Boliden, el pueblo de 1.500 habitantes que le da el nombre a una de las compañías mineras más grandes del mundo, está ubicado a 3 horas y media del Círculo Polar Ártico. Sus temperaturas bajo cero se toman la mitad de los días del calendario y la nieve es tan omnipresente como al otro lado del mundo, en Arica, lo es la aridez del desierto. Si no fuera porque hace 100 años alguien encontró oro, Boliden hoy tal vez no existiría.

Por este sector del hemisferio, si nadie en Chile hubiera estado dispuesto a recibir 20 mil toneladas de desechos tóxicos de sus plantas de fundición, ningún habitante de Arica le atribuiría hasta ahora los irregulares casos de cáncer y otras enfermedades que se han registrado con el paso de los años en el sector periférico de Cerro Chuño y antes en Sica Sica.

En el año 2010, los realizadores suecos Lars Edman y William Johansson registraron las carencias de sus pobladores en el documental Toxic playground y el impacto de la película fue determinante para que los abogados suecos Johan Öberg, Göran Starkebo y Jonas Ebbesson y el antropólogo chileno Rodrigo Pino entablaran un juicio contra la empresa Boliden.

Esta es la historia que en líneas generales cuentan Edman y Johansson en la película Arica, cuyas funciones son los días martes 28, jueves 30 y viernes 31 a las 19 horas en la Cineteca Nacional del Centro Cultural Palacio La Moneda. Aunque a inicios del 2021, el documental fue mostrado en el Festival Aricadoc, esta es la primera vez que se exhibe en Santiago luego de haberse dado en otras ciudades del país en las primeras semanas de marzo.

Cementerio en Arica.

Se podría decir que es una película cuyos efectos son acumulativos, lentos y con consecuencias inesperadas: así como el previo Toxic playground tuvo que ver de alguna forma en la demanda contra Boliden, el filme Arica finalmente influyó en que a mediados del año 2021 las Naciones Unidas hiciera un llamado a que Suecia y Chile le dieran una salida a esta situación.

“Deben tomarse medidas urgentes para devolver de forma segura los residuos peligrosos a Suecia para su eliminación adecuada”, dijo la oficina de Derechos Humanos en América del Sur de la ONU, enfatizando en que los afectados por problemas de salud eran alrededor de 12 mil personas. Pero la indicación de Naciones Unidas respaldada por ocho de sus relatores llegó después de que la justicia sueca le diera la razón a Boliden en dos oportunidades: en el 2018 porque consideró que los niveles de arsénico hallados en la población no eran lo suficientemente altos y en el 2019 porque estimó que la ley había prescrito.

La contienda legal en imágenes

La trama de Arica es puntuada por el lento y engorroso proceso de establecer la demanda contra el gigante minero. Boliden contrata algunos expertos científicos por varios miles de euros para que declaren a su favor y los representantes de los 800 vecinos del llamado sector F de Arica recurren a los análisis efectuados en laboratorios de Santiago con muestras de orina con exceso de arsénico, entre otras pruebas. Al mismo tiempo, la cámara de Edman y Johansson intercala entrevistas con habitantes del lugar.

Uno de los primeros casos es el de Jocelyn, una niña de 10 años que suele devolverse antes desde el colegio debido a constantes dolores en las articulaciones y huesos. Su madre le explica luego a los directores que los médicos le han extirpado tres falsos pezones en distintas zonas de su vientre. Lars y su co-director William Johansson tienen más de una razón para sentirse comprometidos con lo que pasa en Arica: ambos también son originarios de Boliden, la ciudad que nació al abrigo de la empresa minera en el año 1924.

Después de los testimonios de una madre que junto a la tumba de su hija pequeña cuenta las últimas horas de ella abatida por el cáncer, aparece Rolf Svedberg, un antiguo gerente de medioambiente de Boliden que en 1984 se encargó de supervisar cómo la empresa chilena Promel se hacía cargo de los residuos. Visiblemente contrariado asiste junto a Lars a la casa de otra pobladora con un hijo que sufre altos niveles de resistencia insulínica entre otras condiciones.

Después de una entrevista en la que una mujer realiza un largo recuento de los vecinos que han muerto por cáncer entre sus conocidos a la redonda, Arica nos muestra también viejos registros de videos en que niños juegan a la pelota sobre un terreno con desechos tóxicos. Aquel era al sector donde Promel abandonó el llamado lodo de fundición proveniente de Suecia. Con el paso del tiempo se transformó en patio de juegos de un vecindario que creció alrededor.

Fotograma del documental Arica, de Lars Edman y William Johansson.

En una de las escenas amargas del juicio, el principal abogado defensor de Boliden dice que la foto de un muchacho sentado sobre el depósito de residuos no es garantía de nada pues “podría no ser un niño, podría ser un trabajador”.

A la larga Boliden ganará la contienda legal. En la primera oportunidad la justicia sueca decide que 30 microgramos de arsénico en un litro de orina no representa daño para la salud, haciendo caso omiso a la ley chilena que dice que desde 19 microgramos sí son perjudiciales. El dato es clave, pues en ese dictamen el tribunal nórdico se basó en el código chileno y dará pie para que los abogados apelen.

Sin embargo, en segunda instancia la corte sueca desestima todo argumentando que el delito prescribió. Como dice el abogado de los ariqueños, Göran Starkebo: “El caso ya estaba prescrito incluso antes de que nacieran los niños con problemas de salud”.

El director Lars Edman y la madre de una niña fallecida por cáncer, en una escena en el cementerio del documental Arica.

Un detalle que sorprende es percibir intempestivamente en el documental al abogado constitucionalista y ex convencional Fernando Atria entre quienes van presentándose en la corte sueca. “Por la parte de los demandantes de Arica el experto legal fue el abogado Ramón Domínguez y por la parte de Boliden fue Fernando Atria”, explica el director William Johansson acerca de Atria, a quién sólo se le ve el rostro y del que no hay registro hablado en la película.

A pesar de los reveses judiciales, Edman y Johansson creen al menos en que el emplazamiento de la ONU puede empujar a que Suecia y Chile logren devolver los desechos a su lugar de origen e indemnizar a las familias afectadas.

“Esto puede ser a la larga una responsabilidad del Estado. Suecia estableció leyes ambientales muy estrictas en los años 80 y obligó a que las empresas contaminantes eliminaran sus residuos, alejándolos de la exposición. En este contexto es que Boliden decidió enviar los desechos tóxicos a Chile”, dice Johansson. “Tal vez continuaremos con otro documental sobre este mismo tema. No lo sabemos. Esto es parte de nuestra vida”, atisba.

Con el paso del tiempo, las viviendas de la zona han sido desalojadas por razones sanitarias y algunos de sus habitantes reubicados. Pero la mala estrella sigue arriba. A mediados del año pasado Cerro Chuño hizo noticia por ser lugar de residencia de integrantes de la banda delictiva venezolana Tren de Aragua y destino fatal de uno de ellos, enterrado con signos de tortura. Eso sería otra historia. Seguramente no para Lars ni para William.

Los realizadores de Arica, Lars Edman y William Johansson