Las Aves y el Hombre, de W.H. Hudson (Libro Verde)

Nació en Argentina, hijo de padres que llegaron desde Nueva Inglaterra, y creció en una hacienda ovejera. Naturalista autodidacta, a los 32 años William H. Hudson viajó al Reino Unido y se convirtió en un estudioso de la vida silvestre. Fue uno de los fundadores de la Sociedad de Protección de las Aves y con sus memorias y ensayos se ganó la admiración de otros escritores. “Hudson es un producto de la naturaleza y de ella tenía la fascinación y el misterio, escribía como crece la hierba”, dijo Joseph Conrad. Para Ford Madox Ford, era “el escritor vivo más grande de la lengua inglesa”.

Muerto hace un siglo, en 1922, entre las obras de Hudson sobresale este conjunto de ensayos. El volumen recoge sus observaciones y conocimientos de la aves, así como sus paseos por los bosques y campos de Inglaterra. También sus opiniones contra la caza indiscriminada: Hudson fue un adelantado del conservacionismo. En estas páginas, traducidas por Diego Alfaro y Fernando Correa, el autor se extiende sobre el vuelo alegre de las golondrinas, el arrullo de las torcazas o la galanura de los gansos, así como la experiencia de estar en medio de la naturaleza, bajo los árboles, sintiendo la brisa y los sonidos de los pájaros. “A veces he pensado que nunca el mundo nos parece más vivo y atento que durante una noche quieta, a la luz de la luna, en un bosque solitario, mientras el follaje verde y oscuro se vuelve plateado por los rayos, y todos los objetos visibles y las luces blancas y las sombras negras en los espacios intermedios parecen instintos llenos de espíritu”, escribe sobre los bosques de Savernake, donde se maravilló con los colores y el vuelo del pequeño arrendajo, entre otras especies, y la alfombra de hojas caídas, amarillas y rojizas, que se levantaban con el soplido del viento y danzaban dando giros hacia el cielo. Un libro memorable y una edición feliz.

El Poderoso Método de Milton Reyes Reyes, de Paula Fontaine (Editorial Forja)

Cuando cayó en desgracia, Milton Reyes Reyes tenía un Mazda último modelo, tres tarjetas de tiendas y una cuenta Rut. Todo lo consiguió por su propio esfuerzo. Originario de Ñuble, su verdadero nombre es Yonatan, pero adoptó el de Milton en honor a Francis Miltons, creador del método Body and soul Fulllmint (BSF), un programa de crecimiento personal que persigue la armonía corporal y emocional para lograr “la satisfacción total”. Autodidacta y emprendedor, Reyes Reyes descubrió el método en la web, después de ejercer una variedad de oficios, y se convirtió en coacher. Organizó seminarios que fueron ganando adeptos. Y los adaptó a la audiencia y a las necesidades que se le presentaban: así, incorporó el pisco sour a sus encuentros, una sala de relajación, cantos y bailes grupales, etc. Y gracias a esas dinámicas pasó de coacher a gurú: “Milton Reyes Reyes se fue convirtiendo así en un ser de luz cada vez más espiritual y poderoso frente a un grupo que se autodenominó como ‘seguidores’”, dice de sí mismo. Pero la misteriosa desaparición una de sus seguidoras pone en crisis su proyecto. Agentes de la PDI lo interrogan, no creen en su empresa de bienestar, y agregan sobre la desaparecida: “Y vos erís el sospechoso número uno, Reyes Reyes”.

En su primera novela, Paula Fontaine apuesta por el humor y la ironía, con una narración ágil y entretenida. La historia de Milton Reyes Reyes es un relato paródico en torno al mundo de las terapias de autoayuda, así como una farsa de los relatos policiales. El protagonista es un perdedor, un antihéroe entre ingenuo y “avispado”, y a través de su relato se dibuja un divertido retrato social y una eficaz comedia.

La Higuera, de Juana de Ibarbourou, ilustraciones de Diego de Arena (Claraboya)

En 1938 la Universidad de Montevideo recibió a las tres poetas más importantes de América en un curso de verano: Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Juan de Ibarbourou, la dueña de casa. La poeta uruguaya leyó un discurso titulado Casi en pantuflas que da cuenta del modo en que enfrentaba la creación poética. La autora confidenciaba que “no uso vestiduras flotantes, ni luces veladas, ni lámparas de oro, ni divanes cubiertos con pétalos de rosas” y sugería que su torre de marfil era más bien “una amable habitación querida, en lo alto de mi casa, con dos grandes ventanas abiertas a la vida, al mar, a un paisaje terrestre lleno de árboles y de viviendas pobres”.

Creadora de una obra que indaga en el amor, la naturaleza y la muerte desde una perspectiva feminista, Juana de Ibarbourou escribía con una profunda sensibilidad, pero sin aspavientos. Entre sus poemas más célebres se encuentra La higuera, publicado en 1922. Reeditado ahora en una hermosa versión ilustrada por Diego de Arena, el poema reflexiona en torno a la belleza a partir de la figura de ese árbol antiguo y de corteza grisácea: “Porque es áspera y fea/ porque todas sus ramas son grises/ yo le tengo piedad a la higuera”, dice. Mientras el jardín se cubre de flores en primavera, “la pobre parece tan triste/ con sus gajos torcidos que nunca/ de apretados capullos se viste”. Las ilustraciones coloridas y ligeramente surrealistas iluminan las resonancias actuales del poema. Porque más allá de los limoneros y naranjos, que parecen siempre alegres, para la poeta la higuera es “el más bello de los árboles todos del huerto”. Y si esta es capaz de escucharla, es probable que de noche, cuando el viento pase entre sus ramas grises, ella misma le confiese: “Hoy me dijeron hermosa”.