El día en que Víctor Jara declaró su desconocida admiración por The Beatles: “Me vuelven loco”
El célebre cantautor chileno, asesinado hace 50 años, declaró en alguna ocasión su gusto por el grupo de Liverpool, de quienes destacaba su actitud rupturista. Nada casual en un creador inquieto que, tal como revelan sus recientes biógrafos, siempre estaba dispuesto a conocer las novedades.
La inquietud marcó el devenir artístico de Víctor Jara. Desde su formación inicial en el Teatro, a su trabajo de recopilación folclórico (siguiendo la huella de Violeta Parra), así como los días integrando Cuncumén, a su posterior carrera como cantautor, puntal de la Nueva Canción Chilena y director artístico de grupos como Quilapayún.
Esa inquietud se plasmó en constante ánimo de innovar. Así sucedió en el teatro, desde los días en que estrenó su primera obra como director, Parecido a la felicidad, con una presentación impactante en el teatro Antonio Varas. Una pieza en que Jara desplegó su capacidad inventiva sobre una historia de amores desdichados.
“Nunca olvidé esa obra -recordó el fotógrafo Luis Poirot a Culto-. Desde el comienzo me impactó el silencio, la oscuridad del escenario. Era una forma de teatro distinta a la que hacían nuestros mayores, nuestros profesores. Fue un momento que nunca se me olvidó. Ahí dije: ‘esto es lo que quiero hacer’”.
Con el tiempo pasaron piezas como La remolienda (1965). Una comedia de equivocaciones que ofrecía una mirada refrescante del mundo campesino, que en su elenco incluyó a gente como Lucho Barahona, Sonia Mena, Carmen Bunster, Tennyson Ferrada, Tomás Vidiella, Bélgica Castro, entre otros. Allí Jara desplegó su bagaje sobre el Chile profundo y rural, en plena era de la reforma agraria; los personajes se diseñaron a partir de la chispa y el humor del roto chileno. Una mirada más real y menos costumbrista que definió buena parte de su obra.
El hombre de El cigarrito consideraba que el folclore no era algo cerrado. De allí su apertura a la creación. “Creo que ninguno de nosotros tiene el derecho de colocarse como juez implacable, incluso dogmático frente al folklore en general -señaló en entrevista con El Siglo en 1967-.El folklore auténtico es vigente, vivo, actual; no es un asunto muerto. Me parece muy peligroso, antojadizo y un poco egoísta considerar que el folklore es una obra arqueológica del siglo pasado, y que debe ser interpretado como tal, o si no, no es valida”.
El folclore y la guitarra eléctrica
Asimismo, Víctor Jara no era ajeno a lo que sucedía en su entorno. Como hombre de su tiempo estaba atento a lo que sucedía con el mismo folclore en otros puntos. “No hay que afligirse de que haya snobs, porque la verdadera palabra sobre lo útil y autentico la tiene el tiempo, y el pueblo mismo -señaló en la misma entrevista con El Siglo-. En todas partes del mundo han existido movimientos como el que se observa en Chile desde hace 4 años [en referencia al neofolklore y la Nueva Canción]. En otros países, donde los métodos industriales están mas avanzados, el folklore ha Ilegado al nivel de la guitarra eléctrica”.
También tuvo la chance de viajar por el mundo. Desde sus años en las giras internacionales de Cuncumén, pudo conocer Países Bajos, Francia, Unión Soviética, Checoslovaquia, Polonia, Rumania y Bulgaria. Eso le permitió imponerse de lo que estaba sonado y abrirse a nuevas expresiones artísticas por entonces en boga.
Un detalle que marca el autor Mario Amorós en La vida eterna, la nueva biografía del artista editada por Penguin Random House. “Víctor era un creador en constante actividad, siempre en busca de lo nuevo -dijo a Culto-. Por eso cuando va a Londres, en 1968, se maravilla con el teatro británico, se maravilla con los Beatles, porque rompen con todos los moldes. Era alguien muy creativo y muy abierto. Alejandro Sieveking decía que el disco La población es como una obra de teatro, con planteamiento, desarrollo y desenlace”.
Efectivamente, el mismo Víctor Jara, en una entrevista de 1969, se refirió a su gusto por el grupo de Liverpool. Destacó de ellos su espíritu innovador, que de alguna forma comulgaba con su propia visión artística. Más desde mediados de los sesentas, al menos desde el álbum Rubber Soul (1965) en adelante, cuando comenzaron a componer no solo pensando en vender discos, sino en satisfacer sus inquietudes musicales.
“Me vuelven loco. No solo como cantantes fabulosos, sino por su actitud ante la vida, rompiendo todas las barreras de la tradición y los prejuicios”. Una declaración, como detalla Amorós en el libro, que fue parte de una conversación titulada Víctor Jara hacia un mundo mejor, publicada por María Teresa Diez en 1969 y conservada por la Fundación que lleva el nombre del artista, aunque sin datación exacta de la fecha y el medio en que se publicó. No se sabe si en algún viaje anterior pudo verlos (los Beatles dejaron de actuar en vivo en 1966), pero sin dudas, su impacto cultural en el momento ya era ineludible.
El interés y la apertura a escuchar otros sonidos, explica por ejemplo, su cruce posterior con Los Blops, con quienes colaboró en el álbum El derecho de vivir en paz (1971). Allí los sumó como acompañantes para un impensado cruce entre la canción acústica de autor y la furia eléctrica. Nada casual para el grupo que precisamente, por entonces mezclaba rock con música de raíz.
No eran los únicos. Además de ellos, agrupaciones como Los Jaivas, Congreso, Panal, y otras tantas ya expandían los límites del lenguaje y el sonido del rock hacia las raíces folclóricas. Entre guitarras eléctricas, bajo eléctrico, órgano y batería, los músicos tocaban progresiones y escalas propias de la música andina e incluso incorporaban otros instrumentos como el charango, la quena, la tarka, entre otros. Así, entre patas de elefante, melenas y barbas, surgía un sonido totalmente chileno.
“Nos sorprendió mucho que Víctor quisiera que estuviéramos con guitarra eléctrica, digamos con una formación para nada acústica sino que más bien de rock. Hicimos lo que pudimos dentro de eso”, contó Eduardo Gatti a Culto.
La pieza que parte con una introducción de tiple, poco a poco suma al resto de los instrumentos. Gatti recuerda que en general se trató de una sesión en que se fueron probando arreglos en el momento. “Hubo mucha improvisación. Yo creo que hasta se nota un poco en la grabación”, agrega.
Incluso esta particular unión se pudo ver en vivo. “Hicimos un par de presentaciones con él, a raíz de esta canción y de otra en que yo participé haciendo el tiple, Abre la ventana. Era un tiple de Víctor, me lo prestó para acompañarlo”, rememora Gatti. Se sabe que TVN hizo el registro de alguna actuación en conjunto, pero se perdió en la noche de los tiempos.
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