Fue el encuentro con el imponente mural de Gustavo Cerati, levantado entre Avenida Santa Isabel con Roberto Espinoza, frente al Parque Almagro, el que acabó por convencer al periodista argentino Sergio Marchi (60), un autor que ha destacado por sus investigaciones en torno a nombres capitales del rock argentino como Charly García y Luis Alberto Spinetta. Había llegado el momento de lanzarse a escribir sobre el fallecido líder de Soda Stereo.
Corría enero de 2020, y el trasandino estaba en Chile por vacaciones. “Cuando fui allá, todo el mundo me hablaba de Gustavo. Muchos me preguntaron ¿y no vas a escribir sobre Gustavo?”, cuenta Marchi a Culto. Nada de casual considerando el conocido vínculo del artista con el país. Pero el encuentro con el mural, a propósito de unas fotos para una nota con The Clinic, hizo el resto. “Ahí dije, me parece que hay unas cuantas señales acá apuntando. Ví que Gustavo estaba muy presente en Chile, entonces digo bueno, cuando vuelva a Buenos Aires me pongo a trabajar”.
Así, en tres años de trabajo tomó forma Algún tiempo atrás, la biografía de Cerati que la próxima semana ya estará disponible en librerías vía Sudamericana. En rigor, el proyecto era un viejo anhelo de Marchi. Incluso en 1998, tras la separación de Soda Stereo, el mismo autor se lo planteó al artista como una idea para tiempos venideros, lo que se truncó por su muerte en 2014. “Yo creía que Gustavo podría llegar a hacer un libro a futuro, pero tenía que tener una carrera por delante, que iba a durar muchos más años de lo que duró. Nadie esperaba que le pasara lo que le pasó, la verdad”.
Una vez que acabó y publicó Ruido de magia (2019), su extensa biografía de Spinetta (uno de los referentes de Cerati), Marchi supo cuál era su próximo paso. “Yo sabía que era tiempo de Gustavo. Y cuando creo que la manzana terminó de caer del árbol, fue cuando llegué en 2020 a Chile”.
Aunque tiene algunos saltos temporales, el texto se ordena de forma lógica desde los días de infancia, hasta sus años como solista. Para ello, Marchi hizo un reporteo exhaustivo, en el que logró dar hasta con compañeros de la escuela primaria del músico, quienes lo perfilaron como alguien gritón, expresivo y ya interesado en la música. Para los días de Soda Stereo, tuvo la ventaja de haber seguido a la banda durante sus años de reportero, por lo que conocía muy bien al círculo cercano (incluyendo a sus padres).
Pero uno de sus mayores intereses, dice, fue desmitificar la imagen pública de Cerati como un rockstar, frío e implacable. “Mirá, la imagen pública es muy traicionera, se suelta de vos y comienza a caminar sola -explica Marchi-. Me interesaba que la gente conociera a Gustavo. Yo leí muchas cosas sobre él y no era ese hombre glacial, calculador…Gustavo era un tano calentón. Y aparte me acuerdo del trato que él tenía conmigo, venía, me abrazaba”.
Hombre al agua
En sus 48 capítulos, distribuidos en 600 páginas, el texto no escatima en detalles. Por ejemplo, en la historia tras De música ligera, acaso el mayor himno del grupo, que surgió a partir de una estructura de cuatro acordes que Cerati lanzó durante una prueba de sonido en Morelia, México, es decir, salió de una improvisación. Una rareza para una banda que era poco dada a las improvisaciones. Fue además en esos días en que comenzaron las tensiones que acabaron por quebrar al trío.
Entre otros detalles, Marchi data en esos años el inicio de los conflictos por el reparto del dinero de los shows. Aunque por entonces lo hacían en partes iguales, Cerati insistió en llevarse el cincuenta por ciento al considerar que “sentía que se hacía cargo de todo y que los demás solo tocaban”.
Ello se sumó a otras tensiones; la presencia de Daniel Melero como una suerte de partner creativo de Cerati, al que no soportaban ni Charly Aberti ni Zeta Bosio (ni los técnicos que trabajan con el grupo), además de las difíciles sesiones de grabación del álbum Dynamo (1992), donde Cerati ya comenzó a hartarse del grupo, por lo que comenzó a evaluar la posibilidad de acabarlo. A ello se sumó, la difícil recepción del disco y la breve gira que tuvo un final hilarante al tocar en un lugar particular; una panadería en México. Allí Marchi reconstruye el hecho a partir de varios testimonios. En rigor, era un pequeño estadio con una panadería cercana. Pero lo precario del lugar, comparado con los recintos que ya llenaba la banda por entonces, les hizo lanzar la broma.
También hay una mirada a los difíciles días finales entre 1996 y 1997. Cerati, el más entusiasmado por acabar con la historia de la banda, comunicó a sus compañeros su negativa a realizar una gira de despedida. Allí estalló todo. Casi acaba a los golpes con Zeta Bosio, quien se descargó y le dijo un montón de cosas que le tenía guardadas. Finalmente, tras algunas gestiones, Cerati accedió a realizar una breve gira de despedida (que pasó por Chile en septiembre de 1997), y cuyo repertorio se trabajó de manera de incluir la mayor cantidad de canciones con derechos de autor compartidos para así maximizar las ganancias de Charly y Zeta, quienes estaban en clara desventaja frente a Cerati en ese punto.
Sobre Chile, el texto repasa el vínculo entre Cerati y su exesposa Cecilia Amenábar, quien sin embargo, no accedió a conversar con Marchi. “En un momento parecía que sí, incluso sus hijos dijeron ‘ni una biografía más de Gustavo sin Cecilia’, pero bueno, si ella no quiere hablar, no la puedo obligar”.
Aún así, el periodista pudo conversar con algunos cercanos de sus días en el país; Christian Powditch, uno de los amigos de Cecilia Amenábar, que fue clave en estimular el interés de Cerati por la electrónica en el proyecto Plan V, surgido en noches de jams. También con la cantante Nicole, a quien Cerati le produjo su tercer álbum, Sueños en transito, y el empresario Luis Venegas, uno de los nombres claves en los megaconciertos en el país en la década de los noventas. “El libro tiene bastante de Chile”.
Asimismo, Marchi detalla que entre los entrevistados faltaron algunos nombres clave. Zeta Bosio y Charly Alberti no accedieron a conversar, arguyendo variadas razones. Pero el escritor no se sorprendió. “Yo me imaginaba que iba a ser así porque ya conocía el panorama, ves las tensiones, entonces mi esperanza era la familia”.
Por ello, su idea era charlar con Lilian Clark, la madre de Gustavo, pero se prefirió cuidarla a consideración de sus 92 años. De allí que Laura, una de las hermanas del músico, fue la principal fuente para reconstruir el mundo familiar. “Laura trató de orientarme por ese lado porque yo quería hablar con Lilian, pero ella me dijo ‘mamá no está como para eso’. La verdad es que hice todo el libro con la premisa de cuidar a la familia. Yo podría haber ido y buscado a Benito o a Lisa, pero me parecía que si ella no abría esa puerta, yo no tenía que violentarla. Esa familia pasó por una tragedia descomunal y yo siempre cuidé ese aspecto”.