Crítica de discos de Marcelo Contreras: el gran regreso de Everything But the Girl y los claroscuros de Pet Shop Boys y The Mars Volta
El dúo británico firma un gran retorno, mientras que Pet Shop Boys y The Mars Volta ofrecen registros sólo convincentes.
*Everything but the girl - Fuse
Sin abandonar la identidad romántica atenta a la cotidianidad, a los detalles adorables y también los incómodos, convertidos en electrónica sugerente, bailable y envolvente, los británicos Everything but the girl expanden los argumentos a favor en este esperado regreso. Es el primer álbum desde Temperamental, publicado en 1999, de la cantante Tracey Thorn y el productor y tecladista Ben Watt, ambos de 60 años.
La extensa pausa provocó cambios en el registro de Thorn, reconvertida en una cantante soul que timbra otro peso a sus palabras y observaciones, como sucede en When you messed up -”pareces tan joven otra vez, creo que es porque estás sufriendo”-, con una profundidad imposible hace un cuarto de siglo. Time and time again superpone ambientes entre un fondo glacial y desolador, subordinados a unos teclados coquetos, en una lograda combinación. No one knows we ‘re dancing es una historia citadina con reparto y locaciones internacionales, que invita al baile. Lost aborda todo tipo de pérdidas materiales y trascendentes -la fe, el trabajo, las maletas-, en un vívido reporte sobre la soledad.
EBTG no tuvo necesidad de actualizar su sonido según alguna tendencia, sino reaccionar musicalmente al bagaje de una vida, con excelentes resultados.
*Pet Shop Boys - Lost
Estos cinco temas no clasificaron para Super (2016), el gran álbum que Neil Tennant y Chris Lowe grabaron en Londres y Berlín, con algunas de sus mejores canciones en los últimos años como The Dictator decides, motivados a mantener la vibra optimista de aquel álbum. Por eso no tuvo cabida, por ejemplo, el primer corte The Lost room, una demostración de la categoría del dúo como artistas clásicos de la electrónica. Basada en la novela Las tribulaciones del estudiante Törless(1906) de Robert Musil, el personaje relata la dureza de una academia militar, que sólo cede en “nuestro escondite” donde “jugábamos a los juegos más extraños, a los que a cualquier niño le gustaría jugar”.
La siguiente, I will fall, flojea derechamente con sensualidad a medias y un entorno de electrónica vintage. La razón más probable por la cual la juguetona Skeletons in the closet quedó fuera de Super, es el severo parecido con Twenty-something. Aún así, vale la pena. Kaputnik juguetea con imaginería totalitaria en un relato romántico obsesivo -”nunca reconoceré tu nueva independencia (...), puedo sugerir que se necesita una intervención”, mediante un cerco musical duro y bailable, que resuena a la Guerra Fría.”Soy la encarnación viviente de un corazón de piedra”, dice una de las líneas de la dramática Living in the past, un demoledor retrato de Vladimir Putin, que concluye convincentemente este EP.
*The Mars Volta - Que Dios te maldiga mi corazón
Por más de 30 años, el recurso unplugged es la promesa de una segunda lectura, saborear con gusto a leña música de empaque original electrificado, donde el volumen y los efectos acaparan la atención. El formato desenchufado implica una manera de desnudar y también de arropar con otro carácter. The Mars Volta, que regresa a Santiago el próximo 31 de mayo al Movistar Arena, reformula en versiones acústicas su regreso discográfico de septiembre pasado, el primer disco tras una década de ausencia. Allí, el proyecto del guitarrista y compositor Omar Rodríguez-López y el cantante Cedric Bixler-Zavala, dio un paso en nombre del verdadero espíritu progresivo, avanzando hacia una fusión entre un lenguaje electrónico fresco y condimentos latinos trabajados con concisión, tomando distancia del rock lisérgico y autoindulgente.
Inicialmente, el tratamiento unplugged de las 14 canciones en el mismo orden, permite disfrutar del enfoque calmo y melódico de Bixler-Zavala, uno de los cantantes rock más avezados de las últimas décadas, y de la conversión a guitarras, contrabajo, percusiones y pulsos de la América morena, con exquisita ejecución. Sin embargo, la escasa dinámica rítmica amortigua esa primera sorpresa, cundiendo la uniformidad.
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