Vicente Cifuentes, un talento que merece atención
Cifuentes y su banda crecen en el escenario. Aunque su género de referencia es la bachata, se mueven con elasticidad y autoridad en las baladas, un estilo que les acomoda.
Al promediar la tercera canción de Vicente Cifuentes, dos estadounidenses que observan al músico chillanejo le preguntan en un español algo forzado a una mujer si el artista que está tocando es chileno. Cuando la respuesta es afirmativa, los extranjeros se miran y no la creen. Cifuentes es, en realidad, un solista trasplantado. Aunque sus canciones están teñidas de cierta melancolía típicamente chilena, su mayor referencia estilística es República Dominicana, el país en que residió durante años.
Su debut en Lollapalooza mereció mejor público. Así como su adorado Juan Luis Guerra, Cifuentes –que estuvo acompañado por siete músicos- busca la excelencia sonora. Su banda fluye grata y melodiosa, sin aspavientos y con la convicción que cada uno posee capacidades instrumentales.
El solista arrancó con energía y dispuesto a levantar al auditorio cuando estaba a punto de atardecer. Mientras su banda colaba un sonido puramente de bachata, el solista se movía en los extremos del escenario para hacer palmas y lograr que el público entrara en sintonía. No costó tanto. Menos cuando en su tercera canción, Señal de Amor, invitó a Angelo Pierattini –a quien, además, acompañó en su show- para interpretar una balada romántica y nostálgica que arrancó aplausos. Las colaboraciones siguieron junto a Benjamín Walker y Charly Benavente, a quienes presentó como grandes amigos que están en México y Concepción, para cantar Viento y Tiempo. Fue una versión ajustada y más bailable que en estudio, con la voz susurrante y cálida del chillanejo sonando calcada a la del uruguayo Jorge Drexler.
Cifuentes y su banda crecen en el escenario. Aunque su género de referencia es la bachata, se mueven con elasticidad y autoridad en las baladas, un estilo que les acomoda. Para el final, volvió a convocar a Benavente y Walker en el tema La Caverna con un añadido especial. A poco andar, el trío bajó del escenario e impulsó un improvisado karaoke junto al público que terminó en fiesta y algarabía, con todos cantando, sacando fotos y abrazando a los músicos, mientras les hacían una ronda. Fue un final perfecto para Cifuentes y su banda, que merecen mayor reconocimiento popular. Talento y buenas canciones, sobran.
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