca”, dice Luis Burboa Pacheco, en un artículo para la Revista de Marina.

Lancha torpedera Colo Colo

La Colo Colo ya había cumplido actividades durante el bloque del Callao. “El transporte de la torpedera Colo-Colo fue realizado en ferrocarril por partes, desde el puerto de Ilo hasta Puno a cargo del teniente Ángel Custodio Lynch , un guardiamarina y 25 hombres de su tripulación -detalla Burboa Pacheco-. A su arribo a Puno fue ensamblada y lanzada a las aguas del lago Titicaca, donde realizó operaciones de patrullaje, constituyéndose en el primer buque de guerra extranjero en navegar el lago Titicaca y el primer buque de guerra chileno en surcar las aguas más altas del mundo”.

La nave no entró en acción, sino que se limitó a patrullar la zona. Las embarcaciones peruanas pronto se entregaron a las nuevas autoridades de Puno y a la fuerza al mando de Dublé Almeyda. Ello derivó en que poco a poco se iniciaran acercamientos de paz con Bolivia, pero la expedición hacia Arequipa y la posibilidad de que la fuerza chilena pudiera continuar sin contratiempos hacia La Paz, hicieron todo más espinoso. La paz con Bolivia fue algo más complejo de zanjar, incluso los altpilánicos plantearon la obtención de Arica y Tacna para no perder la salida al Pacífico, pero todo se entrampó y recién en 1884 se firmó un pacto de tregua.

¿Cómo era la Colo Colo? “Era una torpedera de defensa de puerto que tenía las dimensiones apropiadas para ser izada por los buques de la Escuadra y transportada a las áreas de operaciones -detalla el texto de Burboa-. Su casco era de acero galvanizado y sus costados estaban provistos de refuerzos verticales con un arreglo especial para entalingar la embarcación sólidamente y poder izarla a pescantes de cubierta o costado”. La nave prestó servicio hasta 1885 cuando fue desarmada y dada de baja.

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